La Tercera, 21 de septiembre de 2014
Opinión

Política y economía

Leonidas Montes L..

En 1992, James Carville, el asesor de la exitosa campaña de Bill Clinton, acuñó la famosa frase “It’s the economy, stupid”. Hace tiempo que esta frase no tenía tanta resonancia y pertinencia en Chile. Los primeros seis meses del gobierno de Bachelet han sido un aterrizaje forzoso al duro y crudo llamado de este eslogan. Si bien es cierto que durante el cambio de gobierno -algunos todavía prefieren hablar del nuevo “ciclo político”- ya existían ciertas aprensiones que permitían prever un escenario económico más adverso, la realidad ha sido peor a lo esperado. Las luces de alerta -amarillas, primero; rojas, después- se encendieron ante un panorama cada vez menos auspicioso. Y finalmente la política cedió ante la economía.

No cabe duda que el legado en cifras económicas del gobierno de Piñera, ya sea en términos de crecimiento, creación de empleos, inflación controlada, es excepcional. El gobierno de la Nueva Mayoría se subió a esta ola con un frenesí político que menospreció las preocupaciones sobre nuestra economía. La historia de la reforma tributaria es, sin lugar a dudas, el ejemplo más emblemático de este desdeño. Partió como una imposición política. Y terminó como un acuerdo. La irreflexiva e irresponsable aprobación fast track que impulsó la Nueva Mayoría en la Cámara de Diputados tropezó con la dura realidad económica. El notorio cambio de actitud del ministro Arenas es otro ejemplo de este fenómeno.

Ya sabemos que el crecimiento del PIB para este año bordeará un magro 2%, con una inflación cercana al 4,5% y mayor desempleo. Pero el verdadero balde de agua cayó en el mes de agosto. Aquí se manifestó una desaceleración más profunda de la actividad económica, una pérdida del dinamismo del consumo y una contracción de la inversión. La depreciación del peso ha sido significativa, con un salto de los $ 460 al borde de los $ 600. El Banco Central ha bajado las tasas y, posiblemente, lo seguirá haciendo. Afortunadamente, las posibilidades de recuperación para el 2015 son favorables. El Banco Central estima un crecimiento entre el 4% y 4,5% para el año próximo. Todo esto, bajo el mágico ceteris paribus que tanto usan -y abusan- los economistas.

En los primeros meses del gobierno, en la algarabía del regreso al poder, las promesas de los grandes cambios y la memoria de las grandes alamedas alimentaron la primacía de la política. Pero también afectaron el animal spirits, ese sentimiento irracional que Keynes definió en el famoso capítulo 12 (The State of Long-Term Expectation) de su Teoría General. Basta recordar los ímpetus refundacionales promovidos por los choferes de la retroexcavadora, el fin del modelo, las utópicas aspiraciones de los estudiantes o los llamados a terminar con la política de los acuerdos, entre otras señales.

Al comienzo parecía que todos estuvieran encerrados en una especie de caverna platónica, donde el fuego de la fogata alimentaba las sombras de una realidad o alegría efímera. Pero poco a poco fue entrando la luz del sol. Entonces, algunos actores políticos sensatos se fueron dando cuenta de que esas imágenes eran sólo un reflejo pasajero. Y que la realidad, más aristotélica que platónica, era distinta. Sólo los dogmáticos creyentes en el otro modelo -ese de Venezuela o Argentina- continuaron encandilados promoviendo las demandas estudiantiles y lucha por la “justicia y la igualdad”. El pragmatismo venció al idealismo.

La oportuna encuesta CEP corroboró esta realidad. Primero que nada, nos recordó que los chilenos somos bastante autónomos e independientes y que ya no nos compramos los cuentos tan fácilmente. También que valoramos los acuerdos. Y si bien es cierto que la gran mayoría de los chilenos quiere cambios, valoramos la gradualidad. Evidentemente, el llamado es a mejorar sobre lo que hemos construido. No a destruir lo que hemos logrado con tanto esfuerzo. En resumen, develó la disociación entre el discurso inspirado por las demandas estudiantiles y la moderada realidad. De hecho, la figura que genera mayor rechazo en la encuesta CEP fue Camila Vallejo. Incluso, esa bella sombra platónica, símbolo del PC, se ha ido marchitando y desvaneciendo.

Aunque el ministro Eyzaguirre y el gobierno a ratos manifestaron cierta incomprensible y servil ceguera ante las propuestas del movimiento estudiantil -quizá fue una estrategia política deliberada, no lo sabemos-, esto también ha cambiado. Y mucho. El otrora poderoso movimiento estudiantil ha ido gradualmente perdiendo su peso e influencia.

Estas son muy buenas noticias para el país. Son, además, evidencia de nuestra madurez política. En el frágil equilibrio entre política y economía, así como la derecha ha ido aprendiendo a valorar la democracia, la izquierda ha ido aprendiendo a valorar la importancia de la economía. El eslogan de Carville y el comportamiento de los animal spirits han permitido que primen el pragmatismo por sobre el idealismo; la sensatez y la moderación por sobre el idealismo y el dogmatismo.

Son buenas noticias también porque la situación externa es compleja. Aunque los eventuales ajustes económicos internacionales -tasas de interés, flujos de capitales, volatilidad cambiaria o una contracción en la economía China- nos pueden afectar, hay algo todavía más preocupante.Como Sebastián Edwards nos recordó en estas páginas, vivimos en un polvorín. Los riesgos asociados a los conflictos vigentes y latentes, tanto en el mundo islámico como en Rusia y Ucrania, son significativos. En este complejo escenario internacional, los cambios en la actitud política del gobierno son un necesario y bienvenido alivio.