El investigador aborda la confusa semana vivida en la Cámara tras la elección de la mesa directiva. Aquí se refiere a los shows performáticos en la corporación de ciertos parlamentarios, además de poner el foco en la división de posturas al interior del Partido de la Gente: “Se les enredó la cuestión porque tuvieron que pensar políticamente”, afirma.
La elección de la nueva mesa de la Cámara abrió un flanco de ataques cruzados entre los diputados de distintos sectores, a saber: el Partido De La Gente (PDG) sancionando a miembros de su bancada de diputados, colegas de oposición censurando a los oficialistas, y una denuncia en la Comisión de Ética de la institución contra el diputado René Alinco, luego de interpelar a viva voz -con acusaciones de hálito alcohólico de por medio- a su colega Vlado Mirosevic mientras daba su primer discurso como presidente de la corporación.
Todo esto ha dejado una duda abierta respecto de las alianzas políticas en la Cámara de Diputados conocidas hasta ahora, además del comportamiento público de algunos de sus miembros con tendencia a privilegiar las performances ante las luces, por sobre la ponderación del diálogo y los acuerdos.
Para hablar sobre la situación de la Cámara, su legitimidad comprometida ante la ciudadanía, y de algunos partidos que han protagonizado la agenda noticiosa de esta semana, The Clinic contactó a Aldo Mascareño, antropólogo social e investigador senior del Centro de Estudios Públicos (CEP), institución que suele ponderar los índices de confianza respecto a las instituciones.
A modo de ejemplo: en la última encuesta CEP correspondiente al mes de abril-mayo, el Congreso apenas obtuvo un 10% de confianza por parte de los encuestados. Al menos algunos puntos arriba respecto de las magras cifras que arrojó -por ejemplo- la misma encuesta sobre el Parlamento en enero del 2020, en los días álgidos de la Revuelta: 3%.
-A la Convención se le acusó de ser una chacota por actos poco institucionales. ¿Cómo observa el comportamiento en la Cámara durante esta semana?
-Yo creo que no ha habido desorden ni en la Convención ni en la Cámara. Creo que sí hay una compulsión al interior de esos grupos por el establecimiento de ciertas condiciones que son favorables a cada uno de ellos.
-Más allá de lo que fue la negociación por la testera de la Cámara, me refiero a las performances de los diputados René Alinco, Gonzalo de la Carrera o Pamela Jiles, que son cada vez más frecuentes en la Cámara.
-Eso sí. En ambos foros hay personajes performáticos como Pamela JIles, con un sentido de performance mucho más mediático que lo que cualquier otro diputado pudiese tener. Lo mismo pasaba con algunos convencionales.
Hay varios personajes performáticos que tienen un modo de captar audiencia que es distinto al de la política tradicional. Eso uno lo ve como un desorden, porque no estamos acostumbrados. Sin embargo, existiendo redes sociales e inmediatez entre el actor político y sus públicos, este tipo de cosas solo pueden crecer.
-¿Hay que acostumbrarse entonces a estas performances en el Congreso?
-Yo creo que sí. En el PDG, por ejemplo, que es un partido digital, ese tipo de cosas van a surgir y parte de las peleas internas tienen que ver con esa orientación, que es más performática y mediática, más directa.
Por ejemplo, la disputa entre Parisi y Rubén Oyarzo tiene que ver con el trasfondo de alguien más mediático, y alguien que tiene un cierto modo político más tradicional. No hay que acostumbrarse a estas performance, pero sí hay que acostumbrarse a distinguirlas. Tenemos que saber distinguir que llorar es un acto performático y no un acto político, por ejemplo.
-En general, la Cámara y el Senado no cuentan con una buena aprobación en las encuestas. ¿Cómo afectan a la confianza de la gente en las instituciones este tipo de actos?
-Tuvimos la experiencia de la Convención y sabemos que buena parte del Rechazo tenía que ver con estos actos performáticos. Eso debe ser un aprendizaje para todos los miembros del Congreso y cualquier foro político en general.
Esos actos no generan tanto vínculo. A lo mejor pueden conectar con algunos públicos específicos, pero generan mucho más rechazo. Los políticos más performáticos tienen que aprender de la experiencia de la Convención que afecta la seriedad institucional, la que podría ser una dimensión de algo más general y más técnico que podríamos llamar confianza institucional.
-¿Y cómo ha evolucionado los índices de confianza ante el Congreso en el último tiempo?
-Justamente estaba revisando datos más históricos de la encuesta CEP respecto de la confianza en las instituciones y la confianza en los partidos políticos, por ejemplo, está en el 4% Esto, aun cuando en el 2019 había llegado al 2%. La confianza en el Congreso nunca estuvo tan alta como en el 2009, que llegó al 26%, y hoy día está como en el 10%.
Desde el Estallido hasta ahora ha ido aumentando la confianza en el Congreso. El Estallido fue un punto clave en una baja confianza institucional, como que tocaron fondo las instituciones respecto a la confianza, pero han ido aumentando levemente.
-¿A qué le atribuye esa alza de confianza post Estallido? ¿Es un contraste, por ejemplo, con la Convención?
