Nadie podría afirmar que los resultados en el Simce son positivos, pero sí es importante señalar que hay algunas mejoras y que no estamos en una situación de congelamiento absoluto. Por ejemplo, en matemáticas en cuarto básico hubo el año pasado, respecto de 2008, un aumento de seis puntos, esto es equivalente a un 12% de una desviación estándar: un cambio relevante.
Más importante es que se concentró especialmente en los estudiantes de niveles medios y bajos. Ojalá el aumento hubiese sido mayor, pero que estos cambios hayan sido posibles produce viento fresco. Es cierto que las mejoras no siempre son sistemáticas. De hecho, el aumento recién indicado es, en estricto rigor, una recuperación de un nivel previo bajo. Con todo, en lenguaje, en este mismo nivel educativo, se observa entre 2000 y 2009 un aumento de 12 puntos en la prueba. Es algo que no debe minimizarse. Para seguir mejorando hay que evaluar mejor qué es lo que ha producido esos aumentos de resultado para ir afinando la política pública.
Por cierto, el panorama general es más árido. Hay muchas falencias, particularmente los niveles de logro de nuestros estudiantes tanto de cuarto como de octavo básico son bajos. Así, por ejemplo, dependiendo de la disciplina, entre un 34 y un 39 por ciento de nuestros estudiantes de cuarto básico se ubican en el nivel inicial; es decir, no tienen los conocimientos y destrezas que se espera que satisfagan niños de segundo básico. Este retraso pedagógico es el indicador más preocupante de los que informa esta prueba y revela que en nuestro país el proceso educativo está lejos de cumplir con estándares mínimos de desempeño.
No es raro, entonces, que incluso los estudiantes de los colegios privados no alcancen buenos desempeños en una perspectiva comparada. Estos porcentajes en el nivel inicial se mantienen en octavo básico para lenguaje y suben a 62 por ciento en matemáticas; es decir, no dominan los aprendizajes que se espera para estudiantes de sexto básico. Este resultado no sólo es preocupante, sino que desalentador y es quizás un buen indicador de las falencias de nuestros docentes.
Pero el antecedente más dramático es que este informe muestra que tanto en lectura, donde el aumento es modesto, y en matemática, en el cual el incremento es elevado, las brechas de desempeño entre estudiantes de nivel socioeconómico alto y bajo crecen. Es algo que sospechábamos y revela lo lejos que estamos de tener un sistema escolar que haga realidad la aspiración por una mayor igualdad de oportunidades.
Esta evidencia es dura, pero no sorprendente. No hay un esfuerzo sistemático para abordar esas brechas: recién en 2008 se instaló una subvención preferencial para apoyar a los estudiantes más vulnerables y con una serie de restricciones y procedimientos que la hacen menos efectiva de lo deseable, pero hay poco más. No hay seguimiento ni reforzamiento de los estudiantes que se van quedando rezagados, no hay buenos incentivos para que los mejores docentes enseñen a esos niños, no hay un currículum enriquecido para esos estudiantes y no hay exigencias ni recompensas para aquellos establecimientos que se comprometen con la educación de los niños más vulnerables, entre otros muchos aspectos.