Una debilidad principal de la coalición de centroderecha es que sus líderes, obviamente con la excepción de su candidato presidencial, no son bien evaluados por la población.
Pocos se atreverían a negar que la oposición ha ido ganado terreno en los últimos años. No sólo las elecciones presidenciales de 2005 sino que también las municipales de octubre y las parlamentarias del próximo año se anticipan muy reñidas. Un empate parece actualmente una buena predicción del resultado de dichas contiendas. El avance del bloque político opositor comenzó a gestarse en la elección parlamentaria de 1997 y se hizo más evidente en la carrera al Congreso de 2001. En esa evolución ayudó la elección presidencial de 1999, que no sólo marcó un hito en la suerte política de esta coalición, sino que también produjo un importante «chorreo» hacia los candidatos opositores en las demás contiendas políticas.
Que la oposición asome actualmente como una candidata seria a convertirse en la mayoría del país no sólo es el reflejo de las exitosas campañas políticas que ha acometido en los últimos años, sino también la consecuencia casi natural del escaso dinamismo que exhibió la economía entre fines de 1998 y 2003. Es cierto que el impacto más fuerte se vivió el año 1999, y aunque después el crecimiento económico se recuperó, la realidad es que lo hizo a tasas bastante modestas que no han hecho que las expectativas económicas de la población se manifiesten con la fuerza de antaño. Esa falta de horizonte indudablemente que es un lastre para cualquier coalición gobernante, no sólo en Chile sino en cualquier lugar del mundo.
Sin embargo, ese escenario tan poco favorable para el oficialismo comienza a quedar atrás. Aunque persisten algunas dudas respecto de la evolución que registrará el empleo en los próximos meses, el entorno económico general se vislumbra alentador. La oposición verá así que uno de sus activos políticos comienza a depreciarse velozmente. Por supuesto, no completamente porque los difíciles años recientes se mantendrán en la retina de los votantes por algún tiempo. Pero la oposición tendrá poco margen para girar contra esa cuenta. Queda el desgaste de la coalición gobernante. Después de todo la Concertación se apronta a completar 3 lustros en el gobierno. Claro que en este período ha dado muestras de gobernabilidad y de buen gobierno en muchas dimensiones. La Oposición tiene que ser capaz de convencer al electorado de que puede hacer un mejor gobierno que la coalición de centro izquierda.
Esta tarea no está exenta de dificultades, pero se puede lograr. Desde ya en una serie de tareas que a la ciudadanía le importan -como empleo y delincuencia- la Alianza es vista con mayor capacidad de abordarlas que la Concertación. Una debilidad principal de la coalición de centroderecha es que sus líderes, obviamente con la excepción de su candidato presidencial, no son bien evaluados por la población. En estos tiempos, donde las imágenes marcan la política, no es fácil votar por una coalición cuyos líderes generan poca simpatía en la ciudadanía. Eso no significa que este sector carezca de dirigentes políticos capaces de generar grados altos de entusiasmo en la población. Hay numerosos alcaldes en esta situación, pero lamentablemente para esta coalición tienen una insuficiente proyección nacional.
Ahora bien, esta baja evaluación de los líderes aliancistas visibles está íntimamente ligada a una estrategia que, a menudo, es innecesariamente dura con el gobierno. Algo de esto hemos presenciado a propósito de la divulgación de los resultados de la última encuesta CASEN. Si bien hubiese sido deseable una caída mayor, tanto en la pobreza como en la indigencia, hubo avances que no dejan de ser significativos. El discurso opositor deja, de repente, la sensación de que más bien hubo un retroceso que obviamente no se condice con la evidencia. Esa crítica, algo destemplada, no resulta creíble para la población y, por tanto, en nada beneficia las aspiraciones de la oposición. Ésta no necesita demostrar que la Concertación lo ha hecho mal para alcanzar la mayoría, sino que lo puede hacer mejor. Esta estrategia es especialmente necesaria ahora que la situación económica comienza a mejorar. La alternativa, que no reconoce los avances registrados durante los gobiernos de la Concertación, tendrá escasas posibilidades de lograr atraer a esos votantes desideologizados que decidirán las próximas votaciones. Simplemente porque ello no se condice con la verdad. Entonces, el desafío para la oposición es plantear una estrategia que, reconociendo los avances de los últimos lustros, le ofrezca al electorado un horizonte mejor que el que tendría bajo un cuarto gobierno de la Concertación.