Revista Capital, 316 (30 de diciembre del 2011 al 26 de enero del 2012)
Opinión

¿Quiere calidad y equidad en educación? Comience desde abajo

Harald Beyer.

En el debate educacional de 2011, el nivel preescolar estuvo prácticamente desaparecido. Sólo al final emergió a la superficie. En las últimas etapas de la tramitación del presupuesto 2012, el gobierno se comprometió a acelerar y completar la expansión de su cobertura. Aceptó aumentar fondos y envió un proyecto de ley para, entre otros aspectos, reajustar en un 18% la subvención para este nivel.

Esta falta de preocupación es curiosa, toda vez que en el transcurso del año se habló mucho de calidad y equidad, objetivos casi imposibles de lograr sin una buena educación preescolar. Para ilustrarlo es bueno recordar que al ingresar a la básica un niño cuyos padres son graduados universitarios maneja un vocabulario del orden de 4.500 a 5 mil palabras. En cambio, un niño que viene de un ambiente desaventajado domina, en promedio, de 2 mil a 2.500 palabras.

Las diferencias iniciales no sólo se producen en el ámbito de las habilidades cognitivas, sino también en las socioemocionales, tanto o más importantes que las cognitivas para una serie de desempeños como promedio de notas, egreso oportuno de la educación secundaria, probabilidad de graduarse de una institución terciaria, salarios y empleo, entre otros.

Hay que tener claro que el paso por la educación preescolar no es garantía de buenos resultados. Algunas experiencias han mostrado escasos efectos sobre las dimensiones mencionadas. En cambio, otras ejercen impactos significativos. Son estas últimas las que hay que adoptar. Desde luego un curriculum estimulante pero, sobre todo, educadoras capaces de promover las habilidades cognitivas y socioemocionales. Los antecedentes disponibles, como la prueba Inicia, sugieren que en el país no parece haber capacidades docentes suficientes para producir una transformación profunda. Crearlas es una tarea urgente para avanzar en equidad, inclusión y calidad.

También se requiere una reorganización de la institucionalidad. No hay separaciones claras entre provisión y supervisión, y eso no ayuda para avanzar hacia una educación preescolar de alto nivel. Es importante, además, asegurar una cobertura para los más vulnerables a partir de los tres años. Hay buenas razones para pensar que la atención de niños de entre 3 y 5 debería estar en una instancia distinta que la de 0 a 2: entre otras razones, porque en el primer grupo los proveedores son una mezcla de colegios y jardines.

La educación preescolar puede ser la mejor “fábrica” de oportunidades, pero no sólo es un asunto de cobertura y recursos: se requieren cambios significativos para generarla.