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Opinión
Equidad de género

Brecha de género: Cuestión de todos

Sebastián Izquierdo R..

Brecha de género: Cuestión de todos

Si nos quedamos de brazos cruzados, recién en 132 años habremos cerrado la brecha de género a nivel mundial. Es tiempo de poner no solo las manos a la obra; se requiere mucho más si pretendemos dar respuestas a estas diferencias.

Hace más de un año, más de 20 investigadores del Centro de Estudios Públicos (CEP), con lupa en mano, se sumergieron en un mar de datos sobre las brechas de género. Esto, con el propósito de visibilizar las diferencias arbitrarias que enfrentan las mujeres respecto a los hombres, en diversos ámbitos de la vida. Además, este esfuerzo mancomunado intentó identificar las causas y consecuencias, junto con proponer políticas públicas integrales que permitan avanzar hacia una sociedad más equitativa. Así fue como, tras meses de trabajo, el pasado 8 de marzo el CEP lanzó su libro “Disparidad bajo la lupa. Una radiografía a las brechas de género en Chile”.

En sus páginas podemos encontrar diversos ejemplos de esta lamentable y persistente realidad. Uno de ellos tiene relación con que las mujeres egresan de la escuela con mejores notas y tienen, en promedio, más años de estudio que los hombres, pese a lo cual participan menos en el mundo laboral y reciben peores salarios (un 16% menos). Esto, sin contar las 2,2 horas diarias de labores domésticas no remuneradas que también trabajan.

Otro dato que también llama la atención es que, a mayor porcentaje de mujeres adultas en el hogar, mayor será la pobreza por ingresos. Esto se debe a que se da una menor participación laboral femenina, los salarios son menores y hay una mayor cantidad de menores edad en sus hogares. Y si hablamos de pobreza multidimensional, ocurre justamente lo contrario. Frente a una mayor proporción de mujeres adultas en el hogar, esta será menor, pues son ellas quienes destinan una mayor proporción a inversiones en dimensiones sociales, como lo es la educación y la salud ­–estadísticamente las mujeres dedican más tiempo que los hombres a las labores de cuidado, incluso cuando tienen un trabajo remunerado y su pareja se encuentra desocupada–. Como botón de muestra, se observa que ellas tienen un comportamiento de mayor prevención y cuidado (realizan más exámenes preventivos) que los hombres, lo que se refleja una mayor demanda por atenciones; más encima, producto de las listas de espera de Fonasa, muchas de ellas se encuentran insatisfechas.

Podríamos seguir con las ilustraciones, pues el listado de inequidades identificadas es amplio: las mujeres tienen menores pensiones; su experiencia con el entorno urbano es peor que el de los hombres y sufren mayor exclusión habitacional; delinquen menos y además existen diferencias de trato por parte de la judicatura en materia penal respecto de hombres y mujeres (por ejemplo, en los delitos violentos las mujeres son más castigadas que los hombres).

Si bien ha habido avances en la materia, y este libro así lo evidencia, el desafío aún persiste. Su urgencia es tal, que, si nos quedamos de brazos cruzados, recién en 132 años habremos cerrado la brecha de género a nivel mundial (Foro Económico Mundial, 2022). Es tiempo de poner no solo las manos a la obra; se requiere mucho más si pretendemos dar respuestas a estas diferencias. Así, las tareas de políticas públicas y culturales son extensas, y muchas de ellas transversales, pues su desarrollo y aplicación tendrán impacto no solo en muchos ámbitos de la vida de las mujeres, sino de la sociedad en su conjunto.