Tal como lo manifesté en mi columna anterior, el entorno externo ha mejorado en los últimos meses. A pesar de esto y de las políticas monetarias extremadamente expansivas de los países avanzados, lo más probable es que estos países mantengan un crecimiento bajo por algunos años mientras reforman sus economías y corrigen su sobreendeudamiento. Este cuadro, que se ha ido consolidando en los últimos meses, es el escenario central que presentan también el informe reciente del Banco Mundial sobre las Perspectivas Económicas Globales y la actualización de esta semana del Informe sobre las Perspectivas de la Economía Mundial del FMI.
Este escenario externo es favorable para América Latina, especialmente para países que exportan materias primas altamente demandadas en China, como Chile, Perú y Argentina y, en menor medida, Brasil, porque incluye una combinación de buenos términos de intercambio por algunos años más y condiciones financieras internacionales de bajo costo y amplio acceso, a diferencia de los países que concentran su intercambio de bienes y servicios con las economías avanzadas u otras de bajo crecimiento como Colombia, México, Centroamérica y el Caribe, que no se benefician de las alzas de precios de los commodities. En este escenario, los principales retos para la región y, especialmente para el primer grupo de países, son administrar prudentemente la bonanza, evitando que se incuben desequilibrios macro-financieros que puedan alimentar crisis futuras, y aprovechar las condiciones externas favorables para aumentar el ahorro público y acometer reformas enfocadas en mejorar las perspectivas de crecimiento de largo plazo y reducir la dependencia de productos primarios.
La administración prudente del boom requiere de una combinación de políticas e instituciones consistente con el control de la inflación y la estabilidad externa y que, además, proteja la estabilidad financiera. Esto último implica mantener la prudencia fiscal y evitar que el acceso a financiamiento externo abundante y barato alimente un boom de crédito y una burbuja en precios de activos, además de prepararse para el endurecimiento futuro de las condiciones financieras internacionales, que inevitablemente se producirá cuando la situación externa comience a normalizarse.
En paralelo, las autoridades deben evitar apreciaciones excesivas del tipo de cambio real, por su efecto en la rentabilidad de los sectores transables que no se están beneficiando de alzas de precios. Para esto, las autoridades tienen que facilitar la respuesta de oferta de insumos, cuya demanda aumenta con fuerza con la mejora en términos de intercambio, para evitar así que sus alzas de precios terminen exacerbando la apreciación real. Acciones en esta dirección están encaminadas a reducir las barreras a la expansión de la fuerza laboral y de la superficie urbana, aumentar la competencia en los sectores de servicios y reducir los cuellos de botella en energía e infraestructura.
Las políticas asociadas a mayor crecimiento de largo plazo con menor dependencia de los altos términos de intercambio y la exportación de bienes primarios son conocidas, pero nunca está de más repetirlas. En esta área es necesario que las autoridades económicas aprovechen los recursos y la calma asociada a la bonanza para invertir en mejorar significativamente la calidad de la educación pública a nivel pre-escolar y escolar, mejorando de esta manera el acervo de capital humano y, al mismo tiempo, buscar oportunidades para mejorar la productividad de la economía como un todo. Otras áreas donde hay grandes espacios para reformar políticas e instituciones para promover el crecimiento, aparte de la educación, son la calidad del Estado, la eficiencia del sistema tributario, el mercado laboral y la infraestructura.
En cuanto a las diferencias que se presentan entre los países de la región, Chile y Perú han hecho, en los últimos 20 años, avances notables en su manejo macroeconómico con políticas monetarias y fiscales que cooperan para mantener la estabilidad de precios y la solvencia externa. En paralelo, la regulación y supervisión financiera, resultante de crisis financieras anteriores, ha estado atenta a moderar los booms de créditos. Estos dos países han mantenido la estabilidad y crecido en los últimos años a tasas que superan o están cercanas a su crecimiento potencial. Sus desafíos ahora son introducir reformas para mantener altas tasas de crecimiento potencial.
Por su parte, Brasil también ha avanzado en la estabilidad macro y ha construido un sistema financiero sólido. Sin embargo, su marco institucional y de políticas genera tasas de inversión y de crecimiento de la productividad que limitan la tasa de crecimiento potencial a niveles en torno a sólo un 3,5% anual. Intentos por acelerar el crecimiento con estímulos de demanda, más temprano que tarde terminan generando un sobrecalentamiento de su economía. El reto de Brasil también está en emprender reformas procrecimiento en las áreas identificadas más arriba.
A Colombia, que también ha tenido tradicionalmente buenas políticas macro, los buenos términos de intercambio y las favorables condiciones financieras internacionales le otorgan una oportunidad para absorber inversión extranjera, no sólo en los sectores primarios sino que en la economía como un todo. Su principal reto es consolidar el progreso alcanzado en los años recientes en el control de la guerrilla y, al mismo tiempo, continuar con el fortalecimiento de sus políticas e instituciones.
México, cuyo comercio está muy concentrado con EE.UU., no tiene el beneficio de una gran mejora en sus términos de intercambio, pero se está beneficiando de su mejora en su competitividad con respecto a China, un competidor en terceros mercados. Adicionalmente, México tiene la ventaja de contar también con un buen manejo macroeconómico por más de 15 años y una nueva administración que tiene una ambiciosa agenda de reformas estructurales que ha encontrado apoyo más allá del PRI que, unida a la reciente reforma laboral, debieran impulsar su tasa de crecimiento potencial. Argentina, no ha podido beneficiarse de los muy buenos términos de intercambio porque las políticas macroexpansivas y los controles cambiarios y de importaciones le han dado un salto a la inflación y han afectado con fuerza al producto y a la inversión privada.
En resumen, el escenario externo es propicio para que un grupo importante de países de América Latina intensifique reformas de políticas e instituciones, para consolidar mayores tasas de crecimiento en el tiempo y reducir su dependencia de los vaivenes en los precios de materias primas. Este escenario externo es favorable para América Latina, especialmente para países que exportan materias primas altamente demandadas en China… En este escenario, uno de los principales retos para la región es administrar prudentemente la bonanza, evitando que se incuben desequilibrios macrofinancieros que puedan alimentar crisis futuras».