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Las migraciones de Isabel Aninat

Isabel Aninat S..

Las migraciones de Isabel Aninat

Su libro sobre migración en Chile se convirtió en un verdadero hit, transformando a la investigadora del CEP en entrevistada frecuente en la televisión, las radios y la prensa nacional. Aninat señala: “En el primer gobierno había una idea de hacer muchas transformaciones importantes. Echo de menos eso”.

Por María José López

En enero Isabel Aninat (35) escribió un artículo sobre feminismo africano en la revista Átomo. Para ello leyó tres novelas y un libro de cuentos de la famosa escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, que le recomendó el ministro de Ciencias, Andrés Couve. “Fue adentrarse en un mundo totalmente distinto. Hay cosas que son similares a las que pasan aquí, y otras que no, como el pelo. Quizás por eso me gustó tanto el libro”, lo dice mientras toca su melena corta y ondeada.

Y retoma: “La conversación que se da en las peluquerías, los peinados que duran cuatro horas en armarse, el rol de las peluqueras, lo que significa cortarse el pelo o mantener los afros en términos laboral y social… Muchos de sus libros tienen que ver con la migración, por ahí hay quizás otro tema que me vincula”, cuenta la abogada de la Universidad Católica desde un salón del CEP, donde se instaló como investigadora hace cinco años y, desde donde lanzó, el 2 de agosto, Inmigración en Chile: una mirada multidimensional, que editó junto al economista Rodrigo Vergara, ex presidente del Banco Central.

Por la investigación fue invitada a ser panelista de programas de televisión y de radio, y le llovieron ofertas de entrevistas y columnas de varios medios nacionales. Dice que jamás sospechó el revuelo que este documento de 422 páginas provocaría. “Ha sido el libro más exitoso de los que he hecho”, reconoce Isabel, quien ha coeditado cuatro tomos en los últimos cinco años. “Esperábamos que el libro generara interés, por el proyecto de ley, por la contingencia en Chacalluta. Pero estoy muy impresionada. No tenía visualizado en mi cabeza la cantidad de tiempo que iba a tener que dedicarle a su difusión”, dice.

En su caso, esto cobra una cuota mayor de esfuerzo porque intenta resguardar su bajo perfil: evita sobreexponerse, protege su vida privada, no sube fotos de sus dos hijos, no usa redes sociales y asegura no entender el fenómeno Twitter. “Tuve un tiempo y lo abandoné tempranamente. Pienso que se da una discusión súper retroalimentada entre tuiteros”, explica.

Ahora intenta recuperar la normalidad de su trabajo en el centro de estudios de Monseñor Sótero Sanz, que es presidido desde fines del 2018 por Juan Obach y dirigido por Leonidas Montes desde 2017. “Han sido semanas intensas. Me ha tocado personalmente dedicarle muchas horas. Ha sido muy bueno por el libro, pero ahora necesito trabajar. Necesito sentarme en mi computador y avanzar en los 500 pendientes que tengo”, explica. En carpeta tiene seis seminarios que ella debe organizar. Uno de ellos, sobre descentralización. “Es el nuevo proyecto en que estoy metida”, adelanta.

“Wicked problems”

A Isabel Aninat Sahli le tocó vivir en el extranjero. Entre los 15 y los 18 años se radicó en Estados Unidos, concretamente en Washington DC, luego de que su padre, el ex ministro de Hacienda de Eduardo Frei, Eduardo Aninat, fuera designado director general adjunto del Fondo Monetario Internacional (FMI). “Fue una súper buena experiencia. Se agradece el inglés”, cuenta.

Sin embargo, aclara, su experiencia no es el motor desde donde nace su interés por el asunto. “Ayer hablando con un amigo descubrí que tengo interés por algo que en literatura se llama ‘wicked problems’, cuya traducción quiere decir ‘problemas complejos’. Son problemas multidimensionales, en que muchos factores inciden, no hay una solución evidente y, en general, en la literatura comparada, hay muchos fracasos. La materia indígena, donde se mezcla pobreza con reivindicaciones históricas y culturales, entra ahí. En todos se han probado distintas políticas, varias de ellas frustradas, entonces hay situaciones muy complejas de resolver y que además necesitas muchos ministerios actuando en conjunto coordinadamente. Eso ha ocurrido en Australia, Canadá, Nueva Zelanda. Con migración también pasa eso”, explica la investigadora del CEP.

