El ministro Briones ha decidido tomar el toro por las astas. Hace pocas semanas comunicó una agenda para mejorar la eficiencia y transparencia del Estado, y creó para ello una comisión asesora que está evaluando las diferentes partidas presupuestarias.
El foco de la discusión ha estado en los últimos años puesto en cómo recaudar o gastar más, pero jamás en cómo podemos gastar mejor. Este punto es clave no solo desde una perspectiva económica (eficiencia en el gasto), sino también desde una perspectiva ética: cada peso que el Estado malgasta es un peso que se le quita a los más necesitados. Aquí la tarea es grande, no solo por la ineficiencia del Estado, sino principalmente por los intereses de grupos poderosos que hay que derrotar; ¿o alguien cree que los programas que salen todos los años mal evaluados se aprueban simplemente por inercia?
Para avanzar hacia un gasto más eficiente y justo se deben enfrentar al menos tres dificultades. La primera tiene relación con los múltiples programas que desde un punto de vista social son absolutamente ineficientes, pero que están capturados por algunos políticos y por los que trabajan en dichos programas, que al final del día resultan ser los beneficiarios directos. Según la Dipres, 46% de los programas fueron mal evaluados en 2019 y, sin embargo, se volvieron a financiar. No recuerdo a ningún político haber peleado porque esto no sucediera.
La segunda tiene relación con las ineficiencias en las prestaciones del Estado, cuyo origen muchas veces está en un mal diseño de los incentivos y en los intereses de los trabajadores. Por ejemplo, la subutilización de los quirófanos en hospitales públicos. El informe de la Comisión Nacional de Productividad estimó que en promedio un quirófano en un hospital público se utiliza apenas el 53% del tiempo disponible (4,8 horas diarias). Una de las principales razones sería que las cirugías comienzan 40 minutos tarde en la mañana y la última termina dos horas antes del horario de término, además de la pausa en la hora de colación. ¿Quiere saber la verdadera razón de por qué esto ocurre? Pregúntenle a los doctores que trabajan ahí y verá cómo esta ineficiencia tiene beneficiarios directos, que por supuesto no son las personas enfermas.
Finalmente, están las exenciones tributarias o limitaciones al mercado que benefician a grupos poderosos y son tremendamente regresivas, como es el subsidio al diésel, la renta presunta o la prohibición de cabotaje para naves extranjeras. Para que se hagan una idea, el Estado deja de percibir cerca de dos mil millones de dólares anuales por el subsidio al diésel y la renta presunta, pero gasta menos de dos millones de dólares al año en tratar de insertar en el colegio a los niños que están en la calle y no en la escuela. Así de justo es nuestro gasto público.
Según el BID, la ineficiencia en el gasto fiscal en Chile representa 1,8% del PIB, más de cinco mil millones de dólares anuales.
El ministro Briones ha decidido tomar el toro por las astas. Hace pocas semanas comunicó una agenda para mejorar la eficiencia y transparencia del Estado, y creó para ello una comisión asesora que está evaluando las diferentes partidas presupuestarias.
Todo indicaba que el 18-O abría una ventana para por fin ponerle el cascabel al gato. Pero la negociación con los gremios del transporte para reducirles el TAG nos reveló el peso de la realidad y nuestra miseria humana. Habrá que esperar la próxima Ley de Presupuestos para ver si el ministro tiene al toro por las astas o salió corneado.