El Mercurio, 15/8/2010
Opinión

Zugzwang

Harald Beyer.

Es una situación en el ajedrez donde cualquier movimiento que realiza un jugador empeora su situación. En el caso del royalty minero la Concertación parece haber quedado en esta posición. Rechazó la iniciativa original del Gobierno y, por lo tanto, ese instrumento tributario quedó excluido del paquete de financiamiento de la reconstrucción. Pudo haber tenido razones atendibles para ello y defendido la idea de que era mejor esperar a que terminase la actual invariabilidad antes de aprobar un proyecto que recaudase menos de lo que aspiraba. Sin embargo, sospechando que su rechazo no iba a ser de todo el agrado de los votantes, invitó al Gobierno a acordar un nuevo proyecto. El Gobierno, ni corto ni perezoso, aceptó el desafío, sobre todo sabiendo que el espacio de negociación es restringido.

En efecto, si hay invariabilidad legislada hasta 2017 las mineras sólo «renunciarán» a esa condición en el momento actual si la mayor tasa ahora y las compensaciones futuras son razonables. Una dosis de realidad política permite comprender esta situación. Frente a ello algunos sectores de la Concertación quieren retomar la postura original, pero ello sería incomprensible para la opinión pública. A su vez, el intento por conciliar posturas razonables ha generado amplias divergencias al interior del conglomerado político. Parece que no importa el camino que tome queda en peor posición que antes. Parece estar en un claro caso de zugzwang.

En otros ámbitos, situaciones como ésta podrían repetirse. En la Concertación parece haberse debilitado la amistad cívica que durante tanto tiempo le ayudó a ser una coalición política efectiva. De repente surgen atisbos de ello, en particular cuando el Gobierno e incluso el Presidente cometen errores que son de iniciados políticos, como el reconocimiento presidencial de los millones de dólares que habría dejado de percibir al vender LAN (cuáles serán las nuevas cifras después de la fusión de LAN y TAM). Pero es más bien la intuición política, mucho más aguda que la del oficialismo, la que emerge en esas ocasiones antes que trabajo en equipo.

Parte del problema seguramente radica en el hecho de que los partidos no resuelven aún sus liderazgos partidarios. Pero, también las deficiencias en la estructura de los partidos que ya se observaban mientras estaban en el oficialismo se hacen más evidentes, sobre todo porque la cobertura que otorgaba el control del gobierno ha desaparecido. Al restringirse a los partidos la disputa política, se visualizan mejor las falencias de la legislación vigente, incluida la falta de financiamiento para los partidos fuera de los tiempos de campaña. Un gran error de la Concertación fue no haber avanzado más decididamente en una reforma integral de los partidos políticos.

En todo caso, cabe esperar que una vez que se clarifiquen los liderazgos partidarios de la Concertación ésta pueda reordenarse detrás de una agenda política común que no la lleve reiteradamente a quedar atrapada en situaciones de zugzwang, porque en política, a diferencia del ajedrez, no se bota al rey, sino que se entrampa la posibilidad de avanzar en reformas que son necesarias, pero complejas y, por tanto, requieren en algunos casos del empuje de ambas coaliciones.