La mezcla de contiendas puede ser un brebaje que termine causando a la Concertación más de un dolor de cabeza en este mes de alta temperatura electoral.
Un buen número de dirigentes concertacionistas venía planteando, hace un largo rato, la necesidad de «laguizar» las elecciones municipales. Las cosas para la Concertación no parecen muy auspiciosas. Sus adversarios de la Alianza, en cambio, andan muy rozagantes.
La presencia de Lavín se hace sentir. Tener una figura presidencial de alta aceptación popular y cercana a la gente no cabe duda de que abre puertas en esos largos recorridos que diariamente realizan los candidatos para ganar los votos que sellarán su suerte el próximo 31 de octubre. Para los candidatos oficialistas, la posibilidad de enfrentar a Lavín con la figura del Presidente resultaba tremendamente atractiva. Sin embargo, para que su presencia tuviese algún impacto en esta cruzada había que acercarlo a las campañas municipales. No parecían suficientes esas declaraciones que, con mucha energía, señalaban que «no da lo mismo por quién se vota».
Pero, claro, una mayor presencia presidencial lo obligaba a sacrificar, en alguna medida, su propia agenda. Además, una vez que ella se concretase, era inevitable que todos los candidatos concertacionistas reclamasen su visita. Cuesta creer que este panorama haya generado algún entusiasmo en el Presidente. Después de todo, él mira con cierta distancia al mundo político. Por otra parte, era difícil imaginar que la «laguización» de la campaña pudiese haberse concretado con la suficiente efectividad. En un sistema político como el nuestro, el Presidente cumple los roles de jefe de Gobierno y Estado. No cabe duda de que este último es claramente el que entusiasma a Lagos. Pero también su gobierno está finalizando. Los votantes, aunque apoyen su gestión, no son demasiado nostálgicos y quieren mirar hacia delante. Y, por supuesto, entre los políticos con más futuro es Lavín y no Lagos el que se les viene a la cabeza.
Además, la coalición oficialista enfrenta esta elección en un momento complejo. La polémica por los indultos, las cifras de denuncias y la tasa de desempleo producen inevitablemente un cuestionamiento ciudadano que afecta las posibilidades de la Concertación. La Alianza, en cambio, aparece no sólo cohesionada detrás de su candidato presidencial, sino que, por ahora, tampoco se aprecian flancos que puedan debilitarla. El desempleo, en particular, perseguirá a la coalición gobernante hasta el último día de campaña. El miércoles previo a la elección, el INE dará a conocer las cifras de desempleo para el período julio-septiembre, tradicionalmente la medición más elevada del año. Un desempleo de 10 % o superior, a días de la elección, no es un golpe político fácil de absorber. Claramente, el escenario era poco propicio para que esta elección, en que Lagos difícilmente podría haber influido, se transformase en un plebiscito de su gestión de gobierno.
Pero es un hecho que la campaña concertacionista está debilitada y parecía necesario apuntalarla. Si el Presidente no se sentía cómodo en esta tarea, había que diseñar un plan alternativo. Aquí es donde entran en juego las ministras salientes. Son las figuras oficialistas mejor evaluadas y es indudable que su presencia permite neutralizar en la dimensión presidencial, y por tanto de futuro, la campaña de la Alianza. Esta coalición tiene que haber sentido el golpe. Una campaña marcada por una fuerte presencia de Joaquín Lavín, unida a un persistente llamado a que el Presidente y sus ministras no intervinieran en ella, era el mejor escenario para la oposición. Una elección muy estrecha o una derrota de la Concertación la habría dejado a muy mal traer para las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2005. La presencia de Alvear y Bachelet debería fortalecer las candidaturas afiliadas a los partidos oficialistas.
Con todo, la sorpresiva decisión presidencial también representa severos riesgos para las presidenciables concertacionistas. Cuesta creer que hayan tenido demasiado afinado su desembarco que, además, las obliga a involucrarse a fondo en una campaña en cuyo diseño han tenido muy escasa participación y cuya agenda no controlan. Los temas centrales de la misma, empleo y delincuencia, están muy alejados de las competencias que ellas han desarrollado en su vida política. Su presencia tan evidente se convierte en una amenaza efectiva y no sólo tácita para otros precandidatos oficialistas. Una lucha presidencial entremezclada con una contienda municipal puede ser un brebaje que le cause a la Concertación más de un dolor de cabeza en este mes de alta temperatura electoral. Por lo demás, si los resultados en la votación del último día de octubre no son demasiado favorables para la coalición oficialista, Alvear y Bachelet verán severamente depreciado su capital político.