El Mercurio, 21 de abril de 2018
Opinión

Chile, un país destronado

Sebastián Edwards.

Claro, la nueva administración de Sebastián Piñera está tratando de revertir la tendencia. Intenta recuperar la energía y la magia, y volver al liderazgo del pasado. Pero no va a ser fácil…

Hace unos días, la prensa informó, con regocijo, que el FMI había subido el pronóstico de crecimiento de Chile para el próximo año. Este júbilo refleja, una vez más, la miopía y el cortoplacismo con los que solemos movernos. La verdad es que los últimos informes del FMI nos traen pésimas noticias.

Chile es un país destronado.

Ya no tenemos el mejor nivel de vida en la región. Según el organismo internacional, tampoco lo tendremos en el futuro.

En términos relativos, Chile es un país que va para atrás.

Claro, la nueva administración de Sebastián Piñera está tratando de revertir la tendencia. Intenta recuperar la energía y la magia, y volver al liderazgo del pasado. Pero no va a ser fácil. Como en el fútbol, nuestro reinado económico fue de corto aliento. No nos dio para la carrera de fondo, para el esfuerzo maratónico, para mantenernos en el primer lugar.

En el 2001, Chile superó a Argentina por primera vez en la historia, y tomó el liderazgo regional con un ingreso per cápita de 11.740 dólares, medido con el método de paridad de poder de compra.

Estuvimos en el primer lugar entre el 2001 y el 2016.

El 2017 fuimos destronados por Panamá. Sí, leyó bien: Panamá, nación pequeña y centroamericana, país sobre el que no sabemos casi nada. El año pasado, Panamá alcanzó un PIB per cápita de 23.100 dólares, mientras que nosotros estuvimos en 22.350.

Más grave aún, las proyecciones del FMI indican que, de mantenerse la actual tendencia, Panamá seguirá superándonos; la brecha entre ambos países se hará casi insalvable. Según el organismo, en el 2023 el ingreso per cápita de Panamá será 15% más elevado que el nuestro: casi 29 mil dólares versus nuestros 25 mil.

Pero la cosa no termina ahí: es posible que caigamos al tercer o cuarto lugar del ranking regional. Uruguay y Argentina nos pisan los talones, y en el 2030 podrían superarnos.

Lo triste es que estamos volviendo al punto de partida. En 1980 -antes de que los emblemáticos diputados del Frente Amplio hubieran nacido, y cuando el país aún vivía en plena dictadura- Chile tenía un PIB per cápita por debajo del de Argentina, Uruguay y Panamá. Fueron las políticas del llamado «modelo chileno» las que nos catapultaron al primer lugar, las que nos permitieron tener las mejores condiciones sociales de la región, y el menor nivel de pobreza. Fueron las políticas que enfatizan el mercado, la apertura externa, la competencia, y la baja inflación, las que permitieron que nos asomáramos al mundo desarrollado.

Pero, poco a poco nos fuimos quedando atrás. Por complacencia, por pereza, porque nos distrajimos. Abandonamos lo que nos hizo exitosos: la devoción por la eficiencia, y permitimos que la productividad se estancara. Si bien este rezago empezó hace más de una década, se acentuó con fuerza durante la administración de Michelle Bachelet, administración que nunca entendió que era posible avanzar en lo social al mismo tiempo que se incentivaban la productividad y el crecimiento.

Desde luego que lo anterior no significa que Chile haya sido un país perfecto. Definitivamente no. Las falencias eran -y siguen siendo- muchas y profundas. Un país enormemente conservador, segregado, intolerante y desigual. Pero habíamos llegado al primer lugar en lo que a ingreso per cápita se refiere; la desigualdad estaba bajando, y avanzábamos a paso seguro por la senda de la prosperidad.

El desafío actual es volver al crecimiento vigoroso y al liderazgo latinoamericano; debemos retomar el primer lugar en la región. Al mismo tiempo, es menester modernizar nuestra sociedad, haciéndola más inclusiva, más libre, más igualitaria, menos segregada y más amable. Ambos objetivos tienen que ir mano a mano. No es fácil, pero tampoco es tan difícil. Para ello se requieren grandes acuerdos políticos para enfrentar con unidad lo que Alejandro Foxley y Sebastián Piñera han llamado la «segunda transición».