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Resultados académicos: ¿Qué pasa con las escuelas de la elite?

Mauricio Salgado O..

Resultados académicos: ¿Qué pasa con las escuelas de la elite?

¿Qué futuro tendrá el ideal meritocrático en Chile si su elite escolar expresa menos motivación por el estudio, pero concentra el acceso a las universidades más selectivas?

Los resultados de la prueba PAES reabrieron el debate sobre el mérito entre los jóvenes de familias acomodadas, educados en un puñado de escuelas pagadas que concentran los puntajes más altos en esta prueba, y quienes tienen menos recursos y estudian en escuelas públicas gratuitas.

Dentro del conocimiento informal que reproduce la escuela está la creencia de que ella recompensa a los estudiantes por su talento y esfuerzo y no por su origen social. A nivel institucional, esta creencia proporciona a la escuela su razón de ser. A nivel individual, moldea los autoconceptos y definiciones personales de éxito o fracaso. El desafío de las escuelas de la elite es transformar el privilegio en logros merecidos, proceso que legitima su posición. ¿Lo consiguen en Chile?

La prueba PISA 2022 mostró que los escolares chilenos situados en el 20% más rico de los países de la OCDE obtienen puntajes inferiores al promedio alcanzado por sus pares internacionales. Así, los estudiantes chilenos ubicados en el quintil más rico de la OCDE logran en matemáticas un promedio cincuenta puntos por debajo de los escolares de Turquía del mismo quintil.

Estos resultados debieran alarmar a las familias más acomodadas. La alta inversión en educación que realizan permite que sus hijos accedan a las universidades selectivas del país, pero no alcanza para que consigan aprendizajes similares al promedio de las elites escolares globales.

Además, la brecha de aprendizaje entre adolescentes ricos y pobres se ha estrechado porque el desempeño de los primeros baja mientras que el de los segundos sube. El promedio PISA de matemáticas del quintil más pobre escaló de 374 puntos el 2012 a 382 el 2022. En cambio, el del quintil más alto cayó de 485 a 460 puntos. El Simce muestra una tendencia similar. En matemáticas, el promedio de los matriculados en escuelas de alto estatus descendió de 336 puntos el 2012 a 316 el 2022. Esto contrasta con la estabilidad en el rendimiento observado entre quienes asisten a escuelas de estatus bajo: 225 puntos el año 2012 y 224 el 2022.

La caída en los resultados de la elite escolar puede estar explicada por el debilitamiento del valor del esfuerzo, reflejada en el gusto por el estudio: la motivación y energía que ponen para aprender. En la elite escolar chilena, este indicador es comparativamente bajo.

Según el Simce 2022 de segundo medio, solo un 41% de quienes asisten a escuelas de alto estatus social declaran que les gusta estudiar. Entre los escolares de estatus bajo la cifra llega a 53%. Esta brecha se ha incrementado desde el 2016, empujada por el alza en el gusto por el estudio entre los estudiantes más pobres y un relativo estancamiento entre los más ricos.

Tenemos así una elite escolar aplicada, pero no motivada –con un menor gusto por el estudio, aunque con mejores resultados comparados Simce o PAES– y escolares desfavorecidos que declaran estar más motivados, pero con bajos resultados. Y en ambos extremos de la jerarquía social, escuelas subóptimas: ineficientes entre los más desfavorecidos, incapaces de traducir su mayor y creciente gusto por el estudio en buenos resultados, e ineficaces en la elite, con crecientes problemas para motivarla, mejorar su rendimiento y situar sus aprendizajes al nivel de las elites globales. De esta situación surge una pregunta: ¿Qué futuro tendrá el ideal meritocrático en Chile si su elite escolar expresa menos motivación por el estudio, pero concentra el acceso a las universidades más selectivas?