El Mercurio, 1 de julio de 2018
Opinión

Sobre superhéroes

Ernesto Ayala M..

Cada vez más, las enormes producciones involucradas y los millones en efectos especiales y publicidad limitan los riesgos artísticos al mínimo y las cintas de superhéroes se adhieren a fórmulas ya probadas.

¿No debería la crítica hacerse cargo de las películas de superhéroes que hoy pueblan la cartelera? A juzgar por su calidad, no debiera hacer falta (más sobre eso en breve). Como fenómeno cultural, quizá. Los largometrajes con superhéroes son, por lejos, los que más público llevan al cine hoy. Como muestra un botón: no solo «Avengers: Infinite War» y «Pantera negra» son las películas más vistas en el mundo en lo que va de 2018, pues sumadas «Deadpool 2» y «Los Increíbles 2», representan poco menos de la mitad de los ingresos que han generado las primeras 20 cintas del ranking , que es la zona donde está el auténtico negocio.

Obviamente hay algo profundo en la relación entre superhéroes y humanos. Los superhéroes provienen de muy lejos: Hércules, Perseo, Prometeo, Aquiles, Sansón, Moisés incluso. Joseph Campbell documentó esto extensamente a mediados del siglo XX. ¿Qué conexión hay entre aquellos héroes y los actuales? No pocas. Aunque no hay que descartar cuánto los artistas detrás de los superhéroes actuales leyeron o fueron influenciados por el mismo Campbell (como George Lucas lo confesó en su momento). O por Jung o Mircea Eliade, que también indagaron en la relevancia psicológica y cultural de los mitos. Hay paño que cortar aquí, pese a que suele hacerse con mucha cháchara esotérica. «El protegido» (2000), de M. Night Shyamalan, que es posiblemente una de las cintas artísticamente más ambiciosas nunca hechas sobre un superhéroe, invoca esta conexión con los mitos. Pero la cinta no ha envejecido bien (mucho flashback , golpes de montaje cuestionables, un villano de interés excesivamente superior al protagonista). Su «metajustificación» tampoco.

La mejor historia de superhéroes que he visto es, claro, «Watchmen», de Alan Moore, la novela gráfica de 1986. La adaptación que hizo Zack Snyder en 2009 es solo uno más de los tantos bodrios que han salido de su mano (y que hoy gobiernan el universo de las cintas DC). Incluso una cultura modestísima en cómics es suficiente para darse cuenta de que, en términos de elocuencia narrativa, de profundidad en la mirada sobre el ser humano o la sociedad, el cine de superhéroes apenas chapotea. Sus logros más altos están, posiblemente, en «Superman» (1978), «Batman returns» (1992), «Los increíbles» (2004), «El caballero de la noche» (2008) y, tal vez, «Logan» (2017). En promedio, una cinta memorable por década. Bajo promedio.

Cada vez más, las enormes producciones involucradas y los millones en efectos especiales y publicidad limitan los riesgos artísticos al mínimo y las cintas de superhéroes se adhieren a fórmulas ya probadas, a mecanismos polvorientos que, con lo justo, cumplen con las expectativas de su público, aunque la mayor parte de las veces ni siquiera hacen eso. Ir a ver una película de superhéroes, casi sin excepción, significa salir decepcionado. En este cine difícilmente se ven conflictos morales, ambigüedades afectivas, desgarros emocionales o, siquiera, comentarios políticos. Sí, es cine para niños y adolescentes, pero no tiene por qué serlo necesariamente. Moore, al menos temáticamente, abrió puertas insospechadas, territorios que aún no se han explorado, pero es posible que ello, dados los costos, solo pueda hacerse adecuadamente a través del cómic.

Quizá los superhéroes nunca deberían haber salido de ahí, que es donde nacieron en el siglo XX y han vivido vigorosamente.

La industria del cine parece tan orientada hacia los superhéroes, que mientras el público siga respondiendo, el otro cine tendrá que acostumbrarse a un lugar marginal en el negocio y cada vez menos relevante en la conversación cultural. Incluso, para quienes sentimos cariño por los superhéroes, no se siente como un futuro promisorio.