El Mercurio, 2/1/2011
Opinión

Los «independientes»

Harald Beyer.

Los partidos concertacionistas siguen encerrados en sí mismos. No hay espacio para independientes. Durante el gobierno de Bachelet, Andrés Velasco mostró que esa condición, más que restar apoyo en las bases tradicionales de la coalición, sumaba.

En el momento actual, la Concertación descansa sobre los hombros de Michelle Bachelet. La última encuesta CEP deja en claro que ella es, por lejos, la figura política mejor evaluada de esta coalición. Pero este enorme activo será insuficiente para contrarrestar al oficialismo, sobre todo porque esta corriente ha descendido muy fuertemente en importancia política. En nuestro país hace un buen rato que la gente no se identifica demasiado con las distintas tendencias. Sin embargo, no se puede olvidar que tan sólo cinco años atrás, un 38 por ciento de la población se identificaba con la coalición de centroizquierda. Ahora, en cambio, lo hace un dieciséis por ciento, una debacle desde cualquier punto de vista. Es cierto que la Coalición por el Cambio no logra una identificación mucho mayor, pero ésta, o anteriormente la Alianza, siempre ha tenido que lidiar con la preferencia por la independencia que ha marcado a sus votantes. Y, aunque a regañadientes, ha logrado establecer un modus vivendi con ese mundo.

La Concertación, tradicionalmente agrupada en torno a los partidos, ha puesto poca atención a este fenómeno, pero todo indica, tal como ha sucedido históricamente en la vereda del frente, que una proporción importante de sus partidarios actuales o potenciales comienzan a sentirse cada vez más cómodos en las aguas de la independencia política. Frente a este nuevo fenómeno los partidos de la centroizquierda se sienten incómodos y no han encontrado una forma satisfactoria de lidiar con él. La ex Presidenta encontró en algún momento el camino. Algo de su alta aprobación en el último año tiene que ver con esto. Eso sí, pasó los tres primeros años con niveles de aprobación muy modestos, incluso por debajo del 40 por ciento en algunos períodos. Sólo una vez que levantó la mirada más allá de los partidos recibió las recompensas políticas de las que todavía disfruta. Por cierto, ayudó también la crisis económica venida del exterior que unió a la población detrás de su Jefa de Estado.

Pero los partidos concertacionistas siguen encerrados en sí mismos. No hay espacio para independientes. Durante el gobierno de Bachelet, Andrés Velasco mostró que esa condición, más que restar apoyo en las bases tradicionales de la coalición, sumaba. Un mundo más independiente no sólo «transpira» política. Valora las buenas soluciones técnicas y un grado razonable de pragmatismo y consensos. Sin embargo, los partidos no le prestaron abrigo en momentos difíciles y si logró perdurar en el gobierno fue sólo por la voluntad presidencial. Los partidos no querían un independiente en las altas esferas y eso lo resintió parte de su electorado. Precisamente, el atractivo de Enríquez-Ominami, para muchos votantes concertacionistas históricos, era su apertura al mundo «independiente». Mientras esta coalición no logre encontrar su particular modus vivendi con esta nueva realidad sus posibilidades de reinventarse serán reducidas.

Poco importará que la aprobación a la forma en que Sebastián Piñera está conduciendo el gobierno sea de 44 por ciento. Es cierto que no es muy elevada, pero tampoco es demasiada distinta de la que han gozado, durante gran parte de su mandato, los últimos presidentes. Ha alcanzado ese nivel con obvias carencias personales, como su falta de cercanía, a la que la población terminará acostumbrándose. Si a ello se une el hecho que las perspectivas económicas asoman auspiciosas, el escenario futuro está más cargado hacia un aumento de la aprobación de Piñera que a un retroceso. Además, a diferencia de los últimos gobernantes, tiene al frente una oposición muy debilitada y un gabinete donde varios de sus ministros aparecen con una proyección política interesante. Por último, cabe suponer que gradualmente el relato del gobierno, su política comunicacional y el control político de daños, como ha ocurrido con administraciones anteriores, mejorarán con el paso del tiempo.