La Tercera
Opinión

Dos agendas divergentes

Aldo Mascareño.

Dos agendas divergentes

El impulso de la agenda del Estado social en algún momento topará con los límites que establece la agenda plurinacional. Mientras antes se reconozca este punto, más posibilidades hay de construir un bienestar inclusivo y universal.

Dos agendas se han perfilado en la política nacional: la de un Estado social de bienestar y la de un Estado plurinacional. La primera identifica más al gobierno; la segunda a la Convención. Aunque hay puentes entre ellas, las diferencias conceptuales, institucionales y políticas son relevantes.

La agenda de un Estado social de bienestar supone la participación del Estado en decisiones sobre la estrategia de desarrollo, incremento del gasto público e impuestos, y la propiedad estatal de recursos naturales y territorios que aporten al desarrollo nacional. Aun cuando tiene riesgos, esta agenda se inscribe en un mundo capitalista moderno. No es revolucionaria. Surge históricamente como alternativa a la revolución. En ella hay mercado y comercio internacional al servicio del mejoramiento de las condiciones materiales y de ciudadanía de toda la población nacional. Su énfasis está en la inclusión social universal, con foco en los más desfavorecidos.

La agenda de un Estado plurinacional, por otro lado, se organiza en base a una estrecha relación entre identidad y autonomía política, administrativa y financiera de territorios indígenas, comunas y regiones. El manejo de recursos naturales y económicos se dirige aquí a configurar una comunidad local que aspira a la autosuficiencia, y que sospecha del mundo moderno. En este caso la inclusión social es más particularista que universalista. Se evalúa a partir de cada autonomía territorial, las que se conciben como un contenedor de relaciones sociales y personas. Principios como solidaridad o coordinación impulsan a pensar subsidiariamente en el nivel nacional, pero el foco de las autonomías es sobre sí mismas.

El plano político, estas agendas producen confrontaciones. La universalidad de la inclusión individual se opone al particularismo de una inclusión territorial e identitaria; la provisión estatal de servicios sociales a nivel nacional se enfrenta a las posibilidades desiguales de los territorios autónomos de entregar dichos servicios. O también, el uso de territorios para generar los recursos necesarios para la inclusión igualitaria en toda la nación es inconsistente con una agenda plurinacional que privilegia la autosuficiencia económica de la autonomía comunal, regional o indígena.

En términos políticos, la agenda del Estado social de bienestar parece ser más flexible que la plurinacional. Incorpora demandas indígenas sin atribuirles superioridad ante otros grupos excluidos; promueve la descentralización sin limitar la visión a cada entidad territorial; se enfoca en la inclusión de cada persona antes que de colectivos; y se reconoce parte de un mundo global con primacía de los derechos humanos por sobre otras consideraciones. Esta agenda, propia de la izquierda y la socialdemocracia, incluso puede tener elementos comunes con la agenda de la derecha liberal y social. Uno de ellos es la preocupación por la inclusión universal y la ciudadanía plena de cada individuo, que quedan en segundo plano ante el particularismo territorial y culturalista de la agenda plurinacional.

El impulso de la agenda del Estado social en algún momento topará con los límites que establece la agenda plurinacional. Mientras antes se reconozca este punto, más posibilidades hay de construir un bienestar inclusivo y universal.