La Tercera, 16 de febrero de 2014
Opinión

The west is the best

Leonidas Montes L..

El legado económico de este gobierno es loable. Volvimos a tener tasas de crecimiento cercanas al 6%, se crearon casi un millón de empleos y se mantuvo la inflación controlada. No se puede negar que en estas materias las promesas se cumplieron. Además, Chile sigue siendo alabado por su prudente manejo fiscal y macroeconómico. Pero es posible que el legado más importante que deje este gobierno para el futuro de Chile -y la región- sea la Alianza del Pacífico (AP). Así como Lagos nos dejó el Free Trade Agreement con EE.UU., la gran herencia de Piñera podría ser la AP.

En abril del 2011, mediante la Declaración de Lima, los presidentes de Chile, Perú, Colombia y México manifestaron su voluntad de conformar “un área de integración profunda”. Esta semana, después de menos de tres años de negociaciones, los cuatro países firmaron en Cartagena de Indias un protocolo para liberar de impuestos a un 92% de sus productos comerciados. Y para los demás productos, principalmente agrícolas, se comprometieron a una desgravación gradual en un período de 17 años. Con esta iniciativa se consolida la mayor área de libre comercio de la región. Y no es sólo una cuestión de tamaño, sino también de expectativas. Si el comercio entre los países de la AP crece, entre los países miembros del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) disminuye. Y para qué hablar del Alba (Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua).

Eliminar las barreras comerciales y financieras (también se está implementando el Mercado Integrado Latinoamericano, Mila) podría conducirnos a una mayor apertura. Ya en el siglo XIX, el sueño de Alberdi o Sarmiento, dos grandes intelectuales liberales argentinos, era avanzar incluso más allá del libre comercio. Pero por esas ironías de la historia, en el siglo XXI esto hoy ocurre al oeste, mirando hacia el Pacífico. Argentina es una compleja historia de nostalgias y errores (en relación con la lenta y gradual decadencia de Argentina y sus posibles causas, leer el último The Economist).

El intercambio comercial al interior de la AP bordea los US$ 40 mil millones. Concentra unos 200 millones de habitantes y representa más de la mitad de las exportaciones totales de la región. Y el potencial que se abre de cara al Asia Pacífico es enorme: los pumas latinoamericanos entramos a competir con los tigres asiáticos. En cifras, la AP es similar a Brasil. Obviamente, esto podría generar algunos roces. Pero basta comparar la trayectoria de Perú, Colombia y México con la de Brasil. Este último país, más estatista, presenta bajas tasas de crecimiento y muchas trabas a la competitividad. Es un gigante dormido. México, en cambio, es el gigante que despierta.

Hay mucho en común entre los cuatro países miembros de la AP. Evidentemente, existen una mentalidad y una mirada al futuro muy distintas a las de los países del Mercosur. Por ejemplo, México y Chile son miembros del exclusivo club de los 32 países Ocde. A futuro, es probable que Colombia también ingrese a la Ocde. Y es posible que Perú, si siguen haciendo las cosas bien, inicie su proceso de acceso. La Ocde no es sólo un club. Es una guía en políticas públicas que nos permite aprender y compararnos con países de la primera división. En Chile, hace ya tiempo que dejamos de compararnos con nuestros vecinos al otro lado de la cordillera.

Eso sí, como Chile es una isla, no podemos sentarnos en los laureles. Más aún cuando nuestras grandes y pioneras reformas se hicieron hace ya mucho tiempo. Sólo basta mirar lo que está haciendo México para darnos cuenta de que no hay tiempo ni espacio que perder. Aunque sí para reflexionar. Durante el gobierno de Peña Nieto se han llevado adelante siete grandes reformas estructurales. Con coraje político, México ha hecho reformas que en Chile, por su contenido y alcance, sólo serían un sueño. En un proceso admirable, se aprobaron profundas reformas laborales, educacionales, fiscales, de libre competencia, energéticas (el caso de Pemex es emblemático), financieras y de telecomunicaciones. Todo esto requirió de grandes acuerdos políticos, algo que en nuestro país parece ser cosa del pasado. ¿Se imagina si en Chile se enfrentara y modernizara el Estatuto Docente, o que abriéramos Codelco a la iniciativa privada? México ha hecho todo esto. Y mucho más.

México modificó su Constitución para llevar adelante estas grandes reformas estructurales. O sea, cambiaron la Constitución mirando al futuro. En Chile también queremos cambiarla. Pero mirando al pasado.Chile ha sido un país admirado e imitado por países como Perú, Colombia y México. Hemos sido un ejemplo en apertura comercial, responsabilidad fiscal y seriedad en el manejo económico. Nos hemos destacado por la estabilidad en las reglas del juego. A todo esto apunta la AP. Perú, Colombia y México lo saben. Nos admiran. Y valoran lo que han hecho, muchas veces emulándonos. Pero en Chile hoy vivimos en un mar de incertidumbre. En nuestro país, algunos vuelven la mirada al este, al Mercosur e incluso al Alba. Ignorando la realidad, caen rendidos a los fracasados sueños sesenteros.

El programa de Bachelet reconoce los esfuerzos de integración de la AP, pero agrega, con esa habitual ambigüedad política, que “nos abocaremos a orientar nuestra participación en una perspectiva no excluyente o antagónica con otros proyectos de integración”. Ojalá que el cambio de gobierno no altere el énfasis y el liderazgo de Chile en la AP. Hay sólo tres bloques comerciales en la región: AP, Mercosur y Alba. ¿A qué grupo apostaría usted? Personalmente, lo tengo clarísimo: no voto AC. Pero sí voto AP.