La Segunda, 14 de agosto de 2012
Opinión

Los (des)controlados directores de Enersis

Leonidas Montes L..

El jueves pasado se reunió por más de tres horas el directorio de Enersis para analizar el dictamen de la SVS. Rafael Fernández, el único director que cuestionó el supuesto aumento de capital, se retiró antes de la reunión sin hacer declaraciones. En seguida se emitió un comunicado oficial. Sin perjuicio de no compartir la decisión de la SVS, el directorio de Enersis decidió continuar con el aumento de capital de 8.020 millones de dólares propuesto por el controlador. Se citó a un nuevo directorio y se acordó postergar la junta de accionistas. Rafael Fernández, el único héroe en toda esta comedia, tampoco quiso suscribir el comunicado.

Aunque era algo predecible que Enersis continuaría con el aumento de capital sometiéndose a lo exigido por la SVS —al final, será un problema de precio—, lo que algunos directores dijeron después merece un análisis. Salvo el caso del presidente de Enersis, que apareció fotografiado, pero sólo contestó por escrito sus entrevistas, aquí no hubo reserva.

Poco se parecen Hernán Somerville y Eugenio Tironi. Los separan unos diez años. El primero trabajó durante el régimen militar; el segundo luchó contra la dictadura. Uno es un destacado hombre de negocios; el otro, un renombrado PhD en sociología, que derivó en el negocio de las asesorías comunicacionales. Pero, por una de esas curiosas coincidencias, ciertas similitudes emergieron entre ambos descontrolados directores de Enersis.

Después del directorio extraordinario, Hernán Somerville, quien realizara duras y exitosas negociaciones como director coordinador de la deuda externa chilena entre 1983 y 1988, salió a la carga argumentando que “ha sido prácticamente un juzgamiento de la calle totalmente inaceptable”. Más adelante, frente a diversos cuestionamientos que son institucionales y no personales, se quejaba: “Se dice que los directores somos meros buzones. Yo no he sido jamás buzón de nadie. ¡Yo jamás me he lavado las manos! Estuve 5 años con la deuda externa en la trinchera, recibiendo tiros mañana, tarde y noche”. Y cerraba su arremetida preguntándose, tal vez con cierto desparpajo propio del siglo pasado, “¿Qué pasa en Chile? ¿Cómo podemos llegar a estos niveles de intolerancia? Una persona de la trayectoria pública y privada como la mía, ¿cómo pueden cuestionar mi idoneidad?”. Si respecto de su intachable trayectoria pública ningún periodista le preguntó por su fugaz paso por la Embajada de China, la verdad es que Somerville está en lo correcto: Chile ha cambiado. Y mucho.

Conozco a Eugenio Tironi y lo admiro como académico y agudo observador de nuestra realidad sociocultural. Pero el caso de este emblemático MAPU fue diferente. Al igual que Somerville, también salió a defender la decisión del directorio de Enersis. Sin embargo, al declarar que “Endesa España lo ha hecho súper mal”, Tironi —ignorando, con sus declaraciones, el interés social de Enersis— criticó a su cliente y empleador. En efecto, algunos inocentes nos enteramos por la prensa de su doble rol como director de Enersis y asesor comunicacional de Endesa España y sus filiales, lo que incluye a Enersis. Este conflicto de interés, por muy legal que sea, claramente no ayuda ni a Tironi ni a Enersis.

A diferencia de los del club, Eugenio Tironi insistió en que él estaba para dar la cara. Y vaya que sí lo hizo. Estuvo en varias entrevistas de radio. A ratos parecía desconcertado y su discurso, culpando a las AFP que habían sido creadas bajo la dictadura, transpiraba cierta incoherencia. En algunos medios escritos se recordaba su glorioso pasado MAPU. Incluso tuvo espacio para una suerte de manifiesto personal. Pero, finalmente, preso de su propia contradicción vital —¿será todo esto también responsabilidad del lucro?—, llegó incluso a autodefinirse como un “capitalista reformador”. En definitiva, el manejo comunicacional de su propia crisis nos recuerda aquel viejo dicho popular: en casa del herrero, cuchillo —y cara— de palo.

Tironi culpa al controlador y al club de empresarios. Somerville rasga vestiduras porque la calle ha osado cuestionar su intachable trayectoria. Aunque no se puede esperar una autocrítica en un caso como éste, faltó cierta mínima sensibilidad frente a los cambios que Chile ha experimentado. Al final, en ambos casos, todo parece ser más simple: como nos recuerda el Libro del Eclesiastés, “vanidad de vanidades, todo es vanidad”.