La Tercera, 5 de abril de 2015
Opinión

Píldoras para despertar

Leonidas Montes L..

En medio de la exuberancia verbal y las sospechas que generan los casos recientes, es sano dejar de lado la menudencia y los rumores para reflexionar sobre nuestra historia. Recordar sus luces, sin olvidar sus sombras, nos puede ayudar a remecer el animal spirits. Y a vencer el inexplicable pesimismo, el desconcierto y la perplejidad.

Durante el siglo XIX, con la Constitución de 1833 y el rule of law que nos legó el gran Andrés Bello, fuimos el país más estable de Latinoamérica. Aunque el siglo terminaba con una guerra civil, Chile creció, se desarrolló y progresó a un ritmo estable. A fines del siglo XIX nuestro PIB per cápita alcanzó casi el 50% del de los Estados Unidos. En cambio, gran parte del siglo XX no tuvo ese ritmo de crecimiento. Tampoco esa estabilidad.

En el furor de la Guerra Fría nos convertimos en una especie de trofeo simbólico para las fuerzas capitalistas o socialistas. Chile oscilaba entre un lado y otro de la cortina de hierro. Y en septiembre de 1970 comenzó el peculiar y accidentado camino chileno al socialismo. Allende ganó las elecciones con un 36,2% de los votos. Un presidente marxista lograba ser elegido democráticamente. Lo peculiar es que en Chile no hubo una revolución, sino elecciones. El socialismo se imponía no por la violencia, sino por las urnas. El primer año sorprendió a los chilenos y al mundo, que observaba con atención este curioso experimento socialista. Superando todas las expectativas, en 1971 el país creció al 8,9% y el desempleo alcanzó un histórico 3,8%. La atmósfera de optimismo era contagiosa. El gobierno de la Unidad Popular pregonaba en el mundo sus logros económicos. Y miles de extranjeros viajaban a Chile para participar de este romántico y aparentemente exitoso camino al socialismo. Hasta un escéptico Fidel Castro nos visitó durante casi un mes para ser testigo de este original experimento.

Pero el bombín del gasto público duró poco. El año 1972 la situación económica comenzó a empeorar. Y en 1973 la economía chilena se encontraba en una situación muy crítica. Pero antes del Golpe, los Chicago Boys ya tenían “El Ladrillo” preparado. Ahora comenzaba el peculiar y también accidentado camino chileno hacia el neoliberalismo.

Si la inflación había alcanzado un 606,1% durante el año en 1973, éste seguía siendo el gran problema después del Golpe. Sólo bajó a un 369,2% el año 1974. Chile volvía a ser otro país promedio en el concierto mundial. En 1975 nuestro PIB per cápita rozaba sólo el 20% del de los Estados Unidos. Nuevamente éramos otro país del montón latinoamericano. Liderado por Jorge Cauas, en 1975 se inicia el “Plan de Recuperación Económica”, también conocido como el shock therapy. La inflación y el gasto público fueron controlados. Chile comenzó a retomar la senda del crecimiento. Y nuestra liberalización económica, acompañada de una profunda apertura comercial, tomaba curso.

En términos económicos, casi todo parecía miel sobre hojuelas. Además, el neoliberalismo triunfaba en el mundo. En mayo de 1979, Margaret Thatcher era primera ministra de Gran Bretaña. Y en enero de 1981, Ronald Reagan asumía como Presidente de los Estados Unidos. Pero en USA ya se asomaba la recesión de 1982. Y en Chile, con el dólar fijo desde junio de 1979, algunas señales económicas ya eran inquietantes. Nuestra deuda privada en dólares aumentaba, mientras las tasas de interés subían. Las importaciones crecían y nuestras exportaciones sufrían. Las consecuencias de la recesión mundial de 1982 fueron devastadoras para Chile. La tasa de crecimiento cayó un 14% y el desempleo superó el 25%. Mientras la economía chilena caía en otra crisis profunda, se inició un período de mucha incertidumbre. Y de aguda de crispación política y social.

En abril de 1982, el emblemático padre de los Chicago Boys, Sergio de Castro, dejaba el Ministerio de Hacienda. Se puso fin al controvertido dólar a $ 39. Pero existía desconcierto. Y muchas dudas. En menos de tres años, Chile tuvo cinco ministros de Hacienda. Y en 1985 nuestro PIB per cápita volvía a ser el 20% del de los Estados Unidos. En febrero, Hernán Büchi tomaba las riendas de la economía. Chile comienza una nueva etapa de recuperación y consolidación. Es el inicio del sorprendente período dorado de la economía chilena (1986-1998), un período que también contribuyó hacia la transición que prometía la Constitución de 1980.

En octubre de 1988 fue el plebiscito. Ganó el “No”. En un notable grafiti de la época se leía: “Lo echamos con un lápiz”. Un año después, en noviembre de 1989, caía el Muro de Berlín. Y sólo un mes después, en diciembre de 1989, Patricio Aylwin era elegido Presidente. Con la Concertación se iniciaba un nuevo período que cambió a Chile. Chile creció a un ritmo sin parangón en nuestra historia. Pese al golpe de la crisis asiática de 1998, o la crisis financiera del 2008, durante los casi últimos 30 años desde la recuperación y consolidación de la liberalización económica en el año 1986, nuestro PIB per cápita se multiplicó 2,5 veces. Y en sólo 30 años nuestro PIB per cápita saltó del 20% al 45% del de los Estados Unidos. Como se puede ver en el gráfico, nos desmarcamos de Latinoamérica.

Lo que ha logrado Chile en estos últimos 30 años no tiene precedentes en nuestra historia. Nuestro país brilla, qué duda cabe, por la luz del crecimiento. Y el progreso, vaya novedad, genera mayores aspiraciones. Pero también demanda nuevos estándares y exigencias. La creciente y sana demanda por accountability y transparencia es quizá el mejor ejemplo. Y también el mayor desafío.