La Tercera, 27 de julio de 2014
Opinión

Edwards: «La recaudación aumentará con suerte entre un 1,8% y un 2% del PIB»

Sebastián Edwards.

Entre conferencias y asesorías recientes en Barcelona, Washington y Londres, el economista Sebastián Edwards no se olvida del Cono Sur. Vio el Mundial vistiendo las camisetas chilenas y albiceleste y ya concluyó algo que en Chile muchos temen: la reforma tributaria no va a recaudar los US$ 8.200 millones, equivalentes a tres puntos del PIB, que busca conseguir el Fisco.

En el mejor de los casos, dice, mientras acusa las deficiencias del reciente protocolo de acuerdo alcanzado en el Senado, la reforma recaudará casi US$ 3.000 millones menos. A punto de despegar para participar este jueves en un seminario de Moneda Asset Management (“Todo concluye, nada perece”), el profesor de economía de la U. de California acaba también de publicar con Oxford University Press su último libro, Toxic Aid, sobre la historia económica de Africa del Este. Académicos como William Easterly, Simon Johnson y Anne Krueger ya lo recomendaron.

Desde su oficina en California, Edwards comienza a disparar.

¿Está de acuerdo con los términos del protocolo de acuerdo sobre reforma tributaria al que se llegó en el Senado?
Es un protocolo malito. Es mejor que el proyecto originalmente propuesto por el gobierno, pero sigue siendo deficiente. Primero, no va a recaudar lo que se pretende. De hecho, mis cálculos sugieren que será un poco más de la mitad. En segundo lugar, crea un sistema complejísimo. Una de las virtudes del sistema tributario chileno era su relativa simplicidad, y eso lo estamos perdiendo. En tercer lugar, el nuevo sistema crea nuevas oportunidades de evasión y elusión, y eso era algo que se buscaba reducir. El nuevo proyecto, como un todo y con suerte, saca nota cuatro; el proyecto original era reprobado.

¿Considera que sin el protocolo el efecto de la reforma hubiera sido efectivamente perjudicial para algunos sectores, como las pymes?
Creo que comparar lo que tenemos hoy día con el proyecto original es un error. ¿Por qué tenemos que contentarnos con elegir entre lo malito y lo malo? Lo que se debe hacer es comparar el proyecto actual con uno simple y eficiente, con un proyecto basado en estudios técnicos y no en caprichos, con un proyecto que efectivamente recaude lo que se pretende recaudar.

¿Por qué es escéptico sobre la capacidad de recaudación de la reforma?
Mis cálculos se basan en corregir los datos presentados, en abril pasado, por la Dirección de Presupuestos. Esas cifras se refieren al proyecto original, pero son un buen punto de partida, ya que el gobierno ha dicho que se mantendrá ese nivel de recaudación. En las seis páginas presentadas por la Dipres se señalan cinco fuentes importantes de mayor recaudación: el impuesto a las empresas (mayor tasa y cambio de base), el IVA a inmuebles y viviendas, timbres y estampillas, bebidas alcohólicas y menor evasión. El efecto recaudador de cada una de estas categorías está exagerado y, en algunos casos, fuertemente exagerado, como en el caso de la menor evasión. Según mis cálculos, en el año 2018 la recaudación aumentará, con suerte, entre un 1,8% y un 2% del PIB. Esto significa que los mayores recursos serán de, aproximadamente, US$ 5.400 millones, y no los US$ 8.200 millones que se mencionan repetidamente. Lo irónico de todo esto es que se podría haber hecho una reforma más eficiente y efectiva. No entiendo el apuro y la improvisación; tampoco los caprichos. De verdad que no lo entiendo.

Más del 30% de la inversión programada para 2014 está postergada, según la Corporación de Bienes de Capital. ¿Cree posible que la inversión este año sea inferior al 0,8% proyectado por el Ipom o negativa?
El tema de la inversión es simple y conocido. Ya lo dijo Keynes en los años 1930: la inversión depende de las expectativas, y de lo que él llamó los “espíritus animales”. Sin estos espíritus no hay inversión elevada, y la mejor manera de matar a los espíritus inversores es creando incertidumbre. Desafortunadamente, el gobierno ha tenido una política comunicacional deficiente. Esto alimenta la incertidumbre y las dudas, lo que impacta la inversión. Ahora, habiendo dicho esto, es necesario recalcar que las condiciones externas se están moviendo en contra de Chile, y que esto también tiene un efecto negativo sobre la acumulación de capital.

El ministro Arenas reconoció hace poco que la reforma ha tenido efecto en las expectativas económicas. ¿Hasta qué punto es la reforma responsable del menor crecimiento estimado para este año y el próximo? ¿Es posible que el crecimiento vuelva al potencial en 2016, como dice el FMI?
Falta mucho para el 2016 y el FMI es un muy mal pronosticador del futuro. Siempre lo fue. El crecimiento depende, como casi todo en la vida, de condiciones de demanda y de oferta. En el corto plazo, lo importante es la demanda; en el mediano y largo, lo fundamental es la oferta. Mi preocupación, más que nada, tiene que ver con la oferta y el largo plazo. En particular, me preocupa el tema de la productividad. Aumentarla requiere de políticas de innovación y competencia, las que hace tiempo son deficientes. El ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes, está tratando de poner un programa razonable en marcha; la pregunta es si el Congreso lo va a acompañar. El objetivo debiera ser muy claro: pasar al lugar 20 en el ranking Doing Business del Banco Mundial en un plazo de dos años. Era la meta de Juan Andrés Fontaine, meta que se “chingó” por razones puramente políticas.