Cuando terminó el colegio, volvió a Chile y entró a Derecho en la UC. En sus años en la Casa Central del plantel católico procuró además en un estudio de abogados, pero, dice, “siempre tuve mucho interés en los ramos que tenían que ver con derecho público”. Por eso, cuando egresó y la llamaron para invitarla a trabajar en el segundo piso del primer gobierno del presidente Sebastián Piñera, aceptó. “Nunca me preguntaron afinidad política. Yo creo que si uno trabaja ahí asumen que uno tiene afinidad política. Yo no venía de una familia de derecha, pero nunca fue tema. No milito. No participé en la campaña, políticamente activa no soy, pero tenía afinidad con el gobierno con el que trabajé”, relata.

La oferta vino de María Luisa Brahm, actual presidenta del TC y entonces jefa de asesores de la administración del ex presidente. “Fue una buena oportunidad. Nos tenemos harto cariño. Ella era mi jefa, muy rigurosa y exigente, y fue una muy buena escuela. Se trató de mi primer trabajo formal”, reconoce. Aunque no tenía una relación directa con Piñera, trabajó con quien fue su mano derecha. Ahí investigó principalmente temas indígenas. También vio asuntos asociados al entonces Sernam, otros del Ministerio del Trabajo, además de contenidos de derechos humanos que se discutían en la Corte Interamericana. De todo ello ha publicado papers y columnas de opinión.

Después de eso viajó a Nueva York, donde estudió un LLM en Columbia. En paralelo, realizó varios cursos de empresas y derechos humanos en el European Univerity Institute. “No era la típica alumna de derecho. Me fui más por el lado del derecho público en vez del privado. En Estados Unidos, el tema ya estaba pescando fuerte. Ahora está llegando a Chile”, relata.

Cuando volvió a Santiago, Harald Bayer, entonces director del CEP, la invitó a ser investigadora ahí. Ambos coincidieron en el gobierno de Piñera, sin embargo, no trabajaron juntos. “Estaba muy contenta. Siempre era de las que venía a las charlas que aquí se organizaban”, indica. Beyer le encargó investigar sobre el Convenio 169, tema indígena, institucionalidad política, régimen político, financiamiento política y Servel. En 2015 se destaparon los casos de financiamiento irregular de la política, se creó la comisión Engel y, dice ella, “estos temas tomaron harto vuelo”.

Después vino el asunto mapuche. En 2016 se cumplían 10 años de la encuesta que se hizo sobre esa materia y ella trabajó en la segunda versión con Ricardo González, con quien luego publicó un libro. Ese mismo año inició el proyecto de análisis de modernización del Estado, con el economista Slaven Razmilic, con quien también lanzó un texto. “Eso me encanta del CEP. Porque tengo muchos intereses y este es un espacio que permite canalizarlos”, señala.

Otra cosa que le apasiona son los libros. En su velador tiene ocho tomos que repasa en paralelo y en el think tank de Sótero Sanz logra trabajar esa afición: el CEP tiene una sección de podcasts –Conversaciones sobre libros–, donde se entrevistan a autores de novelas que consideran interesantes. Ella lleva dos de ellos publicados, uno donde conversa con Patricio Fernández, autor de Cuba: Viaje al fin de la Revolución, y otro con Manuel Vicuña, quien escribió Voces de ultratumba: historia del espiritismo en Chile.

“En este gobierno hay demasiado realismo político”

-Trabajaste en el primer gobierno de Sebastián Piñera. ¿Cómo evalúas la gestión actual?

-En el primer gobierno había una idea de hacer muchas transformaciones importantes. Echo de menos eso. Quizás no eran tan épicas como las del segundo gobierno de Bachelet, pero sí tenían la “ambición” de hacer cosas novedosas, de poner en práctica, por ejemplo, el ingreso ético familiar. En este gobierno hay demasiado realismo político. En el primero había muy poco. Y echo de menos tener proyectos ambiciosos. Durante la Cuenta Pública escuché, en el discurso del Presidente, hablar de transformaciones de las instituciones. Entonces pensé: “Ya, aquí vamos. Vendrán cambios en Contraloría, Consejo de Defensa del Estado, Tribunal Constitucional, Poder Judicial, policías”. Y no ha pasado nada. Esas cosas son las que me han decepcionado. Hay avances en temas de infancia. Si se logra aprobar el proyecto de ley de migración, sería un gran éxito. Pero faltan las transformaciones institucionales propiamente tal.

Y lo otro, las dificultades con la oposición de las últimas semanas muestran los inconvenientes de tener un régimen presidencial con un sistema proporcional excesivamente fragmentado y con una oposición que está desarticulada en general. Esta tensión que vemos hoy se va a mantener en el tiempo.

-¿Qué opinas del proyecto por las 40 horas?

-Me ha impresionado la falta de discusión en serio de un tema tan relevante.

