La política ha entrado abruptamente a las familias y lo ha hecho dividiendo.
A partir del estallido social se ha hablado mucho de un posible quiebre generacional. La nueva encuesta CEP, la primera presencial y representativa desde aquel octubre, confirma esta tesis. La CEP revela diferencias enormes por edad en las visiones de la crisis. Como botón de muestra, el apoyo actual a las manifestaciones es de 76% en el grupo más joven (18-24), comparado con el 45% entre los mayores de 55 años, es decir, más de 30 puntos de diferencia. En otro tema clave, la justificación de la violencia como forma de protesta es sumamente juvenil: el porcentaje que justifica siempre o casi siempre la evasión del pago del transporte, de las barricadas o destrozos, de los incendios y de los saqueos, es al menos el triple en el grupo más joven que en el más viejo. El triple.
No es claro en qué medida estas diferencias representan un fenómeno anterior a la crisis o brotaron a partir de ella. Si bien es un lugar común decir que los más jóvenes son distintos al resto, lo cierto es que hasta antes de la crisis las encuestas políticas mostraban más similitudes por edad que diferencias (la principal excepción eran los asuntos valóricos). Por un lado, las brechas generacionales son especialmente grandes en asuntos que no habían sido relevantes hasta ahora (violencia, por ejemplo). Por otro, es posible que los más jóvenes procesen los fenómenos políticos de otras formas.
En cualquier caso, las brechas generacionales ante la crisis son tremendas. Y esto ocurre en un contexto en que la mitad de la población se siente enojada respecto de cómo están las cosas y en el que hablar de política se ha vuelto mucho más frecuente —la gente que nunca conversa en familia sobre política cayó del 55%, en mayo, al 40%, ahora—. Diferencias, enojos y conversaciones políticas… tal vez la mezcla perfecta para el surgimiento de conflictos al interior de la familia, que es, por antonomasia, el espacio de encuentro entre generaciones.
De hecho, más de un tercio de los encuestados afirma que a partir de la crisis se ha generado mucha (14%) o bastante (22%) tensión entre los más jóvenes y los mayores en su familia. Es decir, la política ha entrado abruptamente a las familias y lo ha hecho dividiendo. ¿Cómo se sanan las tensiones dentro del reducto de comunidad que es hoy la familia? ¿Traerán las nuevas generaciones un verdadero recambio en política o envejecerán —quizás por el trabajo, por los hijos, por el contacto con las instituciones— pareciéndose más a sus padres? Lo poco que sabemos con certeza es que los jóvenes tienen a su favor el tiempo.