El Mercurio, domingo 1 de octubre de 2006.
Opinión

Mercado en movimiento

Harald Beyer.

En la última década, las postulaciones a los MBA en los principales países «proveedores» de estos programas han retrocedido. Ello se explica porque las tarifas de estos programas han estado subiendo a tasas del 7% . El valor promedio para un programa de 2 años en Estados Unidos está en torno a los 61 mil dólares y hay varios que se acercan a los 80 mil dólares. Si a ello se agregan los costos de vida y los ingresos que se dejan de percibir durante el período de estudio, la recuperación de la inversión no está asegurada.

Pero no son sólo los costos los que están afectando esta decisión. Las sociedades también están cambiando y las empresas no pueden aislarse e imperceptiblemente comienzan a transformarse para dar cuenta de ello. No es casualidad que los vínculos en su interior sean crecientemente horizontales y que se abran nuevos espacios para gente de formaciones no tradicionales.

No es evidente cómo estas transformaciones impactarán en la industria nacional de MBA. Los aumentos de costos de los programas internacionales no necesariamente crearán desviación hacia los programas chilenos porque, como el peso ha sufrido una apreciación en los últimos años, el costo en pesos de esos programas no se ha modificado e incluso en algunos casos ha caído. Todo indica, además, que se multiplican las empresas que están dispuestas a apoyar a sus ejecutivos en estos programas. Conviene recordar que Chile está cada vez más integrado al mundo y que es un requisito indispensable para la supervivencia de las empresas que sus miradas alcancen bastante más allá de nuestras fronteras. Por eso, se necesitan ejecutivos que se muevan como peces en el agua en este mundo globalizado. La experiencia de un MBA en el extranjero es una manera efectiva de hacer crecer las escamas de esos ejecutivos.

Este es quizás el principal desafío de los MBA nacionales. Lograr programas que se hagan cargo de la vocación de desarrollo de nuestro país y que ayuden a una mejor comprensión de las tendencias globales y de los consumidores de otros mercados. La industria parece tener claro este desafío y está actuando en esa dirección, aunque quizás con menos premura de la requerida. Algunos programas nacionales tienen un «sabor internacional», pero quizás insuficiente para satisfacer a los paladares más exigentes. En otros ese sabor está muy desdibujado o es inexistente. Si esta industria quiere consolidarse, su «internacionalización» es fundamental.

La demanda por profesionales diversos, aunque incipiente, es una oportunidad para los programas nacionales. Es razonable pensar que esa demanda no es fácil de materializarse por la excesiva profesionalización de nuestras universidades, que lleva a que muchos de sus egresados no hayan tenido nunca contacto con principios básicos de economía o administración. Los MBA podrían servir de puente. Sin embargo, convocan mayoritariamente a profesionales de las ingenierías y quizás algunos abogados. Invertir más en atraer a otras disciplinas no sólo es provechoso para la consolidación de estos programas, sino que también es útil para los actuales integrantes de esos programas y para el desarrollo de nuestras empresas.