Recuerdo haber leído, cuando era joven y susceptible, el texto de un crítico chileno, creo que a propósito del estreno de «Alice» (1990), que decía que la llegada de cada película de Woody Allen era como recibir la carta de un amigo querido. Han pasado 25 años y prácticamente ya no se escriben cartas, pero las que envía Woody Allen ciertamente no traen las noticias frescas de una mente que nos divierte y envuelve. Parecen, más bien, las cartas de una pareja a la que le hemos dado demasiadas oportunidades y nos vuelve a escribir lo mismo que ya le hemos escuchado innumerables veces, solo que dicho ahora con menos entusiasmo. Es el caso, por cierto, de «Hombre irracional», recién estrenada en Chile.
«Hombre irracional» cuenta la llegada del profesor Abe Lucas (Joaquin Phoenix) al departamento de Filosofía a un pequeño campus universitario, cerca de la agradable Rhode Island, en la costa este de Estados Unidos. La fama lo antecede: es brillante, atormentador y bueno para las mujeres. La realidad confirma las expectativas y Jill (Emma Stone), una de sus alumnas, no puede evitar enganchar con él. Abe, sin embargo, perseguido por la depresión y el nihilismo, no puede consigo mismo, hasta que encuentra un nuevo sentido a su vida en una medida radical que, para no dar detalles, diremos que parece sacada de «Crimen y castigo», de Dostoyevski.
La cinta tiene por cierto parte del oficio que le ha dado fama a Woody Allen. Posee una dramaturgia firme, es rápida, las actuaciones son convincentes, sobran los personajes definidos somera y certeramente, hay desazón existencial. Vale. Pero eso no hace una gran película. Tal como en «Vicky Cristina Barcelona» (2008), «Medianoche en París» (2011) y varios otros ejemplos posibles de la últimas dos décadas, Allen parece que sacara sus personajes de una bolsa de estereotipos cómodos -aunque sofisticados-, como quien utiliza muñecos prefabricados para armar su propia casa de Lego. Si antes fue el artista exitoso, bohemio y atractivo, ahora recurre al académico sin fe, depresivo y alcohólico que, sin embargo, todavía exuda atractivo sexual. Lo mismo sucede con la estudiante joven, inteligente y entusiasta que cae por él. Si algo tan básico se viera en una novela de Philip Roth, que ha tocado temas parecidos en algunos de sus libros, hubieran declarado su fin como novelista con grandes titulares. A Allen todavía le reservan algo de crédito.
Es una pena al final de cuentas. Es cierto que Woody Allen nunca tuvo un registro muy amplio. Pero al menos daba cuenta con encanto, agudeza y elocuencia de un mundo muy pequeño y específico, asociado a cierta clase alta y culta en torno a Nueva York. A partir de ahí obtenía ciertos apuntes, ciertas verdades de calidad más universal, con los que era posible relacionarse, identificarse, disfrutar. En el peor de los casos, sus películas tenían un innegable encanto, con todo lo discutible que esta cualidad pueda parecer.
Ahora, ni siquiera. A veces, como en «Blue jasmine» (2013), algunas verdades caen de sus películas a cuentagotas. En otras, hay poco y nada. Si uno quiere verdades sobre las relaciones humanas o la existencia, «Irrational man» no contiene ninguna memorable. Títulos más pedestres del último tiempo le dan cancha, tiro y lado en esta zona. Comedias como «Cómo ser soltera» (2016), de Christina Ditter, o «Sleeping with other people» (2015), de Leslye Headland, por ejemplo, deudoras quizá del antiguo Allen, no califican necesariamente como refinamientos, pero en el terreno de las verdades y de las relaciones tienen mucho más que decir que esta y muchas películas de Woody Allen. Y, por cierto, en lo que refiere a encanto, también.
Hombre irracional
Dirigida por Woody Allen.
Con Joaquin Phoenix, Emma Stone, Joe Stapleton
95 minutos.
Estados Unidos, 2015.