El Mercurio, 24/10/2010
Opinión

¿Mezquindad política?

Harald Beyer.

Sin lugar a dudas que nuestro Presidente es un poco repetitivo. Muestra el papel con el mensaje de los mineros más de la cuenta y relata la historia del rescate una y otra vez.Pero no se puede olvidar que le toca estar con audiencias distintas en lugares diferentes que están vivamente interesadas en lo que tiene que decirles al respecto. A diferencia de nosotros, ellas no reciben habitualmente las noticias respecto de lo que sucede en Chile y menos conocen de las actividades de nuestro Presidente. Más allá de las percepciones que podamos tener sobre su persona, no cabe duda de que su compromiso con este rescate tuvo un mérito que es justo reconocérselo. ¿Se ha sobregirado algo? Por supuesto, pero qué político no lo haría. Sería renunciar a su naturaleza. Por cierto, ello no puede ni debe eclipsar el papel que muchos otros jugaron en ese proceso y que permitieron que el rescate fuese exitoso. De más está decir que tampoco puede ocultar el coraje de los mineros. Pero ello no ha ocurrido y se han destacado generosamente las características y atributos de todos aquellos que directa o indirectamente jugaron un papel en esta gesta.

Así se ha entendido, por lo demás, en Europa, donde el Presidente pasó la última semana en visita de Estado. Ahí se ha valorado apropiadamente su decisión para hacer de este rescate una labor de Estado, a pesar de los riesgos políticos involucrados. Esto se desprende de la revisión de la prensa de esos países, particularmente inglesa, que quizás fue más conmovida por estos hechos que la opinión pública de otros países del Viejo Continente. En Chile, sin embargo, ha habido un cierto grado de mezquindad (en la elite antes que en la población). No es algo nuevo y es un rasgo de carácter transversal. Más de alguno de los presidentes de la Concertación podrá quejarse del mismo trato. Seguramente es una derivación de la fuerte desconfianza personal que nos caracteriza como país y que, a su vez, explica otros tantos comportamientos, como la dificultad para llegar a acuerdos políticos o la forma en que se conducen las relaciones interpersonales en el país.

El énfasis en aquellos detalles que no salieron bien o en los pequeños errores que pudo haber cometido el Presidente en el rescate o su viaje a Europa no da cuenta de la realidad de las últimas semanas. En ambas tareas el Presidente ha destacado. La agenda de su viaje era bien específica y realista. Sus frutos se verán en el tiempo, pero no cabe duda de que ha contribuido a la profundización de nuestras relaciones internacionales. Por cierto, ésta es posible por la labor de sus predecesores, algo que ha reconocido muy bien en su discurso en la OCDE. La política tiene espacios para la cooperación y es aquí donde nuestro país exhibe una trayectoria interesante y que le ha permitido al país avanzar en forma destacable después de la recuperación de la democracia. Es este aspecto lo que llama la atención afuera y quizás por eso mismo lo destacamos poco internamente.

Que ello haya sido posible a pesar de las elevadas desconfianzas es notable, pero quizás tal vez precisamente por ello es un camino frágil. La mezquindad que ha emergido en las dos últimas semanas, que tampoco hay que exagerar pero que ha estado ahí, es un indicador de esa fragilidad. Siempre habrá espacio para la competencia política. Después de todo, los instintos e historias ponen a las personas en esas circunstancias la mayoría del tiempo. De hecho, las lecciones del episodio que conmovió al país y gran parte del mundo ya está siendo racionalizado desde esas inclinaciones. Por tanto, rescatar el comportamiento cooperativo, que los seres humanos también poseen, es siempre una tarea difícil. Pero no hay que dejar de insistir en aquello.