En Chile, desde 2022, tenemos el programa “Seamos Comunidad” que aborda las principales áreas identificadas por la literatura. Su cobertura tuvo un presupuesto adicional del 0,008% del PIB para el 2022, el que no varía sustancialmente en magnitud para el 2023.
Chile fue el país de la OCDE que más tiempo tuvo sus escuelas cerradas durante la pandemia. En total, los estudiantes no pudieron asistir a clases presenciales más de 250 días lectivos, lo que corresponde a casi un año y medio del calendario escolar. Las consecuencias de esta tragedia se han empezado a sentir desde la vuelta a clases presencial y nos acompañarán por décadas.
En el largo plazo, los años perdidos se traducirán en una fuerza laboral con menos habilidades, lo que tendrá un impacto evidente en nuestro crecimiento económico. En un escenario en que no mitiguemos la pérdida de aprendizajes, se estima una disminución del 5,5% del PIB por los próximos ochenta años, lo que corresponde a más de un 300% del PIB actual de Chile (Estudio CEP: Crisis educacional escolar pospandemia).
Ante esta situación, los países han enfrentado de forma distinta y en diferentes grados de intensidad la recuperación del sistema escolar. Está el caso de Suecia, donde las escuelas no cerraron y los estudios revelan que no se habrían producido pérdidas de aprendizaje ni aumento en la desigualdad. En otros como Japón, la baja en resultados ya prácticamente se ha revertido gracias a las políticas implementadas. Sin embargo, en la mayoría de los otros países, el desafío de recuperación sigue pendiente.
En una revisión en profundidad de seis naciones que se han caracterizado por una respuesta enérgica, tanto en monto como en la profundidad de las medidas implementadas, encontramos lo siguiente:
- En primer lugar, han destinado importantes recursos adicionales a las iniciativas de mitigación. Por ejemplo, Estados Unidos y Países Bajos lanzaron programas para la educación por un monto cercano al 1% del PIB. En general, el gasto anualizado fluctuó entre 0,04% del PIB en Reino Unido y 0,37% del PIB en Países Bajos.
- Independiente de si estos recursos se ejecutan a nivel central o si se entregan a las escuelas, se exige que sean gastados en programas con efectividad probada. Así, en Países Bajos, se deja en manos de las escuelas desarrollar un plan de recuperación según las necesidades locales, para lo que se provee un listado de estrategias basadas en la evidencia (disponible aquí).
- También se observa que el plan mitigatorio debe incluir acciones en los ámbitos más relevantes: i) aceleración de los aprendizajes más allá de lo que se perdió con foco en áreas fundamentales como lectura y matemática, ii) revinculación de los estudiantes con sus establecimientos, y iii) desarrollo del bienestar y la salud mental de los alumnos. Por ejemplo, España, donde el impacto de la pandemia fue especialmente severo al comienzo de la crisis, define estrategias en estos ámbitos, destacando la iniciativa UAO que acompaña las trayectorias de estudiantes en riesgo de absentismo y deserción. Alemania, por su parte, hizo énfasis en la recuperación integral, relevando programas para el desarrollo de habilidades sociales.
- Por último, dada la magnitud del desafío y de los recursos involucrados, el Estado no se la puede solo. La cooperación público-privada, incluyendo las familias, es imprescindible para asegurar el éxito de la estrategia definida. Así, en Reino Unido ha sido clave la participación de la sociedad civil en la implementación del potente programa de tutorías, aportando tanto la experiencia como los recursos humanos y técnicos necesarios que aseguren una implementación adecuada.
En Chile, desde 2022, tenemos el programa “Seamos Comunidad” que aborda las principales áreas identificadas por la literatura. Sin embargo, la cobertura de éste ha sido acotada, con escala menor a la nacional, y con un presupuesto adicional de 0,008% del PIB para el 2022, el que no varía sustancialmente en magnitud para el 2023.
Para poner esta cifra en perspectiva, Países Bajos, que es la nación estudiada con un mayor gasto anual, tiene un presupuesto casi 50 veces superior al chileno y tuvo sus escuelas cerradas un 80% menos de días. No se trata solo de gastar más porque sí. Se trata de impulsar estrategias reconocidas que nos pueden ayudar a mitigar los ingentes efectos económicos que tendrá la pandemia en nuestro sistema escolar.
El recientemente nombrado consejo asesor que propondrá recomendaciones para la creación de una estrategia de recuperación es una muy buena noticia. Es urgente un plan enérgico, que comprenda la profundidad y complejidad de los efectos de la pandemia, que aúne fuerzas de todos los sectores y nos permita comprometernos como país.
A diferencia del plan actual, se requiere la mayor transparencia posible y un completo y oportuno sistema de evaluación que nos permita saber sus resultados y facilite la rendición de cuentas. Aunque estamos tarde, éste es un esfuerzo que no podemos obviar si nos interesa el futuro de nuestros niños y de las próximas generaciones.