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Acuerdos sin márgenes

Aldo Mascareño.

Acuerdos sin márgenes

El logro de un acuerdo en pensiones no es solo relevante por sí mismo. Es mucho más que eso. Mostraría que la política democrática de Estado orientada a los acuerdos aún puede imponerse a la cada vez más amenazante política de márgenes.

Más allá de las especificaciones de la reforma de pensiones, su discusión ha hecho visible varias características en la dinámica de la política chilena. Una de esas características es la presencia de un núcleo político de centroderecha y centroizquierda que ciertamente tiene visiones distintas sobre el sistema, sobre los principios que deben guiarlo y su arquitectura, pero que negocia genuinamente, es decir, que pone sus límites, cede pragmáticamente y busca compensar sus concesiones. Esta podría denominarse una política democrática de Estado orientada a los acuerdos.

Ella, sin embargo, queda enclaustrada por una “política de márgenes”, posicionada excéntricamente y que responde a impulsos identitarios antes que al interés general. Esa es una política obsesionada con la impugnación, que prefiere desestimar cualquier posibilidad de acuerdo para mantener el escenario de conflicto en el que logra existir y tener alguna relevancia.

La política de márgenes puede ubicarse en los extremos de la distribución de izquierda y derecha, pero también puede emerger desde los centros; por ello es excéntrica. El mejor ejemplo en días recientes es plebiscitar el sistema de pensiones, nada menos que plebiscitar el diseño institucional de Chile, y hacerlo en el momento más relevante de la tradición política nacional: la elección presidencial. Simbólicamente esto sería situar la política de márgenes a la altura de la política democrática de Estado, sin duda un triunfo de la excentricidad.

Por excéntrica, la política de márgenes siempre adquiere una resonancia mayor que lo que corresponde a su base electoral. Esto genera inseguridad en quienes defienden la política de acuerdos: los arroja a la paranoia de la pérdida de votantes. No ven lo bueno: que ganan nuevos electores y obtienen un certificado de confianza política que luego se puede exhibir por mucho tiempo. Sólo habría que recordar los beneficios legitimatorios que tuvo el pragmático apoyo de Longueira al expresidente Lagos tras los casos Coimas y MOP-GATE.

Esta inseguridad de la política de acuerdos también se refleja en dificultades de comunicación fluida con la ciudadanía. Ante la simplicidad frívola de quienes hablan desde los márgenes, el camino de los acuerdos está lleno de datos técnicos y cifras frías. Olfato ha tenido el senador Galilea en recordar que el foco de la reforma de pensiones es el bienestar de las personas y la reducción de la incertidumbre institucional tanto para la política como para el mercado financiero.

Toda esta dinámica política tras el acuerdo de pensiones también se manifiesta en discusiones sobre educación, estructura tributaria o sistema político. Por ello, el logro de un acuerdo en pensiones no es solo relevante por sí mismo. Es mucho más que eso. Mostraría que la política democrática de Estado orientada a los acuerdos aún puede imponerse a la cada vez más amenazante política de márgenes.