El Mercurio, 4 de febrero de 2007.
Opinión

Un país, dos visiones

Leonidas Montes L..

Respecto de nuestra situación actual, existen dos visiones contrapuestas. Algunos idealistas creen que Chi-le —esa iluminada estrella de Latinoamérica que brilla en algunos rankings— es Suiza. Los más pesimistas percibimos un anquilosamiento estructural frente a nuestros verdaderos desafíos, una sensación de perversa conformidad ante el statu quo.

Sabemos que comparar Chile con Suiza es ridículo. Pero se argumenta que nuestro país debe avanzar hacia un‘estado de bienestar’.Para ello, se compara el tamaño de nuestro estado —que corresponde‘sólo’ al 23% del PIB—con el de un país desarrollado que puede llegar al doble.

Esta tesis no es sólo falaz, sino que muy riesgosa. Primero, Chile debe solucionar muchos problemas, que no son menores. En diversas áreas —y esto lo sabemos—, hay que entrar a picar. Segundo, se instala la idea de que Chile tendría un estado eficiente que puede crecer más.

Nuestra Presidenta ha argumentado que ‘hay que creer en el Estado’. Desafortunadamente —o mejor dicho afortunadamente—, esto no es un acto de fe, sino una cuestión de hechos. Incluso ha hablado de un‘Estado fuerte’, cuando uno preferiría un ‘Estado eficiente’. No un musculoso Chiledeportes, sino un Chile ágil. No un poderoso SII fiscalizador con amplias potestades, sino un mejor‘servicio’. Programas de empleo que cumplan con su objetivo y que no se conviertan en el botín de algunos.

Un consenso generalizado respecto de una reforma del Estado es un imperativo necesario. Sin este consenso, la liberalización de nuestro mercado será una ventaja efímera. Otros países nos alcanzarán. Posiblemente algunos nos pasarán.

Para aquellos que somos más escépticos respecto de un ‘Estado fuerte’, ciertas estrategias llaman la atención. Hoy día parece que todo se soluciona con una superintendencia. Se han propuesto superintendencias de educación, de medio ambiente, de concesiones, de autopistas, electorales, de partidos políticos, etc. Si alguna repartición estatal no funciona bien, creamos una superintendencia. La solución parece estar en más regulación y en una mayor fiscalización.

En medio del debate respecto de los gobiernos corporativos para las empresas públicas, pocos se cuestionan el tema de fondo: ¿porqué el BancoEstado, el Diario Oficial, la Lotería, Ferrocarriles, entre otras, son empresas que todavía están en manos del Estado? De Codelco, ni hablar. La mera mención de privatizar la principal fuente de nuestra actual bonanza es no sólo política-mente incorrecta, sino que huele a blasfemia. Sin embargo, ENAP, con su perfume a azufre, seriamente evalúa invertir cifras siderales en Venezuela, ese infierno de incertidumbre para cualquier inversionista privado.

Para los que se creen en Suiza, buenas noticias: a este paso, el tamaño de nuestro Estado se acercará al de algún país desarrollado. Pero no se requiere un Estado más fuerte, ni más procesos. Al contrario, necesitamos un Estado más eficiente, enfatizando la gestión. Para los que creemos que hay mucho por hacer, las recientes iniciativas sobre alta dirección pública, con salarios competitivos, concursos públicos y mayor transparencia son un primer paso en la serie de reformas del Estado.