La Tercera
Opinión
Educación

El ocaso de la educación pública de excelencia

Sebastián Izquierdo R..

El ocaso de la educación pública de excelencia

Ojalá no olvidemos que la clave de la revaloración de la educación pública está precisamente en potenciar la diversidad de proyectos, junto con rescatar estas experiencias de trabajo en red que generan aprendizaje colaborativo; que son, sin duda, un paso para evitar que el futuro de miles de jóvenes este condicionado a su cuna.

No existe ningún fundamento moral para que niños y jóvenes pertenecientes a los sectores más vulnerables no puedan acceder a una educación de calidad y desplegar al máximo sus talentos. Esa fue la premisa que inspiró la red de Liceos Bicentenario (LB), donde su objeto no es otro que apoyar a la educación pública, entregando una opción de formación gratuita y de excelencia a aquellos estudiantes que pertenecen a sectores vulnerables del país, potenciando así la igualdad de oportunidades bajo profundas raíces meritocráticas.

Hoy, lamentablemente, este programa se ve amenazado por una concepción ideológica que mira a todo aquello que pueda generar desigualdad con sospecha. Hace algunas semanas, el ministro de educación salió a decir “un programa que se está terminando de manera gradual”, acompañando sus palabras con un recorte de presupuesto, donde se sostiene que no habrá más convocatorias y que las próximas políticas serían para “todos por igual”. Ya en el gobierno de Bachelet II, los LB se vieron intimidados bajo la cruzada contra la selección en la admisión escolar. En definitiva, siempre un sector de la izquierda estuvo en contra, pues estos atentarían con el afán igualitario que se esconde tras la universalización del derecho a la educación, exigiendo así una provisión homogénea. Una visión miope que excluye las voces que buscan un soporte estatal -más allá del financiero- para cumplir el difícil compromiso de la excelencia académica.

Si hablamos de impacto, un estudio (Araya y Dussaillant, 2020) dio cuenta de que asistir a una escuela Bicentenario de la primera cohorte, mejoró significativamente el desempeño de los estudiantes en lenguaje como en matemáticas, desmitificando que fuese solo por la supuesta selección de estudiantes con alto rendimiento (que por lo demás, hoy está prohibida). A la fecha, 213 comunas cuentan con al menos uno de los 320 LB, que alojan cerca de 250.000 estudiantes, con una proporción similar de estudiantes vulnerables que sus pares municipales. El desempeño ha sido notable, reconocidos por sus buenos resultados en los niveles de aprendizaje como en diferentes indicadores de desarrollo personal y social, en las tasas de acceso a educación superior y muy preferidos por las familias al momento de postular.

Dicho esto, llama la atención las contradicciones entre un Presidente que hizo una carrera luchando por la educación y la decisión de su ministro. ¿No era acaso que el Presidente quería replicar esto en el resto del país? Al menos así lo afirmaba hace unos meses atrás en un LB de Talagante. No se puede estar celebrando a la escuela Emilia Lascar, reconocida como las más innovadora del mundo, y avergonzarse de los LB, que al final son una versión local de reconocimiento a la excelencia. Ojalá no olvidemos que la clave de la revaloración de la educación pública está precisamente en potenciar la diversidad de proyectos, junto con rescatar estas experiencias de trabajo en red que generan aprendizaje colaborativo; que son, sin duda, un paso para evitar que el futuro de miles de jóvenes este condicionado a su cuna.