La Segunda, 24 de diciembre de 2013
Opinión

Regalos para la derecha

Leonidas Montes L..

La diosa Fortuna fue excesivamente generosa con la Nueva Mayoría: les cayó Michelle Bachelet del cielo. Al terminar su mandato, ella fue muy sabia. No se dejó contaminar con los ataques del 27-F. Tampoco permitió que la salpicaran las cuentas pendientes por no dejar a Eduardo Frei como Presidente. Sólo se habría preocupado, decían las malas lenguas de una Concertación agonizante, de cuidar su elevada popularidad. Simplemente partió a Nueva York. Y volvió en gloria y majestad a recomponer el alma de una Concertación que, junto al Partido Comunista, ahora se llama la Nueva Mayoría.

En cambio, la derecha ha sido víctima de la malignidad de la fortuna. Después de la luna de miel con los mineros, la diosa no ha tenido piedad con el sector. Ni antes, ni durante, ni después de las elecciones. Todo parece recordarnos esa famosa carta en que Maquiavelo, alejado del poder, se queja de su situación y confiesa: “…me desahogo de la malignidad de esta suerte mía, contento de que me arrastre por esta vía, a ver si se avergüenza de una vez”. Después de cuatro años de un exitoso y también controvertido período, pareciera que así se despide del poder la derecha. La Fortuna, con muy buenos números y un mal resultado político, no se avergüenza.

Pero ya es tiempo de Santa Claus. Y esperemos, o mejor dicho, soñemos, con algunos regalos que nos podría traer el viejito pascuero.

Para esta Navidad, lo primero que habría que pedirle a Santa Claus es algo de verdadero liberalismo. ¿Y si ya tenemos liberalismo económico, qué más debería traer este regalo tan grandilocuente? Por de pronto, tolerancia y apertura. La tolerancia nos exige un esfuerzo. Toleramos aquello con lo que no estamos de acuerdo o simplemente no nos gusta. Ignorar o ningunear las diferencias —como ha sido costumbre en la derecha— deriva en una simple y cómoda indiferencia. Usted puede no estar de acuerdo con la homosexualidad. Quizá tampoco le gustaría que su hijo fuera homosexual (esta aprensión, por cierto, es comprensible en la sociedad en la cual vivimos). Pero no por ello podemos impedir que, en una sociedad libre, los gays lleven una vida digna. Que también tengan sus derechos y sean aceptados como tales es un imperativo. Lo otro es tan brutal y anacrónico como cuando la derecha se oponía al divorcio. Dicho sea de paso, todavía no tenemos el bullado, publicitado y ampliamente discutido “Acuerdo de Vida en Pareja”.

También incluiría el principio de que, aunque no todos somos iguales, todos somos iguales ante la ley. Esto es la base del famoso rule of law del mundo anglosajón. El mérito se basa en que no hay sólo privilegiados por herencia o por apellidos. Abrir y emparejar la cancha es importante. Y muy necesario para el desarrollo de Chile.

Otro regalo sería la humildad. Si Marx nos atemorizaba en su “Manifiesto Comunista” con ese fantasma del comunismo que recorría Europa, la derecha no tiene que temerle tanto al PC. Tiene que temerle más a ese fantasma del individualismo posesivo que la recorre. En nuestro sector, la política parece jugarse entre patrones de fundo y dueños de la verdad. Y aunque esto es inherente al juego político, y ciertamente propio de la naturaleza humana (¿conoce a alguien de izquierda que no le guste tener la razón?), hay que reconocer que en la derecha la expresión de estos rasgos se manifiesta con mayor intensidad y frecuencia.

Un regalo de cultura, en el amplio sentido de la palabra, nos vendría muy bien. Sólo basta ver lo que ha sucedido en el plano de las ideas. La relación, si así puede llamarse, de la derecha con la historia, la sociología, la filosofía, las artes y las humanidades en general es el mejor ejemplo. Después de menospreciar a los intelectuales como seres poco productivos, la derecha se sorprende de que hoy Salvador Allende sea un ícono. A estas alturas de nuestro desarrollo, el progreso no es sólo la economía y los fríos números.

Por último, el mejor regalo sería recuperar la confianza colectiva y el sentido de equipo. Basta ver cómo en nuestra derecha, derrotada y humillada, los sables surcan los aires y los disparos encienden las praderas. Si algo aprendimos durante este gobierno es que el arte de gobernar es complejo. Y que las cifras no lo son todo. En fin, una Feliz Navidad, con la esperanza de que el futuro del sector se encuentre en las nuevas generaciones.