La Segunda
Opinión
Proceso constitucional

Profecía autocumplida

Aldo Mascareño.

Profecía autocumplida

No se debería olvidar —los propios políticos no deberían olvidar— que los mejores momentos de este período han sido aquellos en los que la alta política regresa.

Antes de la experiencia traumática de la Convención, en el entorno de la discusión constitucional se hablaba de “la casa de todos”. Lo hacían políticos, constitucionalistas, la opinión pública, los medios. El desinterés actual de muchos, incluidos quienes han buscado por décadas un texto escrito en democracia, y el rechazo del proceso por parte de la población, hacen que la Constitución parezca hoy un objeto contagioso.

En ese mar de indiferencia, un puñado de chilenos trabaja en ella: 50 consejeros y 24 expertos. Muy pocos para construir una casa grande con espacio para todos.

El momento de impresionar a los electores propios ya pasó. Se formularon enmiendas polémicas para hablar fuerte y fijar estándares que luego se negociarían. Esa es una estrategia. La cuestión es si tiene que ser la única.

En las discusiones para la habilitación de este segundo intento constitucional, la mayor parte de los partidos políticos con representación democrática jugaron un rol fundamental en la negociación del modelo para llevarlo adelante, en su diseño y en el nombramiento de expertos. Ahora están demasiado en silencio. Como en el famoso dilema del prisionero, nadie quiere dar un paso adelante para torcer el destino de lo que ya parece escrito.

Los últimos cuatro años han sido difíciles para la política chilena. Sin embargo, no se debería olvidar —los propios políticos no deberían olvidar— que los mejores momentos de este período han sido aquellos en los que la alta política regresa. El acuerdo de noviembre de 2019, el acuerdo por Chile de diciembre 2022 y el trabajo sobrio y eficiente de los expertos son muestras de las alturas a las que es capaz de llegar la política chilena cuando predomina una actitud de comprensión mutua.

Los propios partidos han tenido que luchar por su protagonismo en los últimos tiempos. Superaron el momento crítico del “pueblo unido avanza sin partidos”, pero ahora no han desplegado estrategias para mostrar a la ciudadanía lo importante que es una buena Constitución, para discutir políticamente con los cercanos sin romper con ellos, para negociar con mayorías cuando se es minoría.

Puesto que se trata nada menos que Constitución, este es el momento en que la reflexión colectiva de los partidos, su capital político y el de sus líderes, debe acompañar y apoyar a sus consejeros. El problema no puede quedar a merced de la voluntad, la intuición o la defensa de principios, sino que debe basarse en conocimientos, técnica constitucional y estrategia política. Sin esto no habrá una nueva y buena Constitución y, lo que es peor, la política no habrá asumido la tarea de guiar en momentos cruciales, de al menos intentar cambiar la opinión ciudadana antes del 17 de diciembre. Profecía autocumplida se llama esa obra.