El Mercurio, 20 de mayo de 2012
Opinión

Una nueva tormenta azota a Europa

Vittorio Corbo.

Cuando se comenzaba a avizorar la luz al final del túnel, la incertidumbre vuelve a oscurecer el panorama de la crisis europea. El período de tranquilidad luego que el Banco Central Europeo (BCE) inyectara agresivamente liquidez al mercado usando la operación de redescuento de mediano plazo (LTRO) fue corto y la tormenta ha vuelto a agitar las aguas. El LTRO alivió la crisis de liquidez que sufría la banca europea, les permitió a los bancos paliar el acceso restringido a los mercados de bonos y a los gobiernos financiar su deuda en mejores condiciones.

Pero los problemas de Europa van más allá de un mejor acceso a liquidez. En algunos países, estos problemas se relacionan con las consecuencias del reventón de la burbuja inmobiliaria, particularmente en el sistema financiero y las cuentas fiscales. En otros países, las dificultades están en los problemas para financiar la deuda pública luego de la Gran Crisis Financiera del 2008-2009; mientras que en gran parte de ellos los problemas son resultado de los severos ajustes fiscales que se intentan implementar y los efectos recesivos de corto plazo que estos tienen. Así, los ajustes fiscales y los pronunciados aumentos en el desempleo socavan el apoyo político a los gobiernos, particularmente de aquellos que apoyan los ajustes. Este cambio político, reflejado en la derrota de los candidatos que apoyaban el curso de las políticas de ajuste en las elecciones en Grecia y Francia, le ha dado un nuevo rostro a la crisis, a lo que se debe sumar la creciente preocupación por la situación económica y de las cajas en España.

El caso más dramático es el de Grecia, tanto por la severidad de la crisis como porque los partidos ganadores son los que ofrecen intentar caminos alternativos y menos costosos para salir de la crisis. La efectividad de estos caminos alternativos está por verse, existiendo el riesgo de que terminen en políticas populistas con altos costos para su población. En el intertanto, dada la magnitud de sus problemas, la probabilidad de que, en un intento desesperado, Grecia termine abandonando la Unión Monetaria Europea (UME) aumenta como también se incrementa la probabilidad de que la crisis europea se profundice por su efecto contagio en los mercados financieros.

La crisis política en Grecia la tienen que resolver los griegos y el resto de la Unión Monetaria Europea (UME) tiene que prepararse para trabajar con el gobierno que resulte de la segunda vuelta de las elecciones e intentar convencerlo de la importancia para Grecia, como para el resto de la UME, de que continúe en ella. Pero en paralelo, la UME tiene que trabajar en forma urgente en aumentar en forma contundente las defensas para restablecer la confianza, estabilizar los sistemas financieros y contener el contagio al resto de los países miembros, especialmente a los más vulnerables: Portugal, Irlanda, España e Italia.

En Francia, el nuevo gobierno de Hollande va a intentar persuadir a Angela Merkel y al resto de los miembros de la UME de la necesidad de aumentar el rol de medidas de estímulo al crecimiento para amortiguar los efectos recesivos de corto plazo de los ajustes fiscales y de las medidas de ajuste estructural. En esto va a contar con la simpatía de Mario Monti, que ya estaba en una cruzada buscando complementar las medidas de ajuste que ha estado implementando con medidas de estímulo al interior de la UME para así poder sostener los ajustes en momentos en que la recesión se profundiza y el desempleo aumenta. Para poder avanzar en medidas que estimulen el crecimiento, Angela Merkel va a tener que estar dispuesta a escuchar y a innovar.

En España, el alto desempleo, la profunda recesión y la incertidumbre sobre la debilidad de sus cajas golpean los spreads de bonos soberanos, colocan más presión al sistema financiero y dificultan el progreso en mejorar las cuentas fiscales. Presionado por el FMI, el Banco Central Europeo (BCE) y la Unión Monetaria Europea (EMU), el gobierno de Rajoy decidió actuar para sanear las cajas, anunciando el viernes de la semana pasada los elementos centrales de un programa que incluye la nacionalización de la cuarta mayor institución financiera y una evaluación independiente de la situación de las carteras de cajas y bancos. Estas medidas unidas a la capitalización y/o resolución de instituciones débiles tienen que completarse en forma urgente y debieran contribuir a reducir la incertidumbre sobre la salud del sistema financiero, aunque el costo fiscal de ellas puede resultar siendo significativo.

Hoy la preocupación central de los mercados y de las autoridades de la UME es cómo apuntalar a Portugal, Irlanda, España y a Italia del contagio de un mayor deterioro de la situación de Grecia. Italia y España equivalen al 29% del PIB de la Zona Euro y la profundización de la crisis en ambos países amenazaría la sobrevivencia no sólo de la UME, sino que también de la misma UE. Es justamente por estos riesgos que uno puede estar moderadamente optimista en que las autoridades europeas harán todo lo que sea necesario para estabilizar a estos dos países. Pero para salir adelante se van a requerir acciones decididas no sólo en España e Italia, sino que también por parte de los demás miembros e instituciones de la UME.

De partida, España e Italia tienen que continuar con sus reformas para estabilizar a sus sectores financieros, fortalecer la solvencia fiscal y promover el crecimiento. En el caso de las autoridades de la Zona Euro, es imperativo que introduzcan políticas expansivas que permitan potenciar los efectos de las medidas de ajuste de los países vulnerables y amortiguar sus efectos recesivos de corto plazo. En esto hay mucho que se puede hacer. La respuesta contundente y rápida tiene que incluir: (1) políticas fiscales más expansivas en Alemania y otros países de la UME que tienen espacio para hacerlo; (2) Alemania y Francia tienen que desregular sus sectores de servicios para impulsar el crecimiento y abrir sus mercados al resto de la Unión Europea; (3) el BCE tiene que introducir una baja agresiva de tasas, retomar en forma urgente el proceso de compra de bonos de los gobiernos de los países periféricos y prepararse para comprar bonos del superfondo que se creó hace unos meses; (4) utilizar el superfondo y los recursos que acaba de levantar el FMI para apoyar la reestructuración de la banca y a los mercados de deuda soberana de España e Italia; (5) utilizar más activamente al Banco Europeo de Inversiones y los fondos comunitarios para apoyar la inversión en infraestructura productiva en los países periféricos; (6) acelerar la emisión de bonos de la UME para financiar infraestructura productiva e incluso para facilitar el financiamiento de los países periféricos que estén haciendo su tarea de ajuste. Esto último va a requerir el avanzar también en una regulación y supervisión financiera centralizada y en fortalecer la disciplina y la institucionalidad fiscal de los países miembros.

Creo que Europa va a hacer los esfuerzos necesarios para capear esta tormenta y llegar en buenas condiciones a puerto. Pero mientras más se demoren los líderes e instituciones europeas en actuar y mientras más débil sea la respuesta, más daño hará la tormenta, y el barco de la UME puede terminar perdiendo varios componentes.