Yo soy defensora del Congreso, cosa que es muy impopular. Siempre lo he sido. Los propios parlamentarios no son fanáticos del Congreso. Me gustaría que fuera más un espacio de deliberación y menos de miradas cortoplacistas de yo voto por esto y tú por esto. Eso se ha perdido enormemente en el Congreso. Lo que vemos con las 40 horas es un ejemplo. Uno puede no estar de acuerdo, pero debe ser un lugar donde vayamos más allá de los epítetos fáciles.

-¿Qué te pareció el rol que jugó Camila Vallejo?

-Tuvo una oportunidad. En el sistema proporcional, los diputados tienen que mostrarse. Ya no es el partido el fuerte. Es mucho más fuerte el parlamentario. Si hay una ventana de oportunidad, la aprovechan. No sé si ella la ideó, pero la aprovechó para su conveniencia.

-¿Cuál es tu opinión de ella?

-No la conozco personalmente. Tengo grandes diferencias con sus propuestas y con el PC, sin embargo, me parece que es una líder joven que ha puesto temas en la agenda. Pero tengo grandes diferencias con ella. Eso sí, tanto ella como el Frente Amplio han captado mucho mejor que otros sectores los temas postmaterialistas, que son los asuntos que importan cuando las necesidades básicas están cubiertas. Como los temas de salud mental. La generación joven es la que los está poniendo sobre la mesa.

-¿A qué líder político admiras?

-Mmm. Parece que estoy desencantada. Más allá de los escándalos recientes, soy fan de Justin Trudeau por lo que ha avanzado en el tema indígena. A nivel internacional, también me parece muy interesante Jacinda Ardern, una mujer que ha puesto nuevos temas en agenda y que compatibiliza la cercanía con la ciudadanía y la seriedad de las políticas públicas. La reacción a la matanza de ChristChurch es ilustradora en ello.

-¿Y de acá?

-Estoy totalmente desencantada. Pero todavía creo en la política chilena. Me parece que la ministra Gloria Hutt es una mujer con una historia potente, que aporta una mirada seria y responsable pero sin olvidar la conexión ciudadana.

-¿Qué viene después para ti?

-Ufff es la pregunta más difícil de todas. No sé, me gustan los temas públicos. Y creo que hay distintas maneras de aportar hacia eso. Podría ser en el Estado. Y también en un lugar más académico. Y el CEP es quizás el sitio intermedio entre las dos áreas. Me gustan las políticas públicas. Sé que soy un poco menos tradicional para ser abogada, muchos se sorprenden. Los abogados están asociados a temas de derecho privado, y yo estoy alejada de eso. No me veo haciendo una reposición. Ya me encaminé a este lado.

 

Lo que viene: descentralización

“Este año estamos en un proyecto de descentralización en conjunto con el Centro de Políticas Públicas de la UC, con Ignacio Irarrázaval y Jorge Rodríguez. Nos vamos a meter en un tema que va a estar en el debate con más fuerza en unos cuatro años más, que es la descentralización fiscal. Vamos a tener elección de gobernadores el próximo año. Creemos que luego habrá una discusión fuerte. Pues, aunque estarán las competencias, los recursos seguirán viniendo pauteados desde Santiago”.

Migración y delincuencia

La investigadora cuenta que la idea de escribir un libro de migración nació durante la jornada de planificación del año en 2018. “Pensamos que sería interesante trabajar todos juntos en un tema, y nadie externo. Nunca lo habíamos hecho en el CEP. Y así, Rodrigo (Vergara) propuso este. El me pidió que trabajara con él. Nunca habíamos trabajado juntos. Hicimos muy buena dupla”, dice. Y agrega: “Para nosotros fue muy novedoso estar todos internamente en un mismo tema”. Para ello, entre noviembre y enero de este año se juntaban a revisar el borrador durante la hora de almuerzo. Cada uno leía 25 páginas y entre todos cuadraban la información. “Loreto Cox, como tiene tres carreras, tiene una mirada súper interdisciplinaria de los temas. Nos ayudó mucho porque, aunque todos escriben muy bien, nos dio su mirada y varias veces rearmamos los trabajos”, relata.

-¿Cambió tu percepción de los migrantes? El libro muestra que, en general, son un aporte: son sanos, vienen a trabajar y no abusan del sistema de salud, como se pensaba.

-Yo tenía una posición favorable de la inmigración. Me han quedado más preguntas después del libro, como: ¿uno puede hacer políticas públicas diferenciadas, más identitarias, por ejemplo, en políticas públicas de vivienda para inmigrantes? Con Lucas Sierra estamos dándole vueltas a un trabajo sobre eso.

-¿Y sobre delincuencia?

-Nos faltó ese capítulo. Lo iba a hacer Loreto Cox, pero no llegaron los datos. La idea era saber si delinquen más y cuál era el sesgo. Quedó pendiente, pero si llegan los datos, lo vamos a hacer igual.