El Mercurio, lunes 2 de agosto de 2004.
Opinión

Valor de la reserva

Lucas Sierra I..

El voto y las donaciones reservadas tienen la misma mezcla de publicidad y secreto.

Hoy se inauguran las normas para financiar campañas electorales. Hasta ahora, el financiamiento electoral estaba sujeto a las reglas generales sobre donación.
Esto imponía barreras muy costosas a donantes y candidatos: había que pedir permiso a un juez para donar, éste pedía informe al Servicio de Impuestos Internos y, tras recibirlo, decidía. Para el candidato, además, la donación constituía una renta que tributaba.
Tales reglas fueron completamente ineficaces, lo que significa que las donaciones electorales se hacían informalmente. La informalidad era mucho más barata que la burocrática formalidad. El ritmo de las campañas es intenso, poco compatible con el pausado ritual de los procesos judiciales. Este ritual fue derogado, bajando el costo de la formalidad.
La informalidad, sin embargo, tenía un serio problema: el público quedaba al margen del financiamiento electoral. Se convirtió en un asunto privado, lo que facilitaba la negociación entre las partes. Esto no es correcto: el mecanismo de financiamiento electoral debe evitar los acuerdos entre donante y candidato. Debe evitar, por ejemplo, la posibilidad de que un donante se ofrezca a cambio de futuros favores, o de que un candidato exija donaciones, amenazando futuras represalias. Para evitarlo, el público debe ser incorporado a la escena, y la nueva ley contempla dos vías: publicidad total y publicidad parcial de las donaciones.
Las dos vías hacen que candidato y público sepan lo mismo. Con la publicidad total, saben todo: que el donante donó y cómo lo hizo, es decir, cuánto dio a quién. Con la publicidad parcial, saben menos: que el donante donó, pero un mecanismo de reserva les impide saber cómo lo hizo; es decir, cuánto le dio a quién.
En el primer caso, la posibilidad de acuerdos se reduce, porque el público puede vigilar la relación entre donante y candidato electo. En el segundo, porque nadie tiene certeza del origen y monto del aporte. Si no hay certeza entre donante y candidato, la negociación se dificulta.
La publicidad parcial no es extraña. Es, de hecho, la lógica que subyace al voto: el candidato y el público saben que el votante votó, pero no cómo lo hizo. La cámara secreta y la cédula única operan como mecanismo de reserva. Éste impide la certeza entre votante y candidato y dificulta la negociación. Antes del mecanismo de reserva, había certeza y posibilidad de negociar. Por lo mismo, campeaba el cohecho.
Tanto para el voto como para las donaciones, la publicidad parcial puede ser aún mejor que la total. La reserva favorece la autenticidad de nuestras decisiones. El votar en secreto nos da una libertad que no siempre tendríamos si hubiera testigos. Lo mismo pasa con las donaciones. Alguien puede querer donar a más de un candidato, pero el hecho de que esto se haga público puede hacerlo dudar. O bien, alguien puede querer donar a un candidato conservador, pero teme tener que dar explicaciones a sus amistades liberales.
Es positivo el hecho de que la nueva ley, junto con formalizar el financiamiento político, haya reconocido el valor de la reserva.