-Sí, es algo así. Más que una confianza en la institución, es una expectativa de confianza, no hay otra vía. Es como un voto de confianza, más que algo que hayan hecho en concreto. Y claro, el contraste que se hacía con la Convención era que desaparecía el Senado y, por su parte, el Senado tomó un cierto prestigio porque se veía más ordenado.
“Hay detrás del PDG un componente ideológico que está emergiendo”
-Usted se refería al PDG, que a propósito de la votación para la mesa de la Cámara, tuvo su primer quiebre que parece irreversible. ¿Qué observa de esta situación?
-Justamente estamos haciendo una investigación sobre el PDG que va a salir muy pronto, y una de las cosas más interesantes de ahí es que ellos se declaran en los documentos oficiales como un partido sin ideologías.
Pero después uno empieza a analizar las conversaciones que tienen en redes sociales, y fundamentalmente en los programas de Youtube, que no sólo son Bad Boys, sino que son como 20, y ahí lo que se observa es que en el fondo de esas conversaciones hay un contenido normativo que uno podría calificar de ideológico que es muy profundo y que tiene que ver fundamentalmente con una idea más individualista de mercado, una apelación a la clase media.
Hay detrás del PDG un componente ideológico que está emergiendo, que se está fraguando. La disputa que tienen ahora es una tensión que se da entre las figuras performáticas, versus alas que son más políticas, por así decirlo. Es la disputa entre Parisi y Oyarzo. Y también hay otros liderazgos que empiezan a emerger.
-El oficialismo prefirió pactar con el PDG para dejar fuera a la derecha del control de la Cámara, pero eso casi se les da vuelta y por poco se arma un pacto que dejaba fuera de la conducción de la corporación a Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad. ¿Se equivocaron las fuerzas de gobierno en pactar con este partido enigmático en vez de la derecha, como sí ocurrió en el Senado?
-Sí, y no habría sido raro por la derrota electoral en el Plebiscito y esta asociación que tuvo el gobierno tan fuerte con la Convención. Ahí el nudo estuvo justamente en el PDG que vota, fundamentalmente, centro derecha; es un partido que está un poco más a la derecha de la DC y un poco antes del inicio de Renovación Nacional. Es un partido bien de centro derecha en su comportamiento de votaciones al interior de la Cámara.
-Pero ya sabemos que el PDG se precia de no tener ideologías.
-Era plausible pensar que la centro derecha de la Cámara pudiese tener un vínculo con el PDG, pero si es un partido que se declara sin ideología, termina siendo un grupo que no tiene una línea política clara en relación a la forma en que tiene que aliarse con otras fuerzas.
El PDG resuelve todas sus dudas por consulta digital y aquí no consultaron digitalmente. Ahí se les enredó la cuestión porque tuvieron que pensar políticamente, y ahí fue donde la centroizquierda utilizó ese espacio más débil.
-Y al desconocer la línea política del PDG, ¿no era mejor que los partidos tradicionales de izquierda y derecha pactaran entre ellos?
-Puede ser porque se trata de partidos que, en el trasfondo, tienen una concepción de las instituciones políticas y democráticas más similar, pero uno no puede soslayar la existencia de un nuevo partido si está ahí y son nueve votos. Sería un error político no tenerlos en cuenta o aislarlos.
Si uno saca al PDG, entonces la derecha tiene más tentación a aliarse con Republicanos, lo que sería más problemático que la alianza con el PDG para la propia derecha y para la institucionalidad política en términos generales.
-Algo que se comenzó a ver de inmediato tras la votación de la presidencia de la Cámara, fue la intervención del diputado René Alinco y que la oposición comenzó a censurar la presidencia de comisiones. ¿Cómo se le viene la mano al nuevo presidente de la Cámara, Vlado Mirosevic?
-Vlado Mirosevic es una figura muy consensual: fue el vocero del Apruebo, pero nunca fue alguien que generara odiosidad, creo que tiene una comprensión distinta de la que podría haber tenido Karol Cariola. Tiene habilidad, capacidad y también un apoyo de las fuerzas de centroizquierda que debiese ser fuerte.
Además, creo que él no molesta a la centro derecha. Al menos no incomoda como incomodaba Karol Cariola, fundamentalmente por ser del PC.
-¿Vlado Mirosevic debería no tener en contra a la centro derecha?
-Exacto. En términos de trasfondo y comprensión de la política, Vlado es más cercano a la centro derecha sin ser de ese sector. Por esta idea del liberalismo tiene una idea más cercana.
-Y al mismo tiempo es cercano al Presidente Boric.
-Exacto, algo que también tenía Raúl Soto: Vlado Mirosevic no es una figura muy distinta a la de Raúl Soto. El estilo de la presidencia de la Cámara no va a cambiar tanto.
-En su nuevo rol, Mirosevic tendrá que liderar las negociaciones para habilitar un nuevo Proceso Constituyente. ¿Cómo lo proyecta en ese rol?
-No veo que vaya a tener un problema. Vlado tiene un apoyo también de Álvaro Elizalde y del Senado. O sea, Vlado tampoco tiene una posición identificada con el fin del Senado como sí podía tenerlo Cariola. Eso favorece al diálogo constitucional porque no creo que Vlado vaya a poner un problema en relación a las bases constitucionales que otro grupo está tensando.