El Mercurio, 22 de mayo de 2016
Opinión

Derecho en toma

Joaquín Trujillo S..

Ingresé a estudiar Derecho a la Universidad de Chile en 2002. En mayo de ese año, una toma de una semana y media interrumpió las actividades académicas. Desde entonces no volví a ver nada parecido, no conocí de tomas, tampoco recuerdo paros. Viví una «pax romana». Es posible que hasta el día de mi egreso haya sabido de uno o dos días de paro, pero ni siquiera sabría decir cuándo ni a pito de qué. Pero en 2009 se efectuó una gran toma, y desde entonces han proliferado junto con los paros.

A las sociedades les cuesta grandes esfuerzos alcanzar la paz. Para que esa paz sea posible, muchas veces es necesario no extremar el sentido de la justicia, en el entendido de que el tiempo irá arreglando las cosas: «como la flor que hermosea las ruinas», dijo Andrés Bello. La paz también requiere del respeto a las autoridades legítimamente elegidas, sean o no de nuestro agrado. Esto se perdió en 2009, y desde entonces, el mutuo entendimiento se ha hecho difícil.

Llega un momento en que es preciso decir: basta. Eso significa dos cosas: respetar a las autoridades y que las autoridades cuiden a la disidencia.