El Mercurio, 8 de marzo de 2015
Opinión

Otra mirada al crecimiento de Chile

Vittorio Corbo.

El fin del superciclo de precios del cobre y las bajas tasas de crecimiento del último año han reabierto el debate sobre la necesidad de darle una mayor importancia al crecimiento en las políticas públicas. Esto no debe sorprender porque el crecimiento es un determinante importante de la calidad de vida y del bienestar de la población. De hecho, mejoras en la calidad de vida, como aumentos en la esperanza de vida, reducción en la tasa de mortalidad infantil, mejoras en la nutrición y en índices amplios de desarrollo social tienen una relación muy directa con el crecimiento del producto.

Para entender el proceso de crecimiento es necesario separar el corto del mediano y largo plazo. En el corto plazo, dado que la capacidad productiva no se puede alterar mayormente, el crecimiento está determinado principalmente por la demanda por producto. Esta última está determinada por los factores que afectan el consumo privado, la inversión privada, el consumo y la inversión públicas y las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones). En el último año, la demanda se ha visto afectada por la caída en los precios de nuestros productos de exportación y por la caída en la confianza de empresarios y consumidores como consecuencia de la batería de reformas del gobierno de la Presidenta Bachelet, y sus efectos sobre el consumo y la inversión privada. La caída del precio del petróleo comienza ahora a contrarrestar, en forma temporal, parte de esto, al aumentar el ingreso disponible de las familias y mejorar los márgenes de empresas cuyos costos son altamente dependientes del precio del petróleo. El efecto neto es una expansión principalmente del consumo privado y en menor medida de las exportaciones netas. En paralelo, el aumento en el gasto público, en ejecución y en el presupuestado para este año también contribuirá a darle un mayor impulso temporal al crecimiento el 2015.

Sin embargo, todo esto incide sobre la trayectoria de corto plazo solamente. En el mediano y largo plazo, el crecimiento sostenido de una economía está determinado por el crecimiento del producto potencial.

El crecimiento potencial está, a su vez, determinado por el crecimiento de tendencia de la fuerza de trabajo, del capital humano, del capital físico y de la productividad conjunta del trabajo, el capital humano y el capital físico, cuyo nombre es Productividad Total de Factores (PTF). La PTF está afectada por la capacidad para reasignar recursos a sus mejores usos y por la innovación que tiene lugar en los procesos productivos y en la creación y/o adopción de nuevas tecnologías y nuevos productos.

Distintas mediciones del crecimiento potencial de Chile lo ubican hoy en el rango del 3,5% al 4,2%. Este crecimiento potencial se explica principalmente por transpiración (crecimiento del empleo, del capital físico y del capital humano) más que por inspiración (aumentos en la tasa de crecimiento de la productividad). De hecho el crecimiento en la PTF de los últimos años ha sido prácticamente inexistente (Corbo y González, 2014). En el fondo, crecemos haciendo lo mismo, pero con más gente y más máquinas, y no haciendo cosas distintas o de mejor manera.

¿Cuál es el problema con que la productividad crezca poco o nada? Con estas tasas de crecimiento del producto potencial, la posibilidad para seguir avanzando en acortar brechas con el producto per cápita de los países avanzados y seguir mejorando los niveles de vida de la población, con una debida consideración de los problemas medioambientales y de distribución del ingreso, es más acotada. Es por eso que se hace necesario avanzar en iniciativas que permitan incrementar la tasa de crecimiento potencial. En el largo plazo, el crecimiento del ingreso per cápita, y con ello la capacidad de mejorar los estándares de vida de las personas, está limitado por el crecimiento de la productividad.

Chile tiene importantes oportunidades para alcanzar un crecimiento potencial de 5% o más. Para esto es fundamental crear un ambiente más favorable a la participación laboral de jóvenes y mujeres -especialmente aquellos con bajos niveles de capital humano-, a la acumulación de capital físico y de capital humano de calidad y al crecimiento de la PTF.

Para estimular el crecimiento del empleo de jóvenes y mujeres resulta imperativo remover obstáculos a su ingreso al mercado laboral y al acceso y mantención del empleo. Para ello se requiere mayor flexibilización de las horas trabajadas, apoyos en salas cuna y capacitación.

