El Mercurio, 5 de julio de 2015
Opinión

«Mientras somos jóvenes»: inmovilidad conyugal

Ernesto Ayala M..

Hay algo en Noah Baumbach (1969) que le impide convertirse en el gran director o referente que quizá está llamado a ser. Desde «The squid and the whale» (2005), que si bien no fue su primer largometraje fue el que lo puso en el mapa, ganó fama como un director independiente, sensible, con talento para la historia refinada, a medio camino entre la comedia de costumbres y cierto drama soterrado. Las comparaciones que ha recibido con Woody Allen no son arbitrarias, en la medida en que ha hecho un cine concentrado en cierta clase educada, blanca, de buen gusto, localizada en la costa Este de Estados Unidos. Pero el mejor Allen (porque ha habido uno muy pobre también) está tomado por ciertas tensiones existenciales, cierta refriega contra la vida, que no ha sido aún la tónica en Baumbach. Baumbach es más familiar, más puertas adentro. Sus personajes tratan de calzar las heridas que arrastran con los afectos que sienten, y en este esfuerzo muchas veces se ven algo congelados, amarrados, indecisos. De ahí que sus héroes y heroínas son algo apocados, reprimidos, tímidos, lo que es respetable y ciertamente realista, pero quizás no constituye una cantera para sacar historias que apasionen o se anclen fuertemente en la memoria. Baumbach es una prueba nítida de que no es fácil escribir de la inmovilidad.

El mismo Baumbach parece ser consciente de este problema cuando en «Mientras somos jóvenes», estrenada esta semana en Chile, pone como protagonista a Josh (Ben Stiller), un documentalista de cuarenta y poco, que no ha podido terminar más que un largometraje mientras ha pasado casi una década filmando otro que aún no sabe muy bien de qué se trata. Josh está casado con Cornelia (Naomi Watts), no han podido tener hijos y han llegado a ese momento en que deben confirmarse que tienen una buena vida y que, a diferencia de sus amigos -que están en plena crianza-, ellos aún gozan de toda la libertad del mundo. En eso, se hacen amigos de Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), una pareja hipster, en sus 25, vitales, buena onda, urbanos, conectados, creativos, livianos de toda la carga que ellos han acumulado. Pronto, ni Josh ni Cornelia pueden resistir la tentación de volver a sentirse jóvenes junto a sus mejores amigos nuevos. Así, la inmovilidad -y en paralelo, la esterilidad biológica y creativa- en que se encuentra Josh se convierte en el corazón no declarado de la cinta. Jamie y Darby ofrecen una salida a esa inmovilidad y la trama de la cinta estará en el costo que terminarán por pagar, en lo que la pareja hipster cobrará a cambio.

Con estos recursos, Baumbach hace una película muy propia de su tono y estilo, uno donde la situación se tornará dramática solo hasta cierto punto, donde no habrá muertos que lamentar ni heridas que no podrán curarse. Ben Stiller vuelve a estar notable en su papel de hombre tímido, sensato y oprimido por la falta de iniciativa o carácter. Naomi Watts es adorable como no hay dudas de que sabe hacerlo. Sin embargo, la cinta tiene su techo. Se queda corta en las consecuencias de lo planteado y, por lo tanto, en el dolor. Su resolución, algo rápida, algo irreflexiva, limita la adecuada expresión del viaje moral de Josh. En la obra de teatro que inspiró la cinta (si alguno de nosotros fuera un personaje de Baumbach ya sabría posiblemente a esta altura que se trata de «El maestro constructor», de Ibsen) el protagonista efectivamente muere al final. Aquí no. No es que se eche de menos una muerte, pero sí quizás algo que dé cuenta de cuánto cambió -o murió- en Josh.

MIENTRAS SOMOS JÓVENES
Dirigida por Noah Baumbach
Con Ben Stiller, Naomi Watts, Adam Driver y Amanda Seyfried.
Estados Unidos, 2015, 97 minutos.