El Mercurio, 20 de noviembre de 2016
Opinión

«Sully», Un héroe a la Eastwood

Ernesto Ayala M..

Casi todas las películas producidas o filmadas por Eastwood pueden leerse como variaciones de la misma historia: un hombre trata de hacer lo que cree correcto.

«Sully».
Dirigida por Clint Eastwood.
Con Tom Hanks, Aaron Eckhart y Mike O’Malley.

Sin conocer en detalle los argumentos con que Clint Eastwood explica su simpatía por el Partido Republicano en EE.UU., al ver sus películas resulta evidente que es un hombre de tradición libertaria. Preocupaciones como la religión, la patria, el orden o incluso el respeto a la ley suelen ser denostadas en sus películas como formas que la sociedad tiene de oprimir los impulsos, acciones o sentimientos de sus protagonistas. Desde la serie de Harry el Sucio (cuya primera cinta es de 1971), a «Bird» (1988), a los «Puentes de Madison County» (1995), casi todas las películas producidas o filmadas por Eastwood pueden leerse como variaciones de la misma historia: un hombre trata de hacer lo que cree correcto, pero se enfrenta con alguna institución o control social que se lo impide. La resolución de este conflicto nunca es fácil y resulta muy costosa. Eastwood, por supuesto, como artista sensible y brillante que es, ha ido moviendo los ángulos de este problema, al punto de haber sido capaz, ahora último, de entregarle épica y heroísmo al camino institucional, como en «El gran Torino» (2008); una solución inconcebible 30 años atrás.

Cómo ha ido cambiando la mirada de Eastwood merecería un texto mayor, pero a juzgar por «Sully», recién estrenada, ese fuego está lejos de morir. «Sully» relata la hazaña del capitán Chesley Sullenberger, que el 15 de enero de 2009, con 155 pasajeros, logró acuatizar un Airbus A320 sobre el río Hudson en Nueva York. Todos sobrevivieron. La crisis se originó cuando el avión, recién despegado, enfrentó una bandada de gansos que arruinó sus dos motores y Sullenberger, un piloto con más de 40 años de experiencia, decidió que la alternativa más segura era aterrizar en el Hudson. La cinta da cuenta de los hechos con todo detalle, pero su conflicto está en la investigación posterior, llevada adelante por la National Transportation Safety Board. Esta agencia duda de que ambos motores hayan fallado, de que Sullenberger (Tom Hanks) haya seguido el protocolo y de que aterrizar en el Hudson haya sido la mejor decisión. Como esta es una película de Eastwood, más encima con Hanks como protagonista, uno nunca duda, pero el conflicto entre el individuo y la institución se manifiesta otra vez.

Si alguien se sorprende de que Eastwood, con 86 años, siga estrenando películas, a este comentarista le sorprende que siga haciéndolo con auténtica tensión; que no se entregue a ejercicios autoindulgentes ni a filmar solemnes testamentos artísticos, dos vicios frecuentes en cineastas mayores. «Sully» es una película muy funcional, filmada sin pretensiones estetizantes, con encuadres fluidos, que buscan que el espectador olvide la cámara. Aunque Eastwood mantiene su soltura y acierto para filmar a los actores en momentos «muertos», en que están solos, consigo mismos, rostros que no hablan y casi actúan, se trata de una marca registrada que casi no se nota. Más que atraer los ojos a sus propias decisiones o talentos, Eastwood está empeñado, una vez más, en transmitir los de su protagonista. Sullenberger es un hombre de pocas palabras, encanecido, con gran dominio de su oficio, que jamás se sale de sí, pero que tampoco pierde de vista lo relevante; un héroe muy de Eastwood que, en este caso, es también un héroe abiertamente reconocido por la sociedad (infrecuente en su cine). Quizás por esto, por la obligación de ceñirse a un molde tan moralmente incuestionable -el capitán Sullenberger real-, desprovisto de ese pasado lastimado que suele acosar al típico héroe eastwoodiano, la cinta no alcanza el vuelo de sus filmes mayores, ni tampoco esos niveles brutalmente emotivos que le conocemos de tarde en tarde. Con todo, «Sully» es un Eastwood de la más pura cepa.