El Mercurio, 5 de junio de 2016
Opinión

Crisis de la política en perspectiva comparada

Isabel Aninat S., Ricardo González T..

En el último tiempo se ha hablado bastante de que las crisis de confianza, de las instituciones, de la élite y de la democracia en general estarían afectando nuestro sistema político. Como signos de estas crisis se citan la declinante satisfacción con la democracia, la tendencia a la baja de la confianza en las instituciones políticas y la escasa identificación con los partidos políticos. Pero ¿qué pasa con el resto del mundo? ¿Está el sistema político chileno en crisis, dado el contexto internacional?

El International Social Survey Programme (ISSP) es un programa anual de colaboración internacional de encuestas sobre diversos temas relacionados con las ciencias sociales, que lleva a cabo encuestas desde 1988 y en Chile es aplicada por el CEP desde 1998 (más información en www.issp.org). Durante el 2014, los 45 países miembros indagaron sobre varios aspectos relevantes respecto de la democracia.

Una de las preguntas se refería al nivel de satisfacción con el funcionamiento de la democracia (en una escala de 0 a 10). Noruega (7,6), Suiza (7,6), Holanda (6,6) y Alemania (6,5) lideran los índices de satisfacción. Pero contrario a lo que se pensaría si nos atenemos a la teoría de la crisis, dentro de los países que participan en ISSP, Chile se ubica en un nivel medio, con un promedio de 5,2. Nuestro país está por sobre los niveles promedio que registraron democracias consolidadas, como Francia (4,8) y España (4,4), y cercano a países desarrollados, como Islandia (5,3) y Japón (5,2). Sí, lo leyó bien: los chilenos, en promedio, estamos más satisfechos con el funcionamiento de nuestra democracia que los franceses y los españoles con las suyas.

En la misma encuesta, un 30% de los chilenos sostuvo que nuestra democracia funciona mejor que hace una década. Esta proporción se aproxima a las cifras obtenidas en democracias más recientes, como Lituania (33%) y Croacia (36%), y se ubica muy por encima de lo obtenido en democracias consolidadas, como Estados Unidos (17%), Noruega (13%) o Francia (11%). Esto significa que una fracción relevante de los chilenos reconoce los avances institucionales conseguidos en la última década.

Por supuesto, hay explicaciones históricas y culturales para lo que ocurre en cada país. Por ejemplo, las percepciones de mejora pueden estar influenciadas por un efecto suelo/techo, en que los ciudadanos de democracias más desarrolladas perciban pocas posibilidades de mejora, precisamente, por los avances ya conseguidos en esta materia. Lo contrario pasaría en democracias más recientes.

En cuanto a confianza, apenas un 19% de los chilenos está de acuerdo con la afirmación «La mayor parte del tiempo podemos confiar que la gente que está en el Gobierno hace lo correcto» de 2014. Esta cifra contrasta con el 58% que afirma lo mismo en Suiza, 40% en Noruega y el 36% en Finlandia, pero se ubica cerca del 21% en Estados Unidos y del 23% en Alemania, y por encima del 17% en España, 15% en Francia y el 9% en Japón. ¿Están estos últimos países al borde de una crisis institucional? No. De acuerdo con un indicador elaborado por el Polity IV Project -que busca medir el buen funcionamiento de una democracia-, Chile, Alemania, España y Estados Unidos obtuvieron un 10, el máximo posible, y Francia obtuvo un 9 el año 2014. Por lo tanto, se observa desconfianza en los gobiernos, sin importar la madurez de la democracia y el estadio de desarrollo alcanzado, lo que no necesariamente es signo de crisis institucional.

Cabe señalar que esta encuesta fue aplicada en Chile en noviembre de 2014, antes de que se dieran a conocer la mayor parte de los casos de financiamiento ilegal de la política. A pesar de eso, parece poco probable que Chile haya experimentado un retroceso significativo de su posición relativa en el análisis comparado, sobre todo porque el país reaccionó adoptando cambios institucionales valiosos.

Con todo, resulta interesante destacar que mucho de lo que está ocurriendo en Chile no es un fenómeno exclusivo de nuestro país. Más aún, en perspectiva comparada, las percepciones de los chilenos respecto de nuestra democracia no parecen ser tan negativas, como se sugiere, a menudo, en el debate local. Ahora bien, esto no significa que los cuestionamientos a nuestra democracia sean injustificados. Por el contrario, estas cifras sugieren que los chilenos reconocen los progresos del sistema político, pero al mismo tiempo dan cuenta de lo mucho que queda por avanzar.