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Retiros previsionales, modernización del Estado y constitución

Rafael Sánchez F..

Retiros previsionales, modernización del Estado y constitución

El problema es que el que grita más fuerte (da igual el contenido) o hace más show (por ejemplo: aletear con capas llamativas en la mitad del Congreso) acapara cámaras (¿le suena una tal abuela?).

En estos días se está por votar en el Congreso el tercer retiro de recursos previsionales, propuesto por diversos parlamentarios, con la finalidad de “apoyar financieramente a las familias que se han visto fuertemente afectadas por la pandemia”. Se ha insistido en este tipo de estrategia a pesar de que los técnicos y especialistas, de manera transversal, han señalado que es una pésima política pública. Es más, incluso muchos de los parlamentarios que han apoyado estos retiros han reconocido que es una mala idea pero que “no queda otra”, puesto que el gobierno no ha entregado la ayuda suficiente. Esto es como decir, sabemos que es malo y como no se nos ocurre nada mejor aprobamos una pésima idea.

Al analizar qué ha sucedido con los ahorros previsionales efectivamente retirados se observa que parte de ellos se destinó al consumo de bienes y al pago de deudas, pero casi dos tercios permanece aún en las cuentas bancarias y de ahorro de las personas (IPOM marzo 2021). ¿Qué sucedió si el dinero retirado fue a parar a ahorro? Explicaciones pueden haber varias (ej: falta de confianza en la mantención del sistema previsional, incertidumbre futura en el hogar, etc.). Lo relevante sin embargo es que no se utilizó para consumo, que era el gran argumento de los parlamentarios que apoyaban el retiro de fondos. Este dato es consistente con información respecto de que personas que no vieron caídas en sus ingresos hicieron efectivos sus retiros de fondos previsionales, tales como empleados públicos que no perdieron el trabajo ni vieron suspendida su relación laboral.

Respecto a las ayudas del gobierno, ellas nunca serán suficientes ni oportunas. Ello, debido a la magnitud del shock generado por la pandemia, así como también a problemas de identificación de beneficiarios por parte del Estado. Es aquí entonces donde se hacen patentes dos mejoras que, si bien se han venido proponiendo hace tiempo, aún no ha sido posible implementarlas.

En primer lugar, es crucial que el Estado se deje de manejar como feudos independientes y mutemos hacia un Estado que tenga al ciudadano como centro. ¿Cómo va a ser posible que los ministerios no tengan acceso a toda la información (que sí está en el Estado) para poder identificar las necesidades de la población? Hoy existe una falta de visión holística en el Estado. ¿Sabía usted que solo un par de ministerios pueden acceder a la mayoría da los datos mientras que el resto de los ministerios o servicios no? Eventualmente (no siempre) se podría vía convenios, pero estos usualmente toman meses… y meses en una pandemia son como si fueran décadas en períodos normales.

En segundo lugar, se hacen patente las urgentes mejoras que necesita nuestro sistema político, y en particular nuestro Congreso Nacional. El nivel de discusión y los argumentos utilizados son francamente lamentables. Por algo ya muchos llaman coloquialmente a nuestro Congreso “el kínder”. El problema es que el que grita más fuerte (da igual el contenido) o hace más show (por ejemplo: aletear con capas llamativas en la mitad del Congreso) acapara cámaras (¿le suena una tal abuela?). ¿Quizás es hora de revisar los incentivos que genera el sistema político? Es de esperar que en el proceso constituyente actualmente en curso se aborde esta materia de manera de perfeccionar nuestro sistema político, pues éste evidentemente ya no da para más tal y como está.