La Segunda, 15 de abril de 2014
Opinión

Señales preocupantes

Leonidas Montes L..

La semana pasada me llamó la atención un titular insignificante: “Secundarios aceptan reunirse con ministro”. La noticia era acerca de una invitación del ministro de Educación a la “Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios” (Cones). Por muy loable que sea la actitud o estrategia abierta al diálogo del ministro Eyzaguirre, no deja de sorprender que los estudiantes secundarios “acepten” dicha invitación. Podrían no haberla aceptado. Evidentemente, los tiempos han cambiado. Pero, ¿tanto como para que una cita con el ministro quede al arbitrio de unos escolares? Este hecho, aparentemente trivial e intrascendente, es sólo otra señal.

Es comprensible que los estudiantes universitarios tengan influencia. Pero, ¿es razonable que algunos representantes de enseñanza media adquieran la potestad o el derecho de rechazar una invitación del ministro de Educación? Quizá ya se agruparán los alumnos de educación básica. Surgirá una “Coordinadora Nacional de Estudiantes Primarios” (Conep). Lo triste es que nada ocurrirá con los niños que necesitan educación preescolar. Aprendiendo a dar sus primeros pasos en la vida, ellos no protestan. Por lo tanto, no serán invitados por ningún ministro. Es lamentable. También deberían ser escuchados. Desde su inocencia —libres también de esa precoz soberbia estudiantil propia del idealismo— podrían decir algunas verdades.

Si bien grandes políticos como Allamand y Escalona se formaron y forjaron en estas lides estudiantiles, hay que evitar los extremos. En 1953, el gobierno argentino de Juan Domingo Perón promovió la creación de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), una agrupación financiada y liderada por el peronismo. Naturalmente, aparecieron centros recreativos, sedes deportivas y otras obras de infraestructura para que los pibes se entretuvieran y soñaran con el Hombre Nuevo. Aunque ya vemos algunos coqueteos que miran con demasiado entusiasmo a Argentina, y hacen la vista gorda con Venezuela, todavía estamos muy lejos del peronismo.

El debate en educación es preocupante. Se pregona un rol hegemónico del Estado. Una cosa es promover y defender una educación pública de calidad. Otra muy distinta es querer destruir todo lo que se ha hecho por una nostálgica pataleta ideológica. La imagen de la retroexcavadora, no hay que olvidarlo, es el epítome del neopopulismo que algunos pretenden imponer. Si hasta el senador Letelier afirmó, en el fragor ideológico, que los colegios subvencionados serían “una herencia neoliberal”.

Y del ministro de Educación, quién lo viera y quién lo ve. Eyzaguirre simplemente reduce lo público a lo estatal. Se refiere a las universidades estatales como el “alma de la nación”. Centra la investigación en ellas, ignorando u omitiendo lo que hacen muchas universidades privadas. Incluso promueve el populismo en el gobierno corporativo de las universidades. Se le olvidó cómo funciona Harvard. O quizá no le conviene acordarse de esa universidad capitalista donde tuvo el privilegio de estudiar. La razón es simple: la mejor universidad del mundo hoy sería criticada en nuestro país, tal vez vilipendiada. En Harvard hay que pagar muy caro. Se selecciona a los mejores. Y los estudiantes tienen muy poco que decir acerca del manejo de la universidad.

El debate de las universidades se limita al manoseado eslogan del lucro o al malvado neoliberalismo. Es cierto que las universidades estatales compiten con una mano atada. Están sujetas a estrictas rendiciones de cuentas, a la Contraloría, etc. Pero sus ataduras no son responsabilidad del capitalismo. Son culpa del Estado. Y la solución no pasa sólo por darles más recursos. Hay que partir por gobiernos corporativos que velen por la calidad y la competencia. Y no por el feudalismo y la burocracia rampante que el actual sistema tiende a promover. Basta ver lo que sucedió en Argentina con la gloriosa Universidad de Buenos Aires. Puede que sea gratuita, pero dejó de ser lo que era.

En Chile se sigue estrujando el eslogan del lucro y resucitando esqueletos sesenteros. Vestidos con nuevos ropajes, estos añejos ideales aparecen como sueños nuevos. Quién sabe. Al final, nuestra Universidad de Chile podría terminar como la UBA. “Viva la educación pública y abajo Andrés Bello”, celebrarían algunos. La historia del Hombre Nuevo y la democratización de la educación ya la conocemos. No se vaya a repetir.