Para mejorar el capital humano es necesario trabajar en perfeccionar la eficiencia de los programas de capacitación y la calidad de la educación, y al mismo tiempo mejorar su correspondencia con las necesidades de la economía. Dado el prácticamente nulo o negativo crecimiento de la productividad, esta es el área donde hay mayores oportunidades para mejorar y así poder sostener tasas de crecimiento potencial más elevadas que las actuales. Como lo muestran numerosos estudios, incluyendo uno reciente de la consultora internacional McKinsey, Chile tiene una importante brecha de productividad con respecto a los países avanzados (por ejemplo, el producto medio del trabajo en Chile es menos de un tercio del de EE.UU.). Para reducir esta brecha se requiere, además de mantener las buenas políticas económicas, remover una serie de restricciones que impiden aumentar la productividad.

Estudios efectuados por la OCDE, instituciones multilaterales y centros de estudios en Chile y en el extranjero identifican una serie obstáculos que aún limitan los aumentos de productividad y que, también, reducen las posibilidades de mejorar la distribución del ingreso.

En primer lugar, podríamos decir que la restricción de mayor importancia se encuentra en la debilidad del capital humano, que limita las posibilidades de innovar y así de aumentar la productividad (Fuentes y Mies, 2014). En esta área se requiere una reforma profunda al sistema de educación pública, que esté focalizada en mejorar el acceso y la calidad de la educación preescolar, y en elevar la calidad de la educación básica y media. En esta área se requiere mejorar la gestión y la calidad y los incentivos para los profesores, especialmente en el sector público. Además, se requiere mejorar la capacitación de la fuerza laboral y alinear esta con las necesidades de la economía.

También hay oportunidades en otras áreas que típicamente no están presentes en el debate público. En particular, hace ya cerca de ochenta años, el economista austríaco Joseph Schumpeter resaltó la importancia del proceso de destrucción creativa, esto es, el desplazamiento de empresas y empleos de baja productividad hacia empresas y empleos de alta productividad. Este proceso sería el motor del crecimiento de la productividad de un país. Sin embargo, tal proceso se dificulta cuando los costos de ajuste, esto es, el costo incurrido al momento de movilizar personas hacia diferentes empleos, son altos, como es el caso cuando hay altos costos de indemnizaciones por despidos o rigideces para reasignar el trabajo al interior de una empresa. En esto la evidencia empírica es muy robusta (ver, entre otros estudios, Caballero, Cowan, Engel y Micco 2013). En la misma dirección, y para el caso de Chile, Micco y Repetto (2014) encuentran que las regulaciones y las instituciones laborales existentes reducen la velocidad de ajuste de empresas más intensivas en trabajadores protegidos por el régimen laboral, lo que genera una reasignación más baja de empleo hacia empresas más productivas y, al mismo tiempo, menor crecimiento de la productividad del país.

Así, una agenda de crecimiento de la productividad tiene que hacerse cargo de levantar impedimentos al ajuste y reasignación del trabajo al interior y entre firmas, como también de fortalecer el capital humano y la innovación tecnológica. En particular, como lo ha señalado la OCDE en varias ocasiones, incluyendo en su reciente estudio Going for Growth 2015, es recomendable reducir las indemnizaciones por años de servicios para trabajadores regulares. Ello contribuiría a reducir la segmentación del mercado laboral, aumentaría la formalización del empleo, incrementaría la demanda por capacitación laboral y aumentaría el empleo juvenil y de la mujer con bajos niveles de capital humano.

Para esto último es necesario también avanzar en iniciativas para facilitar el aumento de la tasa de participación laboral de las mujeres a través de salas cuna financiadas por el presupuesto nacional y no por impuestos implícitos a la contratación femenina en empresas medianas y grandes. En paralelo, se debería avanzar en el fortalecimiento del seguro de desempleo, tanto para mejorar la eficiencia del mercado laboral como para facilitar la economía política de la disminución de las indemnizaciones por años de servicios. Por otra parte, la reasignación de empleo al interior y entre empresas se vería beneficiada si aumenta la flexibilidad de las horas trabajadas, pasando de una definición de horas trabajadas por semanas a horas trabajadas por períodos más largos de tiempo.

Lamentablemente, en momentos en que el crecimiento de la productividad comienza a tomar más protagonismo en la agenda de crecimiento, la reforma laboral bajo discusión excluye temas que inciden directamente en la eficiencia del mercado laboral, la productividad, y el empleo juvenil y de mujeres con bajo nivel de capital humano. La reforma, hasta ahora, se ha concentrado en la relación entre empresas y trabajadores ya contratados y sindicalizados, en vez de tomar en cuenta a todos los potenciales trabajadores, incluso los desempleados y aquellos que aún no entran o no han podido entrar al mercado laboral.

De esta forma, se desperdicia una gran oportunidad para elevar el crecimiento potencial, aumentar la inclusión del mercado laboral, reducir la desigualdad del ingreso y continuar mejorando la calidad de vida de todos los chilenos.