El Mercurio, 8 de enero de 2017
Opinión
Economía

¿Por qué Chile crece poco y cuáles son las salidas?

Vittorio Corbo.

El último Informe de Política Monetaria del Banco Central redujo su proyección de crecimiento tanto para este año como para el próximo, estimando ahora que el crecimiento sería un 1,5% este año y algo entre 1,5% y 2,5% el próximo.

Al mismo tiempo, diversos estudios han reducido la estimación de crecimiento potencial a niveles tan bajos como 2,5% anual (FMI). Esto ha reabierto la discusión sobre la importancia del crecimiento y los factores que están detrás de este bajo dinamismo reciente y de las mediocres perspectivas de crecimiento futuro.

La relevancia que ha retomado el debate sobre cómo alcanzar un crecimiento alto y sostenido es muy bienvenida. Nos recuerda el período 1985-2013, cuando Chile creció a una tasa promedio anual de 5,4%, lo que permitió lograr un progreso económico y avances en bienestar notables: un aumento sustancial en la expectativa de vida al nacer, la que ahora supera el promedio de la OCDE e incluso la de Estados Unidos y está muy por sobre el nivel de la región; una gran caída en la mortalidad, tanto de los infantes como infantil; junto con China, la reducción más sustancial de la pobreza, e incluso, una mejora en la distribución del ingreso, aunque esta aún sigue siendo muy desigual en comparaciones internacionales. El aumento en el producto per cápita subestima el incremento en bienestar, porque al mismo tiempo que el PIB crecía, el acceso a una mayor variedad de bienes y a productos de mayor calidad, que no se captan adecuadamente en la medición de producto, también lo hacía. Todo ello se ha visto reflejado en los altos y crecientes niveles de satisfacción con la vida que los chilenos declaran en los estudios de opinión. De hecho, de acuerdo con cifras de la encuesta CEP, un 82% de la población se declaró satisfecho o muy satisfecho con su vida en 2015, 20 puntos porcentuales más que en 1995.

Estos impresionantes logros fueron el fruto de un conjunto de reformas económicas que apuntaron a establecer y sostener el equilibrio macroeconómico, fortalecer la estabilidad financiera y crear una economía de mercado, competitiva y abierta a la economía global. Como resultado del alto crecimiento y de las oportunidades generadas para escapar de la pobreza, Chile creó una clase media significativa y muy consciente del progreso logrado. De hecho, según datos de la encuesta CEP, la mayoría de los chilenos sostiene que su nivel de ingresos, situación laboral, salud y posición social son mejores que los de sus padres.

Dada la importancia del crecimiento, cabe preguntarse entonces por qué se redujo tanto el crecimiento, desde el 5,4% promedio del período 1985-2013, al 2% del período 2014-2016. Para responder esta pregunta es necesario reconocer que, durante los últimos 15 años, el crecimiento de la productividad ya era muy tenue (Corbo y González, 2014) y que el crecimiento estaba siendo impulsado por el crecimiento del empleo y de la inversión. El boom de precios de productos primarios le dio un impulso adicional a la inversión, por sus importantes efectos en la inversión en la minería y en servicios asociados. Ahora que terminó el superciclo de los productos primarios, la inversión total y la minera han estado cayendo.

Entonces, el fin del superciclo de los precios de productos primarios y el estancamiento de la productividad explican una parte del crecimiento mediocre de los últimos años. Pero eso no es todo. Las reformas de los últimos años -tributaria, educacional y laboral- y el cuestionamiento reiterado del orden económico han contribuido a deteriorar las expectativas y el ambiente de negocios, justo cuando la economía se estaba ajustando al término del boom minero. Ha sido gracias al marco de políticas macro y la fortaleza macro-financiera que, a pesar de estos dos shocks , uno externo y uno interno, la economía chilena ha seguido creciendo, aunque a una tasa baja. En particular, en el marco de la política económica chilena, la política contracíclica más eficiente es la monetaria, y esta ha sido muy activa, amortiguando los efectos en la demanda agregada de la caída en términos de intercambio y del deterioro de las expectativas mediante bajas tasas de interés y la resultante depreciación del peso.

Ahora que el PIB per cápita en Paridad de Poder de Compra ya casi alcanza los 24 mil dólares, las grandes oportunidades para mejorar la productividad ya se han utilizado y poco se ha avanzado en iniciativas nuevas para promover el crecimiento de la productividad. Las nuevas oportunidades requieren reformas cada vez más complejas y que demandan un mayor esfuerzo de diseño y discusión política.

Con todo, para aspirar a crecer a una tasa sobre el 4% por otra década, numerosos estudios y comisiones han identificado tres áreas de acción prioritarias: educación/capital humano, inversión y productividad general.

Como lo vuelven a dejar al descubierto los resultados de la última PSU, hay una gran diferencia entre los rendimientos de los alumnos que se educan en el sistema municipal y los de quienes lo hacen en establecimientos privados y subvencionados. Muchas de estas diferencias están asociadas a desigualdades de origen que afectan el desarrollo de los niños en su etapa preescolar. La forma de corregir parcialmente estas desventajas es con un gran esfuerzo en educación preescolar de calidad, orientada al 50% más pobre de los niños chilenos. Esto debiera ser acompañado también con una mejora en la calidad de la educación pública en la enseñanza básica, media y técnica. Para las personas que ya están en la fuerza laboral, el crecimiento de su capital humano pasa por la mejora del sistema de capacitación laboral y por estimular las oportunidades para lograr un empleo formal.

Para promover la inversión se requiere reducir la incertidumbre y revalorizar el papel que cumple el empresariado y la iniciativa privada en un modelo de capitalismo de mercado como el chileno.

Para incrementar la tasa de crecimiento de la productividad se requieren reformas encaminadas a promover la reasignación de factores hacia sectores de mayor productividad (flexibilidad laboral), el emprendimiento, la innovación y la creación y destrucción de empresas. Además, es necesario hacerse cargo de la promoción de mejores prácticas de negocios, particularmente en regulación y protección de la competencia y de los consumidores, y del rezago que ha acumulado el desarrollo de la infraestructura pública.

El mayor crecimiento sostenido tiene que complementarse con políticas públicas encaminadas a promover la igualdad de oportunidades y facilitar que los grupos más pobres de la población tengan acceso a una pensión mínima.

Para avanzar hacia la igualdad de oportunidades se requiere un mejor acceso a servicios esenciales de educación y salud de calidad para los más pobres y las clases medias bajas, y sistemas meritocráticos en el sector público y privado. Un alto crecimiento es también la mejor herramienta para financiar sustentablemente este tipo de políticas públicas.

Chile ha progresado mucho en los últimos 30 años, lo que hoy se requiere es reconocer los grandes avances de esos años, construir sobre lo que ya se tiene, hacer algunas reparaciones y fortalecer el marco de políticas e instituciones, con el objetivo de incrementar la tasa de crecimiento de la productividad y del producto potencial, y de mejorar la oferta de bienes públicos de calidad en las áreas de salud, educación, pensiones y seguridad.