El Mercurio, 23 de Agosto de 2015
Opinión

“Mia madre” : Saber Querer

Ernesto Ayala M..

Este martes comienza el 11º Sanfic y entre sus muchas películas trae la última cinta de Nanni Moretti, “Mia Madre”. Alguna vez calificado como el Woody Allen de Italia, Moretti (1953) ha demostrado ser un cineasta con mirada propia, inquieta, aguda, que hoy no tiene nada que envidiar de un Allen cada vez más autocomplaciente. Tensionado entre sus inquietudes políticas y las dificultades propias de la vida contemporánea, cada nueva cinta de Moretti indaga nuevos ángulos de su querida y odiada Italia, al tiempo que ha ido creando en su cine una suerte de aire constante, un peculiar tono que hoy se puede ver como una de las marcas personales.

“Mia madre” sigue a Margherita (Margherita Buy), una directora de cine que, mientras filma una película sobre una lucha sindical al interior de una fábrica en crisis, tiene que lidiar con la inminente muerte de su madre (Giulia Lazzarini). Ambos frentes son muy complejos. Mientras en uno tiene que trabajar con una ex pareja y manejar los desmadres de la estrella norteamericana invitada (John Turturro), en el otro se muestra incapaz de aceptar la realidad de la muerte. Contra lo que uno pudiera imaginar con este material, la cinta no es un desagüe sentimental ni una apología al amor maternal. Más bien, se concentra en la crisis por la que atraviesa Margherita, que es tanto creativa como afectiva. Moretti, que suele tomar el papel del protagonista de sus cintas, se reserva el rol del hermano de la directora, opción en que le permite esquivar la lectura autobiográfica como tomar distancia sobre su protagonista. Y esa distancia está. Margherita no es una mujer amable, simpática ni, al parecer, particularmente talentosa en su trabajo. Trata mal a su equipo, pierde el control con facilidad, la película que filma es abundante en clichés y da a sus actores algunas instrucciones completamente incomprensibles. Con todo, Moretti la filma con lealtad, respeto e inteligencia. Con esto, quiero decir que la muestra con luces y sombras, atento a sus flaquezas, pero comprendiendo sus debilidades, con la claridad de que esas debilidades y flaquezas la hacen también un ser imperfecto pero querible. Quizá la mejor manera de decirlo es que, pese a ser una mujer insoportable en muchos sentidos, Moretti sabe filmar a Margherita con ternura.

Me detengo en esto porque uno de los rasgos más importante de un director –o un escritor– es cómo al final trata a sus personajes. Esto también puede observarse en cómo Moretti dibuja a Ada, la madre. En un principio es sólo una mujer de edad hospitalizada, con mal pronóstico. O sea, es una madre muriendo, una “situación”. Sin embargo, a medida que la película avanza comenzamos a entender que se trató de una profesora de materias latinas inteligente, estudiosa, de juicio vivaz y opiniones fuertes, querida y visitada por sus alumnos. Si la cinta permite que este conocimiento sea paulatino y progresivo es también para que el cariño del espectador crezca en la misma medida en que ella comienza a desaparecer.

Quizás el único personaje de la cinta tratado torpemente sea el de Turturro, que tiene escenas relativamente cómicas, pero donde Moretti avanza poco más allá de la caricatura. Pero es un lunar en una cinta que a las finales resulta conmovedora, brillante detrás de su aparente simpleza y que, pese a su realismo, se mueve con soltura entre sueños, elipsis e imágenes imaginadas, sin salirse de un tono entre leve y melancólico, todo lo cual es una señal de que Moretti es un cineasta en pleno dominio de su oficio.

Aunque no me atrevería a recomendarlas en propiedad, porque no he tenido aún la oportunidad de verlas, aquí hay otras cintas que merecen atención de este Sanfic: “Dheepan”, de Jacques Audiard (ganadora de la palma de oro de Cannes 2015); “Mr. Turner”, de Mike Leigh; “Results”, de Andrew Bujalski; “The Assassin”, de Hsiao-hsien Hou (que también hizo mucho ruido en Cannes); “Winter Sleep”, de Nuri Bilge Ceylan (ojo con sus 196 minutos); y “Paulina” (o “La patota”), de Santiago Mitre, el mismo argentino responsable de esa gran película que es “El estudiante”.