Se han revelado los resultados de los Simce de 2º, 4º y 6º básico, y se corrobora una estabilidad respecto de 2013 y 2012. Al mismo tiempo, no ceden las brechas por nivel socioeconómico, lo que no deja de ser desalentador. En períodos previos y bajo diversos gobiernos los desempeños iban mejorando y las brechas acortándose, tendencia confirmada por pruebas internacionales. No tenemos una explicación para este «planeamiento» reciente. Podría especularse que nuestro sistema, bajo sus actuales rasgos, no puede mejorar más. Solo cambios estructurales o más competencias docentes producirán un nuevo impulso. Una explicación alternativa es que se ha insistido tanto en que nuestro sistema educativo está en crisis y que los desempeños de nuestros estudiantes obedecen a factores que no pueden ser afectados por las comunidades, que el sistema y sus actores se han «relajado». No es evidente que se pueda distinguir entre ambas hipótesis, y tampoco son contradictorias. Pero sí nos advierte sobre la necesidad de no renunciar a mantener al sistema motivado y razonablemente «empujado».
Y aquí una segunda noticia desalentadora. ¡Qué pobre la información que se entrega a la opinión pública! Los informes a los colegios muestran una positiva evolución, no así los datos que recibe la opinión pública. Parece que se quiere evitar comparaciones que -se argumenta- pueden estigmatizar a los planteles y estudiantes de bajo desempeño. ¡Que ello ocurra tiene escaso sustento! En cambio, es evidente que se anula un debate que, aun con ocasionales errores de interpretación, es muy útil para pensar en las políticas e instituciones que pueden contribuir a una educación más equitativa y de más calidad.