El Mercurio, 2/7/2011
Opinión

Timón, quilla y tripulación

Harald Beyer.

La política pasa por altibajos, fenómenos que, miradas las experiencias de los más diversos jefes de gobierno de las más distintas latitudes, poco dicen sobre la situación en la que se encontrará esa administración en pocos meses más, sobre todo si no hay grandes crisis económicas, internacionales o políticas que afecten a la nación en cuestión.

En nuestro país, ellas se pueden descartar en el futuro inmediato. Entonces, la situación que vive el gobierno actual, de baja popularidad y emplazamientos realizados por variados actores sociales y políticos, puede revertirse mientras todavía se estén discutiendo las causas de su retroceso en aprobación en el último tiempo. Si alguien tiene dudas al respecto, es cosa de ver la curva de aprobación del gobierno anterior.

El Gobierno y el Presidente, en particular, mantienen virtudes políticas que son difíciles de negar. Hay bastante claridad respecto de hacia dónde se quiere ir. Por supuesto, puede haber dudas en aspectos puntuales y también pueden quedársele enredadas algunas de las promesas de campaña, pero es difícil defender la postura que estamos frente a un gobierno que no tiene claro su norte.

A muchos puede no gustarles enteramente el rumbo, pero ello es propio de la vida democrática. Después de todo, el triunfo en las urnas no fue abrumador. Al no tener mayoría en el Senado, obviamente que debe negociar y lo ha hecho, más allá de unos pocos encontrones no del todo resueltos, cuando esa actitud ha sido necesaria. Aun así, es claro el rumbo, y el Presidente en ello no ha cejado y mantiene bien controlado el timón, de modo de llegar a puerto.

Sin embargo, el barco parece de repente no tener la suficiente quilla, y los pasajeros que están a bordo, al moverse demasiado, pueden tener dudas respecto de la dirección en la que se quiere progresar. Las convicciones y las posturas que se defienden, y las razones detrás de ellas, muchas veces se diluyen. Así, la acción del Gobierno no sólo pierde efectividad, sino que también desplaza el campo de negociación y, por tanto, cada una de ellas cuesta más cerrarla.

Paradójicamente, en algunas materias ha caído en los mismos errores iniciales del gobierno de la Presidenta Bachelet: intentar acordar con los actores o los representantes de los así llamados movimientos ciudadanos algunas de sus iniciativas. Es lo que ha sucedido, quizás inadvertidamente, en educación.

Ahora se enmienda la estrategia y se lleva la discusión al Congreso, que es el lugar más indicado para realizar el proceso de deliberación en estos y otros asuntos. Los proyectos de ley ayudan a fijar las posturas de gobierno y dotar, por tanto, de quilla al barco. Hay, obviamente, alternativas si se quisiese iniciar de otra forma el debate.

En las democracias anglosajonas existe la tradición de iniciar algunas discusiones con un documento previo que revela con claridad las intenciones del gobierno. Sobre esa base la ciudadanía expresa sus opiniones por un período específico. Pero de nuevo el gobierno define con claridad su postura que, en temas complejos, debe recoger no sólo la posición sectorial, sino que la del gobierno como un todo. En ausencia de procedimientos como estos, se corre el riesgo de perder profundidad.

Un régimen político presidencialista, al existir una separación tan clara entre Ejecutivo y Legislativo, requiere mucha coordinación en el Gobierno, pero al mismo tiempo grados importantes de autonomía de los ministros para poder, en la sede legislativa, representar con efectividad al Presidente. Lograr ese equilibrio no es fácil, pero es indispensable para el logro de un gobierno exitoso.

Curiosamente, la tripulación del actual parece estar deficitaria en ambas dimensiones. Quizás el capitán está demasiado encima de cada uno de sus tripulantes, descuidando involuntariamente la coordinación y no aprovechando apropiadamente a su primer oficial. Las estructuras y prácticas gubernamentales tienen una razón de ser y hay que pensarlo mucho antes de desbordarlas. No es claro que esta reflexión haya sido realizada por este gobierno.

Las prácticas gubernamentales tienen una razón de ser y hay que pensarlo mucho antes de desbordarlas.