El Mercurio, 24 de junio de 2012
Opinión

Ranking y educación superior

Sergio Urzúa.

Todo parece indicar que el ranking de notas durante la educación media puede llegar a ser un factor relevante para el ingreso al sistema de educación superior. Dos argumentos motivan esta medida: su poder predictivo respecto del desempeño académico, y una mayor equidad en el acceso al sistema. Ambos argumentos tienen mérito. Sin embargo, distintas razones sugieren la necesidad de avanzar con cautela.

En primer lugar, si bien es efectivo que el ranking predice el desempeño académico futuro, los resultados son dispersos y deben ser interpretados con precaución. Esto ya fue planteado por la Comisión de Financiamiento Educacional en su informe. Adicionalmente, la mejor evidencia disponible muestra su poder predictivo, pero sólo para quienes ya fueron admitidos. No informa respecto del desempeño de aquellos jóvenes que hoy no ingresan, pero sí lo harían al incorporar su ranking . Así, los resultados no parecen ser suficientes para asegurar el éxito de la propuesta en cuestión.

El segundo argumento es de equidad. La idea parece ser, en parte, castigar a los «cuicos» flojos y beneficiar a jóvenes que destacan en el colegio al que van, sin importar la calidad del establecimiento. El argumento puede ser válido, pero un sistema como el propuesto genera ganadores y perdedores. ¿Cuál es la justificación para empeorar la situación de un alumno del Instituto Nacional con alto desempeño en la PSU, pero que no alcanzó un alto ranking en su curso? La respuesta no es obvia.

Finalmente, y sin discutir si la utilización de este indicador implica un reconocimiento de que no es posible competir por calidad, surgen varias dudas. ¿Qué ocurrirá con los colegios grandes versus los chicos? (¿Es lo mismo ser el número 15 de un colegio de 15 que el número 100 de un colegio de 100?) ¿No convendrá dividir los colegios más grandes? ¿No ocasionará esto una competencia malsana en el interior del curso? ¿No convendrá a mu- chos emigrar de un colegio exigente para irse a uno peor? ¿No perjudica esto a los colegios de calidad? Y en cuanto a las universidades, ¿no perderán las carreras selectivas alumnos probadamente capaces que deberán irse a universidades de menor calidad? ¿Se modificará la forma de asignar el AFI? ¿Es congruente esta propuesta con el objetivo del ministerio de acortar las carreras?

El entusiasmo por la utilización del ranking en el sistema de admisión universitaria se contrapone con la cautela con que analizó el tema la Comisión de Financiamiento Educacional. Sin un análisis detallado de todas sus aristas, su empleo parece más bien responder a un principio político y no técnico. Si se busca identificar un instrumento que prediga desempeño académico por sobre la PSU, ¿no sería conveniente evaluar otras opciones? Existen muchas posibilidades, y el ranking es sólo una de ellas.