Más que lamentarnos, lo que hoy nos queda es hacer frente a la oportunidad que presenta la reconstrucción y restauración de las superficies quemadas.
En estos días, cuando estamos entrando en el otoño, con bajas de temperatura y sus primeras lluvias en la zona centro sur, es importante recordar y reflexionar sobre los trágicos y feroces incendios forestales que experimentamos durante el verano.
Una vez terminadas las emergencias, debemos detenernos y analizar los impactos de largo plazo en la biodiversidad, en las comunidades y en el sector productivo que nos abastece de madera. Es importante además preguntarnos cómo podemos reducir la ocurrencia, ser más efectivos en su combate y reducir las amenazas.
Para ello, es decisivo generar una conversación transversal que nos permita analizar y rediseñar las acciones de prevención, de combate, pero por sobre todo del diseño del paisaje con énfasis en la sustentabilidad de largo plazo en un escenario de cambio climático, con mayores temperaturas, olas de calor y menores precipitaciones.
Es preocupante que, por segunda vez en menos de diez años, se produzcan nuevamente mega incendios con una gran pérdida de vidas humanas, viviendas y una superficie de bosques afectados al menos seis veces superior al promedio de incendios de los últimos cinco años.
Estos incendios dejan extensas áreas desprovistas de vegetación, con un fuerte riesgo de erosión y sin posibilidad de entregar la gran variedad de servicios ecosistémicos que los bosques nos dan como, por ejemplo, la captura de carbono, el equilibrio de la temperatura y el control de erosión, afectando directamente a las comunidades cercanas que dependen de ellos.
Adicionalmente, la gran cantidad de carbono liberado a la atmosfera por estos mega incendios, calculada en más de 50 millones de toneladas, contrarresta en seis veces todo el esfuerzo que estamos realizando para descarbonizar nuestra matriz Columna Eduardo Katz C Rediseñar el paisaje después de los mega incendios energética, equivalentes a ocho millones de toneladas en el 2022.
Como una respuesta a los siniestros del 2017 y después de numerosos reportes académicos y de organismos internacionales, durante los últimos cinco años, se han aumentado significativamente los recursos públicos y privados para el combate y prevención. Por ejemplo, los recursos aéreos de Conaf han aumentado en al menos cuatro veces, pasando de 16 aeronaves el año 2016 a 63 actualmente. El Estado ha actualizado su institucionalidad de prevención y respuesta a desastres, a través de Senapred, mientas que los propietarios y empresas han tomado medidas de prevención significativas como, por ejemplo, la disminución de material inflamable en las plantaciones y la generación de cortafuegos de importantes dimensiones, entre otras.
Más que lamentarnos, lo que hoy nos queda es hacer frente a la oportunidad que presenta la reconstrucción y restauración de las superficies quemadas. Aparte de apuntar a mejores estrategias de combate y prevención, debemos buscar una solución integral que nos permita actualizar el controvertido paisaje forestal. En las próximas semanas y cuando las emergencias hayan pasado, se debería impulsar un debate amplio respecto a cómo reconstruirlo, con la finalidad de buscar la sustentabilidad social, ambiental y productiva.
Se debe propiciar un espacio para un diálogo entre las comunidades, el Estado, las ONG, universidades y empresas forestales, en favor de diseñar un mosaico de bosques nativos y plantaciones que permitan restablecer los servicios ecosistémicos, reducir la erosión y producir madera. Todo esto, junto con brindar una mejor calidad de vida y empleos para quienes habitan la zona centro sur del país.