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NARCOVID-19: del preocuparse al ocuparse

Sebastián Izquierdo R..

NARCOVID-19: del preocuparse al ocuparse

Si no tomamos hoy la decisión de hacer un giro radical en materia de seguridad acorde al siglo XXI, me temo que mañana será tarde.

Por primera vez, en sus casi 35 años, la encuesta CEP incorporó una pregunta acerca del narcotráfico, donde los chilenos advirtieron que es un problema tan relevante como son los sueldos y más elevado que la desigualdad. Indudablemente ligada al aumento del poder del narcotráfico, la delincuencia ha pasado del quinto al primer lugar de las preocupaciones ciudadanas.

Cómo es que estas bandas de narcotraficantes lograron sortear las dificultades que nos ha acarreado la pandemia, es una interrogante clave de dilucidar. Hoy, en pleno siglo XXI y sin disimulo, basta con un sugerente hashtag para conectarse con una comunidad virtual de consumidores y publicidad de alguna sustancia ilícita, utilizar algunos “emojis” para generar confianza en sus códigos (el nuevo “coa”), hacer un clic en algunas de las plataformas para realizar el pago (incluso en criptomonedas), y otro clic para un “delivery” encubierto a domicilio, todo esto, sin contacto alguno. Así de sencillo: mientras el comercio esperaba ansiosamente el relajamiento de las restricciones sanitarias, los cibernarcos inauguraban una nueva era: la revolución de una oscura red virtual.

Incluso, el cierre de fronteras tanto terrestres como aéreas generó condiciones a las que las organizaciones criminales adaptaron sus modus operandi. Ya no bastaba con importar, ni menos en pequeñas cantidades. Así es como hemos visto el auge del tráfico marítimo, que solo requiere contaminar una ínfima cantidad de contenedores para introducir toneladas de drogas; y la ágil respuesta en la capacidad de producción más sofisticada en laboratorios nacionales, acompañando a este proceso por organizaciones criminales extranjeras. En este contexto, el escenario se ha tornado aún más complejo, ya que se han instalado en Chile sanguinarias mafias internacionales, como el Cártel de Sinaloa (México) o el del Golfo (Colombia).

Según el reciente Observatorio del Narcotráfico, se mantiene como tendencia el aumento en la incautación de marihuana (y el creepy mexicano), y la caída en la cocaína, pasta base y, ahora, el éxtasis. Este último, resulta extraño a la luz del aumento de los laboratorios de drogas sintéticas en nuestro país, ya que el éxtasis reflejaba el 85% de las incautaciones. Pero esta extrañeza se explica, por la irrupción de una nueva droga: 2CB, conocida como Tuci o Cocaína Rosa. Su apelativo proviene por su consumo vía nasal, aunque sus efectos, más bien, son una combinación de estimulación (éxtasis) y de alucinación (LSD). Para colmo, se está vendiendo un falso 2CB, fabricado con sustancias psicoactivas más peligrosas y adictivas como es la ketamina de Colombia.

El narcotráfico está tocando muchas aristas de la sociedad. El 18-O, el Covid-19 y la violencia en la Macrozona Sur llevaron al Estado a retroceder en importantes territorios, brindando numerosas “zonas ocupadas” por el crimen organizado. Estamos camino a un punto sin retorno, hemos desatendido muchas señales. Si no tomamos hoy la decisión de hacer un giro radical en materia de seguridad acorde al siglo XXI, me temo que mañana será tarde. La preocupación ciudadana es clara, ahora la pelota está en el lado del congreso y de las candidaturas presidenciales.