La Tercera
Opinión

Cuento de hadas

Joaquín Trujillo S..

Cuento de hadas

Es cuando se rompen los embrujos y las brujas del poder quedan en mitad de la nada, con todas sus mentiras tatuadas en la lengua.

Érase una vez (también hoy) las brujas del poder. ¿Cómo reconocerlas? Siempre andan susurrando a los oídos incautos que lo feo es hermoso y lo hermoso, feo. El poder de lo hermoso (que es realmente hermoso) y de lo feo (realmente feo) no les sirve para nada. Es un poder demasiado común a todos, un caudal del que se ha bebido hace demasiados siglos, imposible de administrar. Así que no dejarán de repetir su mentira contraintuitiva hasta que, a la larga, acabe volviéndose una verdad intuitiva. Eso no tendría nada especialmente escandaloso si no fuera porque, una vez hayan hecho feo lo antes hermoso y hermoso, lo feo, ya no admitirán nuevos hallazgos. Y si es que los admiten -esto es importantísimo- solo ellas quedarán autorizadas para proclamar que, en realidad, lo que dijeron que era feo no lo era tanto y lo que era hermoso, tampoco. Si alguien les hace recordar: ¡se los advertí!; responderán: no nos acordamos, pues el mundo real empezó recién ayer, antes el mundo estaba en gestación, si es que no sigue estándolo todavía.

Por ejemplo, en la educación pública. Hace más de una década las brujas del poder vienen argumentando qué es preciso: no hacer para hacer, paralizar las actividades académicas para que resurja la academia. Pronto, la misma lógica invadió las calles: destruirlo todo para construirlo todo. ¿No hace algo parecido el jardinero, ese artesano de lo vivo? ¿Acaso no poda, no minimiza la planta, a fin de que rebrote con más fuerza? Así hablan las brujas del poder.

Salen al encuentro de un joven ambicioso y le susurran: tú eres el elegido, eres Mozart.

El Macbeth de Shakespeare es la historia de esa inversión. Azuzado por las brujas, el joven ambicioso emprende un viaje sin retorno. En cambio, en La flauta mágica de Mozart, las brujas del poder abordan a un joven valeroso: vamos a presentarte a la víctima de un hombre muy malo. Y entonces se deja caer la Reina de la Noche: no tiembles, hijo mío, soy una víctima y te daré una misión. Rescatar a mi hija, secuestrada por su padre, un ogro, un hombre malvado. Y ahí va el joven valeroso a cumplir su cometido. Hasta que conoce al hombre malo y se da cuenta que, en realidad, era bueno. O mejor dicho, ningún santo, pero tampoco el diablo.

Impotentes, las brujas del poder se hartan de rodear la realidad, de empujar ingenuos al ruedo y, por fin, se deciden a actuar directamente, sin intermediarios, sin beldades que hechicen.

Es cuando se rompen los embrujos y las brujas del poder quedan en mitad de la nada, con todas sus mentiras tatuadas en la lengua. Sin maquillaje, se descubre que eran brujos, ogros que, ya sin fuerzas para mantener cautivas en sus torres, convencieron al mundo de que toda denuncia contra ellos es delación y traición. Porque los burdos secuestradores, retienen. Los sofisticados reclaman: la libertad es mala, la servidumbre es buena. Para que lo hermoso sea feo y lo feo, hermoso, solo hace falta… actuar en consonancia.

Y bueno, lo peor es que esas brujas no están faltas de razón.