¿Qué probabilidad hay de que este año haya recesión en Chile?
Ninguna. Este año no va a haber recesión en Chile. El próximo año tampoco, a no ser que haya una verdadera catástrofe económica global.

Dado el impacto en la inversión y el debate en torno a la reforma tributaria, ¿cree que el crecimiento este año sea inferior al piso de la estimación del Banco Central, de 2,5%?
Creo que el Banco Central ha hecho un muy buen trabajo y las proyecciones de crecimiento son adecuadas. No veo un crecimiento más bajo que el 2,5%; de hecho, lo veo más cerca del 3%.

Con el nuevo sistema parcialmente integrado que se está proponiendo, los contribuyentes pueden deducir como crédito un 65% de la tasa vigente del impuesto de primera categoría al momento del retiro o distribución de dividendos. ¿Aplicado esto a los no residentes, afectará a los tratados de doble tributación?
La pregunta es muy buena, porque ilustra cabalmente la complejidad del nuevo sistema. Esta y la falta de transparencia siempre han sido fuentes de corrupción y abusos. Lo paradójico es que Chile se está moviendo hacia un sistema complejo, cuando la gran tendencia en el mundo es adoptar sistemas simples. Respecto de los tratados internacionales, lo más probable es que sí se requieran negociaciones, pero ese no es un problema grave. Se renegocia y ya.

El gobierno está elaborando el Presupuesto 2015. Se sabe que hay menor holgura fiscal a mediano plazo y que la agenda social es costosa -y la reforma tributaria es clave para financiarla. ¿Cree que el gobierno debiera sincerar un tema clave como que es muy difícil que al cierre de esta administración retorne el equilibrio fiscal, incluso con la recaudación por reforma tributaria?
Hay dos cosas que hoy en día son claras: la recaudación que producirá la reforma será menor a la anunciada, y Chile no tendrá un equilibrio fiscal en el corto plazo. Ninguna de estas cosas es particularmente grave, pero esa es la verdad. Y mientras antes lo reconozcamos, mejor.

¿Qué opción cree que es más conveniente para financiar el déficit fiscal permanente que enfrentará este gobierno: emitir deuda internacional, echar mano a los fondos soberanos o, en caso extremo, ajustar la agenda social que está en el programa de gobierno y asumir el costo político?
La pregunta clave es esta: ¿Es la desaceleración que Chile está enfrentando de carácter cíclico -es decir, dura tan solo unos meses- o es secular, en el sentido de que será permanente? Si la respuesta es lo primero, lo adecuado es emitir deuda; si es lo segundo, es importante reprogramar gastos. Creo que estamos enfrentando una combinación de factores cíclicos y seculares. El desafío es cómo revertir la caída del crecimiento de largo plazo. Céspedes se empeña, pero no puede hacerlo sólo. El otro tema clave en el largo plazo es el energético, y aquí el ministro Pacheco lo está haciendo bien. Creo que Pacheco -quien, para transparentar las cosas, es amigo mío- es una de las luces más brillantes de este gabinete.

Empresas

Codelco necesita una inyección de capital importante -pidió US$ 1.200 millones de capitalización y ha obtenido US$ 200 millones. ¿Es momento de abrir una discusión sobre la necesidad de crecimiento de la estatal y la eventual incorporación de capital privado?
Lo de Codelco es absurdo y enormemente ineficiente. Sus ejecutivos -la mayoría de los cuales son buenísimos- debieran tener la libertad para transformar Codelco en la empresa minera más productiva y eficiente del mundo. Pero no pueden hacerlo porque tienen las manos atadas. Es increíble que hasta ahora ningún presidente haya tenido la visión y la valentía para cambiar la situación. Es una de las grandes fallas de la política chilena. La solución es simple como el agua: hay que transformar a Codelco en una sociedad anónima, que funcione con autonomía, siguiendo las reglas corporativas internacionales. Una vez creada la sociedad anónima hay que desprenderse de 35% de las acciones. Esto puede hacerse a través de diversos mecanismos: ventas en el mercado internacional, traspasos a fondos de compensación para financiar gastos en bolsones de pobreza -pienso en La Araucanía- y traspasos de acciones a los ciudadanos. Este proceso proporcionaría los recursos que la compañía necesita para seguir siendo la “viga maestra” de nuestro país.

Usted ha dicho que le preocupa el apalancamiento de algunas empresas en Chile. Según el Banco Para Pagos Internacionales, éste es más alto hoy que en 2008 y el FMI sugirió en su último informe sobre el país, vigilar este indicador. ¿Dónde puede conducir esta situación?
Finalmente, el FMI tomó conciencia sobre el tema. Y claro, me preocupa hoy más que hace un año. Creo que hay ciertos escenarios -con probabilidad baja, pero no trivial- en el que las tasas de interés subirían fuerte y el peso se depreciaría en forma sustancial. En ese caso, muchas empresas chilenas lo pasarían muy mal. Y eso debiera preocuparnos a todos.