El Mercurio, 9 de marzo de 2014
Opinión

Un héroe inusual

Ernesto Ayala M..

«Dallas Buyers Club» ganó tres Oscar en la última ceremonia de la Academia: al Mejor Actor en un rol principal, al Mejor Actor en un rol secundario y al Mejor Logro en Maquillaje. Como el estándar hoy es despreciar las películas que ganan los Oscar, porque la Academia suele ser muy convencional en sus decisiones y rara vez premia a las mejores opciones, sino -todo lo contrario- a las peores, lo más fácil sería menospreciar esta cinta del canadiense Jean-Marc Vallée (1963) recurriendo a los argumentos de que se trata de una cinta hecha sin riesgos, sin arrojo, con una factura tradicional, correcta y sin mayor gracia. Vamos a disentir, por supuesto.

«DBC» no será una cinta que descubre la pólvora cinematográfica y, de hecho, es bastante conservadora en términos estrictamente visuales, pero eso no la hace una cinta despreciable ni convencional.

Por lo pronto, toma el riesgo de elegir como protagonista a una rata miserable. En el Texas de 1985, Ron Woodroof (Matthew McConaughey) es un electricista que se gana la vida manejando apuestas y timando a sus pares en el mundo del rodeo. Tiene problemas con el alcohol y las drogas, no poca afición al sexo fácil, vive en una casa rodante a mal traer y siempre está endeudado. Pero su verdadero tema está en que desprecia a las mujeres, insulta a quien se le cruza en el camino y no tiene lealtad ni contemplación por nada ni por nadie. Por lo mismo, es difícil compadecerse de él cuando le informan que la enfermedad que lo tiene con tos y débil no es otra que sida y que, de acuerdo al diagnóstico de la época, no le quedan más que unas semanas de vida. Sin embargo, y aquí se pone interesante, el mismo desprecio y desconfianza con que mira el mundo lo lleva a rebelarse contra la opinión de los médicos y a descartar finalmente el tratamiento que le ofrecen a base de AZT, para buscarse uno propio, con fuente en un médico al que le quitaron la licencia y debió, por lo tanto, partir a ejercer a México.

A partir de allí, Woodroof inicia un viaje que tiene tres vertientes. Una, la lucha por salvarse a sí mismo, que lo lleva a reformar su estilo de vida. Dos, el negocio que comienza al importar y traficar las drogas, suplementos y vitaminas que en Estados Unidos están prohibidas pero que funcionan como tratamientos para sí mismo y para cientos de personas en su misma condición. Y tres, la relación con la comunidad de homosexuales, a los que antes despreciaba y que ahora se convierten en sus clientes. En este proceso, Woodroof sigue teniendo mucho de odioso, pero también nos gana por la energía con que persiste en vivir, por cómo representa al individuo que lucha contra el sistema y, contra de lo que podría esperarse de la habitual caracterización de un empresario, por cómo va ganando también conciencia de que hay un mundo más allá de sí mismo, de que pertenece a una comunidad. En ese sentido, «DBC» es una película sobre un hombre que aprende a golpes que también hay otros.

Si no fuera más que esto, «Dallas Buyers Club» es una cinta con ambiciones por sobre el promedio. Súmese a eso que cada personaje tiene su propio espacio, matices y limitaciones, donde ninguno es santo y ninguno es un canalla de tomo y lomo. Su puesta en escena puede carecer de gran vuelo, pero es funcional, pragmática y bastante seca, lo que es una virtud en este tipo de películas, donde la tentación habitual es cargar las tintas hacia el melodrama y el llanto fácil apenas la historia da una oportunidad. En corto: es difícil imaginar que, en el futuro, será una película recurrente en las clases de cine; sin embargo, algunos de sus personajes se quedan flotando en la memoria, lo que ya es bastante.

DALLAS BUYERS CLUB
Dirigida por Jean-Marc Vallée.
Con Matthew McConaughey, Jennifer Garner, Jared Leto y Griffin Dunne.
Estados Unidos, 2013.
117 minutos.