La Tercera, sábado 12 de enero de 2008.
Opinión

Lo políticamente correcto

Leonidas Montes L..

Adam Smith, el padre de la economía, no sólo hablaba de la mano invisible y de los incentivos en el mercado. En un notable pasaje de su “Teoría de los Sentimientos Morales” (1759) critica a quienes ven la sociedad como un tablero de ajedrez donde pueden mover las piezas a su antojo. En este afán por planificar cada jugada, olvidan que en el gran tablero de la sociedad cada pieza tiene un movimiento propio. La colosal chapucería del Transantiago es un ejemplo muy didáctico de esta aprensión.

Y en su férrea defensa de la propiedad, la libertad individual y la autonomía de cada ciudadano, Smith promovía una institucionalidad que vele por estos principios. Su crítica más aguzada apuntaba a quienes creían saber lo que es mejor para cada ciudadano. Pero era muy pragmático. Quizá de un realismo crudo. Por eso desconfiaba tanto de los políticos como de los empresarios y temía que detrás de aquellas grandes iniciativas para promover el bien común se ocultaran algunos incentivos perversos. La capacidad de un salario mínimo elevado para aumentar el desempleo es un notable ejemplo. En el quintil más pobre de Chile sólo un 34% tiene empleo.

La gran preocupación de Adam Smith era la libertad. Y no se refiere a hacer lo que uno quiera, sino a esa verdadera libertad que va acompañada de “responsabilidad”. Una libertad que, literalmente, nos exige “responder”. Pero en Chile nuevamente nos estamos acostumbrando a que responda el Estado.

En el ocaso del gobierno ciudadano, solía criticarse a los agoreros del pesimismo. Pero la verdad es que a medida que transcurre el tiempo, hay cada vez más razones para preocuparse. Cuando el mundo se mueve hacia los principios de la libertad individual y la competencia, nosotros avanzamos hacia un estado de bienestar. En un país donde se confunde la equidad con la igualdad, lo políticamente correcto se convierte en lo correcto. En este escenario los incentivos perversos serían sólo espejismos.

¿Qué sucedió con las promesas respecto de los gobiernos corporativos de nuestras empresas públicas? Aún no se cumplen, y lo más probable es que sean sólo tímidos maquillajes. Tampoco se puede hablar de privatizaciones. No es sólo políticamente incorrecto. Es una herejía. Unos 15 millones de accionistas minoritarios vemos algunas piruetas en el Banco Estado y contemplamos esa lenta y gradual agonía de Codelco.

Y como nuestra Presidenta no se deja pautear por los opinólogos, los partidos políticos de la Concertación hacen de las suyas. Frente a la crisis de la DC -para atenuar el impacto de la expulsión de Adolfo Zaldívar, la decisión se tomó de madrugada- correspondía hacerle un guiño a Soledad Alvear. La que fuera su jefa de gabinete, Marigen Hornkohl, fue nombrada en la cartera de Agricultura. Lavados, también cercano al círculo de la presidenta de la DC, aterrizó en Economía. Ante la preocupante y sostenida decadencia de la DC, todo este cuoteo parece un acto desesperado para retomar el control de un partido que se desangra.

El ex ministro Bitrán tenía algunas deudas políticas. De cara a nuestro Bicentenario, los aires de grandeza de Ricardo elMagnífico, sumado a algunos intereses económicos propios de la zona, ayudaron a sembrar el sueño del puente Chacao. El proyecto era, a todas luces, inviable. Bitrán, ignorando lo políticamente correcto, cometió el error de hacer lo correcto. Pero su gran pecado fue otro: en el MOP había iniciado una gran reforma desde adentro. Esto causó revuelo entre privados y políticos. Así, no encontraron nada mejor que reemplazarlo por el mismísimo presidente de aquel partido inscrito en la ideología de la corrupción.

Sergio Bitar es un conocido felino de nuestra fauna política. Quedó a cargo de un filete de unos 3.000 millones de dólares. Este año son las campañas electorales municipales, y el 2009 tenemos parlamentarias y presidenciales. Podemos esperar más de alguna inauguración para lubricar el engranaje electoral de la Concertación. Dicho sea de paso, el nuevo ministro ya nos prometió “máxima celeridad” (sic.). Entretanto, políticos de la Concertación y algunos grupos privados, aplauden.

Hace unos cinco meses la Presidenta Bachelet nos confesó que al dejar La Moneda escribiría un libro. Se titularía “No a la Impunidad”. Confidenció que “no será un libro de desilusiones; serán simples ratificaciones de lo que siempre he sabido. La realidad es como es” (sic.). En política, la realidad suele ser cruel. Con los entretelones del inicio de su segundo tiempo, su libro podría ser un best seller.