El Mercurio, 2 de febrero de 2014
Opinión

¿Qué acabó con la Feria del Disco?

Sergio Urzúa.

Me declaro un fanático de la tecnología. Por eso me entusiasmó la invitación de un amigo de EE.UU. a probar sus Google Glass. Si aun no ha leído al respecto, se lo cuento: imagine anteojos con una minipantalla que le permite leer su correo, sacar fotos con un parpadeo, conversar con amigos vía video, etc. Si bien la funcionalidad no es perfecta -tampoco lo era el primer iPhone, y mire qué pasó-, los comandos de voz son eficientes. Por ejemplo, me bastó decir «ok glass, listen to The Beatles» para que el dispositivo comenzara a tocar las canciones del famoso grupo inglés desde la colección de mi amigo. De hecho, Glass puede identificar canciones en la radio, comprarlas y agregarlas automáticamente a «la nube» del usuario. Todo, con simples mensajes de voz. ¡Fascinado por el ahorro de tiempo y máxima eficiencia!

La experiencia me llevó a recordar la seducción que representó mi primer reproductor de mp3. Lo recibí como regaló en 2001. Tenía 64 megabytes de memoria, «suficientes» para 20 canciones, lo que me obligaba a ser muy cuidadoso en la selección de los temas, los que traspasaba desde mis CD al dispositivo a través de la computadora. Por meses le saqué el jugo al reproductor, pero no pasó mucho tiempo antes de que fuese reemplazado por otro regalón: mi primer IPod. Lo compré en 2002. Tenía 10 gigabytes de capacidad, lo que básicamente me permitió traspasar toda mi música al diminuto aparato. Me tomó un par de días hacerlo, pero el proceso valió la pena. Nunca más tuve que andar acarreando CD, los que quedaron guardados en la caja de los recuerdos, junto a casetes de música y VHS.

Pero las empresas entendieron que la experiencia de ir a la tienda a comprar discos era innecesaria. ¿Para qué obligar al consumidor a gastar tiempo si se le puede llevar la música a su casa? La revolución fue total. Napster, iTunes, Amazon y Google Play han cambiado la industria de la música completamente. La descarga segura, barata y casi instantánea es hoy la práctica habitual. Esto, además, ha permitido pelear contra la piratería, incentivar la aparición de nuevos artistas y consolidar la trayectoria de otros. A modo de ejemplo, hace un par de semanas Beyoncé, la popular artista estadounidense, anunció sorpresivamente su quinto disco utilizando Instagram . En tres días iTunes vendió 829 mil copias del álbum.

Se extrañará la Feria del Disco, pero no por la generación sobre la cual la industria tiene los ojos puestos. Su fin no se explica por la piratería, sino por su incapacidad para ajustarse a los rápidos avances tecnológicos. Y si bien el proceso es conocido, la velocidad con que opera es lo sorprendente. El mensaje es claro: reinventarse o morir. Es el precio de los nuevos tiempos. El tema -una vez más- es innovar, innovar que el mundo va a cambiar.